La franja más estrecha del país colapsó junto con los sismos del mes de septiembre. Su economía, salud y alimentación se vieron afectadas y sus habitantes han tenido que readaptarse a una vida cotidiana llena de réplicas, tarjetas de beneficencia y víveres que alteran sus tradiciones y frenan su actividad.
Ante el llamado emergente de la Secretaría de Turismo a visitar Oaxaca, aun cuando sus principales destinos como la capital, Puerto Escondido o Huatulco no resultaron afectados, dos iniciativas istmeñas hablan con Mundano de sus verdaderas necesidades.
Ciudad de México, 3 de noviembre (SinEmbargo).– Con un gobierno que en los primeros días se mostró ausente, al igual que en el resto de las ciudades afectadas por los sismos del 7, 19 y 23 de septiembre, la región istmeña de Oaxaca comenzó a levantarse sola. Los ciudadanos recogieron los escombros con sus propias manos y salvaron lo poco que pudieron, de lo poco que tenían. Juntaron víveres desde afuera para apaciguar las necesidades ante la emergencia, sin embargo, un par de iniciativas vieron que las personas no sólo se habían quedado sin casa, también, sin los instrumentos de trabajo necesarios para sobrevivir.
Comité Melendre, una organización civil que lleva 13 años trabajando para beneficio de la sociedad zapoteca, comenzó a trabajar a las pocas horas del terremoto de 8.2 grados de magnitud, para montar centros de acopio fuera de esta región que quedó incomunicada, sin energía eléctrica y agua potable por varios días.
«Cuando estábamos en la distribución de víveres, nos percatamos que lo que había frenado el flujo circular de la economía en la región era la ausencia de hornos de comixcal, un elemento fundamental en las cocinas zapotecas, huaves, zoques, chontales, hasta mixes, en la región del Istmo, que a diferencia de otras zonas del país, el Istmo de Tehuantepec es predominantemente indígena, aunque sean en zonas urbanas como Juchitán, que tiene más de 100 mil habitantes, pero étnicamente es 100 por ciento zapoteca. Y a pesar de que es una región urbana, con bancos, supermercados, puerto, refinería, la base de la alimentación sigue siendo el totopo (tostada de maíz deshidratado), el gueta bi’ngui‘ (gordita de maíz con camarón seco), la tortilla de horno, los tamalitos de elote», dice Gubidxa Guerrero, presidente de la asociación a Mundano.
Menciona que con los temblores, se destruyeron aproximadamente 6 mil hornos, la región quedó desprovista de la base de su alimentación.
«Es como si en la Ciudad de México, de la noche a la mañana, hubieran sido destruidas todas las tortillerías, se dice fácil pero cuando consideramos que la inmensa mayoría de las familias defeñas van a las tortillas, automáticamente se frena un círculo productivo. Acá eso fue lo que pasó”, compara Guerrero.
ECONOMÍA Y ALIMENTACIÓN TRADICIONAL
Fue así como nació la iniciativa «Adopta un horno», con la que aceptaban donativos para reconstruir las herramientas de trabajo de las totoperas, que según calculó el Comité, las ollas grandes cuestan en promedio 600 pesos, contando impuestos y costos de traslado entre los alfareros y los beneficiarios.
«Inicialmente tenía como meta fondear 50 hornos, posteriormente se amplió a 500 y en estos momentos ya llevamos casi mil hornos financiados, de los cuales ya se entregaron más de 300 y todos los días estamos entregando comixcales, a las familias de varias comunidades istmeñas, no nada más en Juchitán, también en Ixtaltepec, Unión Hidalgo, Chicapa», dice Gubidxa.
Pero la estrategia no paró ahí, el Comité notó que no sólo los productores estaban afectados, sino también los consumidores: «el terremoto de 8.2 grados del 7 de septiembre, no sólo destruyó las casas, mermó también el poder adquisitivo de las familias, porque muchas de ellas aunque tengan un sueldo, sean obreros, maestros, médicos o empleados, al haber perdido sus casas, han tenido que modificar su patrón de consumo, ya no gastan como antes y muchas se vieron en la necesidad de ya no optar por comprar consumibles en el mercado local, porque se estaban basando en la ayuda humanitaria que se presenta en forma de despensas con latas de atún, harina, sopas. Es decir, la gente estaba adaptando su alimentación con tal de no gastar», continúa.
Entonces crearon la «Canasta básica Istmeña», una campaña que ayudaría a reactivar el ciclo de producción y consumo necesario. «Nos dimos cuenta que la gente que dona atunes o sopas Maruchan, lo hacen de muy buena fe y no hay que limitarlos, pero ¿por qué no les brindamos una opción para que sigan donando sin necesidad de afectar la economía regional? Con 300 pesos contribuyes a la compra de una despensa pero que va a ser comprada únicamente a productores regionales y va a contener totopos, quesillo, queso seco, pan de caballito, limones, camarón seco. Y de la misma manera, se entregará a una familia damnificada, con la ventaja de que el dinero en vez de gastarlo en el Sam’s, lo estás gastando en la región y tienes la certeza de que esta canasta básica llegó a la familia, pues se asigna un folio y se da seguimiento al destino de la canasta, se envían evidencias personalizadas», menciona el entrevistado, sobre la iniciativa que superó su meta original de mil canastas, pues ya van dos mil financiadas.
Finalmente, decidieron abarcar otros sectores de la economía, con el programa «Tejiendo hermandad», para beneficiar a tejedoras y bordadoras istmeñas.
Consiste en la compra-donación de un huipil directamente a las personas damnificadas, es decir, con el donativo se financian los materiales, se le da trabajo por 10 días a una tejedora y además, con las utilidades, se compra un bastidor de madera. Y además de todo, la prenda llega en poco tiempo a la puerta de la casa del donador.
«Las tres iniciativas son de reactivación económica, ninguna es asistencialista. Nosotros somos de la zona, perdí mi casa, no lo vemos de fuera sino lo estamos padeciendo y por esa razón creemos imprescindible ir a la raíz», dice Gubidxa.
POR UNA RUTA TURÍSTICA REAL
Con menos tiempo en acción, pero con la misma idea de levantar el Istmo de raíz, surgió «Una Mano para Oaxaca», iniciativa con miras a convertirse pronto en una asociación civil creada por Perseida Tenorio Toledo, originaria de Ixtaltepec.
A los pocos día del sismo, ya tenían una base de datos con los diagnósticos de los panaderos que habían perdido sus hornos en ese municipio y con donaciones y recursos propios, lograron ya reactivar seis de ellos. Pero saben que la ayuda no debe parar ahí, ahora buscarán crear una marca comunitaria, una ruta turística y además, dar capacitaciones a los artesanos y vendedores para obtener el mayor beneficio de sus productos.
«Nos hemos dado cuenta que muchas de las panaderas nos decían que cada que venden pan ganan 100 pesos, porque venden cuatro panes por 10 pesos, entonces no hacen bien sus costos, no tienen cultura del ahorro, hay muchísimos más aspectos que tocar que sólo dar un horno […] Aprovechando nuestro expertise como ingenieras en alimentos, el objetivo es crear una marca comunitaria donde pudiéramos contar en la página web las historias de estas panaderas (pues la mayoría no tiene acceso a internet) y que puedas comprar pan, que te lo hagamos llegar con un empaque muy chido, con la historia de cómo llegó a ti. Y también con otros productos, como los totopos, las quesadillas de arroz (que es otro tipo de pan), los curados, un dulce típico hecho con mezcal y frutas, pero ya bajo una marca y con todo lo que pide la norma de etiquetado, no en papel de estraza o bolsa de plástico, sino darle un valor agregado», dice Perseida en entrevista.
Una vez desarrollada esta marca y que sea más sencillo el acceso y hospedaje del turismo, «Una mano para Oaxaca» plantea un ruta turística dividida en dos: la culinaria y la cultural.
«El Istmo, Ixtaltepec y los pueblos aledaños antes del terremoto no estaban en el mapa turístico, entonces uno de los objetivos es proponer una ruta que sea una manera de apoyar a los emprendedores, a los panaderos, cocineros, pero también a los empleos que son muy culturales y así poner también el Istmo en el mapa», dice Quitterie Ducret, encargada de los diagnósticos en la organización.
Tenorio Toledo, propone que la ruta gastronómica comience con un paseo a las 5 de la mañana por el mercado de mariscos, para después ir con una cocinera tradicional y aprender de ella, además de degustar algún platillo típico como un pescado al horno o unas jaibas enchipotladas. Tienen pensado también dar clases de panadería o para hacer estofado, además de pequeños talleres de zapoteco y para entender los elementos del traje tradicional istmeño y su importancia en la cultura oaxaqueña.
Por su parte, el vocero de Comité Melendre, llama al turismo a no «desalentarse porque es una zona devastada», «en la región del Istmo de Tehuantepec, independientemente de las afectaciones, hay un sector económico local que se dedica a la alimentación, restaurantes, hay sitios turísticos que no fueron afectados. El Mercado de Juchitán, si bien colapsó, hay vendedoras que siguen estando en un mercado improvisado. Aquí hay sitios tanto arqueológicos como Guiengola; playas como Playa Brasil, Playa Azul, Playa Cangrejo, Chipehua; ciudades coloniales como Tehuantepec, bellezas naturales como el ojo de Agua y Nizanda.
Los visitantes no deberían desalentarse porque ‘es una zona devastada’, pero con que vengas y gastes en el restaurante, con la señora del mercado, en la plaza, con eso ya estás contribuyendo porque es un dinero que estás dejando acá, que va a entrar en el círculo económico regional. Independientemente de su grado de desastre, que sí están muy afectadas, pues que la gente se dé una vuelta acá, que consuma local», dice Guerrero.
TEQUIO: YO TE AYUDO, TÚ ME AYUDAS
«Una mano para Oaxaca», formada por nueve jóvenes de distintas partes del territorio, entre ellas Querétaro, Ixtaltepec, Juchitán y Oaxaca, están basando sus primeras acciones en el principio prehispánico del «tequio», una ayuda comunitaria mutua.
«Junto con el horno damos también un kit de harina, huevos y azúcar, para que en la primera horneada regale a sus amigos y vecinos. Estamos basándonos en el tequio, en este momento en el que todos estamos ‘jodidos’, todos necesitamos de todos, es momento de dejar la envidia, rencores y corajes al lado», dice Perseida en entrevista telefónica.
Así, están haciendo jornadas de tequio cada tres semanas, con voluntarios de diferentes lugares que ayudan a tirar bardas y construir.
«Es muy importante en estos momentos en que los pobladores sienten que la estructura cultural de sus pueblos se cayó, están muy orgullosos de su cultura y este tipo de metodología prehispánica que no está relacionada con el asistencialismo o la corrupción, es súper importante hacerla vivir», completa Quitterie.
Comentan que la ayuda del gobierno se tardó en llegar pero por fin lo hizo en forma de tarjetas, que pueden cambiarse por material; además de una iniciativa muy parecida a la de ambos proyectos ciudadanos, en donde el municipio de Ixtaltepec donaba dinero a los afectados para reconstruir sus hornos, «el tema fue que no hicieron un diagnóstico casa por casa, entonces otorgaron recursos a quienes no lo necesitaban o que no se dedican a eso y además hicieron un presupuesto erróneo, pues a quienes necesitaban hornos de pan les dieron 9 mil pesos y a quienes necesitaban comixcales, les dieron 19 mil, lo cual es totalmente contrario», dice Tenorio.
Por su parte, Gubidxa muestra reserva en el tema de los apoyos: «Toda iniciativa humanitaria cuando es transparente, debe ser apoyada y aplaudida. Pero toda iniciativa humanitaria que no es tan transparente, cuyos beneficios no se pueden rastrear de manera directa, son de dudosa legitimidad porque con el argumento del desastre económico, mucha gente que quizá no se afectó va a tratar de sacar algún tipo de ganancia. El turismo es importante para el estado como tal, pero las ciudades turísticas, como la ciudad de Oaxaca, Puerto Escondido, Huatulco, ninguna tuvo algún tipo de afectación. Si se hiciera un programa turístico en las regiones afectadas, adelante, sería magnífico porque el simple hecho de que hubiera presencia de turistas, independientemente de en qué gastaran su dinero, ya implica una ganancia que se queda acá, pero proponer un mero programa incentivo al turismo sin cuidar que los beneficiarios sean verdaderamente personas damnificadas, creo que puede ser cuestionable.
Desafortunadamente no está siendo así, todo lo del Fondo de Desastres Naturales (Fonden) está llegando a las famosas tarjetitas, que a los de pérdida total les dan 90 mil pesos canjeables en grandes tiendas de material que venden varilla, cemento y todo lo que se produjo en otro lugar. La gente no puede comprar ladrillos, porque las ladrilleras locales no aparecen en la lista del Fonden. Ese dinero que está entrando no se va a quedar en la región, se va a gastar aquí pero con una terminal electrónica y va a ir a parar al proveedor original, de hecho ya llegaron sucursales de todo, que venden artículos para baño, azulejos, cementos, varillas, que aparecieron de la nada», finaliza.
CONTACTO
Para conocer el resto de sus iniciativas y cómo ayudar, las asociaciones están a disposición en sus perfiles de Facebook.