El Hospital de Xoco tuvo que evacuar pacientes que atendía antes del temblor en su área de Urgencias y su personal trabajar bajo un plan de emergencias por desastres para recibir a los heridos. «Se llenó la terapia intensiva», comentó el director del nosocomio, Jorge Aviña.
El médico que recibieron al primer herido a las 13:51 hora local, menos de 40 minutos después del sismo. En las siguientes 19 horas, sus médicos y enfermeras enyesaron e inmovilizaron a 37 personas y practicaron cirugía a 11 más por la gravedad de sus fracturas o de sus lesiones en tórax o abdomen.
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Por Luis Brito
Ciudad de México, 23 de septiembre (Xinhua/AP/SinEmbargo).– A Ilda Corella, una enfermera de 58 años, el temblor de magnitud 7.1 del pasado martes la sorprendió viajando en el metro de la Ciudad de México. Corrió igual que el resto de los pasajeros cuando el tren abrió sus puertas, pero su pie izquierdo se atoró en un hueco donde el costado del vagón chocaba con la acera del andén a causa de la sacudida.
Su hija, Alejandra Ruiz, describe lo que ocurrió con la mujer que iba camino a su turno en un hospital público: «El vagón le destrozó su pie por el movimiento del temblor, le aplastó el pie… Ya le hicieron cirugía, pero pues sí le amputaron su pie».
La enfermera es una de las 50 personas que el hospital general de Xoco, en el sur de la capital, atendió en las horas posteriores al temblor por fracturas o lesiones internas. Algunos pacientes las sufrieron cuando su hogar se derrumbó, otros cuando un muro les cayó encima y otros al ser atropellados mientras corrían despavoridos porque la capital del país se mecía.
Ruiz dice que un vecino encontró a su madre tirada en el andén de la estación Nopalera y la cargó a la calle. Policías la subieron en su patrulla para llevarla a un hospital cercano, pero la lesión de su pie necesitaba atención especializada.
Casi de inmediato, un helicóptero de la Policía la trasladó a Xoco porque es un nosocomio conocido por su servicio en traumatología.
«Ella dice que cuando vio la gravedad sabía lo que probablemente pudiera pasarle. La veo muy serena, muy tranquila, es un proceso muy duro pero hay que echarle ganas», expresa la hija, una policía de 28 años, a las puertas del hospital.
Según el Gobierno mexicano, el saldo total del sismo es de 305 víctimas fatales sumando las muertes en los estados de Morelos, Puebla, México, Guerrero y Oaxaca.
Para enfrentar la situación, el hospital de Xoco tuvo que evacuar pacientes que atendía antes del temblor en su área de Urgencias y su personal trabajar bajo un plan de emergencias por desastres para recibir a los heridos, dice en entrevista su director, Jorge Aviña. «Se llenó la terapia intensiva», comenta.
Detalla que recibieron al primer herido a las 13:51 hora local, menos de 40 minutos después del sismo. En las siguientes 19 horas, sus médicos y enfermeras escayolaron a 37 personas y practicaron cirugía a 11 más por la gravedad de sus fracturas o de sus lesiones en tórax o abdomen.
«La gente se quedó a laborar después de su turno de salida», señala el jefe del centro médico perteneciente a la red de hospitales de la Secretaría de Salud de la ciudad.
La sacudida llegó a la hora del día con más demanda de trabajo. Aviña, un reconocido ortopedista y traumatólogo que en el devastador terremoto de 1985 dirigía un hospital público que atendió a 2 mil 500 heridos, tuvo que abrazarse a una columna ante la fuerza del movimiento.
«Entró la planta de luz, no tuvimos problemas en esos aspectos. No tuvimos problema de agua ni de insumos», destaca.
Aviña expone que en Xoco permanecían hoy internos 13 pacientes del medio centenar que atendieron, cuyas edades iban de los 31 a los 89 años. Cuatro de ellos están en el área de terapia intensiva porque su salud es más delicada.
«¿Cuál es el problema que tenemos? Que son fracturas de tibia, tobillo, [que son] fracturas expuestas de pierna, para que entienda mejor. Tres con traumatismos craneoncefálicos, un paciente con fractura bilateral de fémur, fracturas de tórax y lesiones de abdomen», enumera.
A pesar de los esfuerzos de los médicos, dos de sus 50 pacientes murieron por lesiones a consecuencia de derrumbes. El primero fue una mujer de 50 años a la que le cayó encima un muro de tres metros de altura cuando caminaba por una calle del céntrico barrio Narvarte.
En el hospital subieron su presión arterial para pasarla al quirófano, pero las fracturas de cráneo y húmero, así como lesiones en hígado y vaso, resultaron demasiado graves para la mujer, rescatada por vecinos de entre los escombros y llevada a Xoco en una camioneta.
Así como enfrentaron esa muerte, los médicos lograron una historia de éxito durante las horas más arduas: salvaron al bebé de una embarazada de 34 años que rescatistas internaron casi siete horas después del sismo. La mujer, inconsciente por un trauma tras caerle una marquesina en la cabeza, fue sometida a una cesárea en Urgencias para extraerle al hijo de 34 semanas de gestación.
Ella es una de las pacientes que permanece en terapia intensiva y tres días después no sabe que ya es madre de un bebé sano, pues no ha despertado.
«Vivimos mucha solidaridad entre las compañeras y las jefas. Estábamos concentradas en las áreas que eran prioridad», relata una enfermera en torno a la jornada de emergencia.
Ruiz, la hija de Ilda, recuerda que la tarde del martes era desoladora para quienes, como ella, aguardaban en el hospital por información sobre la salud de parientes heridos por el temblor que derrumbó 38 edificios y fracturó al menos otros 87 en la capital del país.
«No nos queda más que seguir adelante. Mucha fuerza para la Ciudad de México y para todos los damnificados que hay», manifiesta.
PASAN LUNA DE MIEL EN ALBERGUE
Jorge Daniel Huitzil y Erika Castillo Aparicio pasaron su primera noche como marido y mujer durmiendo bajo una enorme lona en un albergue improvisado después del fuerte sismo de esta semana en México.
La joven pareja había programado esta semana para el civil, después de la iglesia y tener su fiesta al final. Pero el mortal temblor del martes de magnitud 7.1 trastocó sus aviones.
El edificio donde vivió quedó tan dañado que es demasiado peligroso habitarlo, así que la pareja quería posponer el casamiento. Pero se enteraron que perderían su lugar en el Ayuntamiento y los mil 19 pesos (unos 60 dólares) que había pagado para reservarlo.
«No hay esperanzas de que haya un temblor, no hay pudimos cancelarlo y hoy fue nuestra boda», dijo Huitzil el viernes pasado, con rostro sonriente, acompañado de Castillo.
Después de la ceremonia, la pareja regresó al albergue instalado en una pequeña plaza cerca de donde vivían. El lugar no hay más que varias tiendas de campaña bajo enormes lonas y ropa lavada secándose en un tendedero.
Sus familiares y los más de menos 80 vecinos de su edificio ayudaron a los recién casados a festejar su boda lo mejor que se pudiera dadas las circunstancias.
Por ahí aparecido dos pasteles. Un hombre con rastas tocó la guitarra y los presentes entonaron la canción clásica mexicana «Cielito Lindo». La pareja accedió al grito de «¡Beso! ¡Beso! «Con un beso rápido en los labios.
El novio y la novia viste ropa casual: Ella lució un suéter de rayas blancas y rosa claro, así como aretes y un collar brillante. Él una camisa azul de cuello abierto.
El casamiento por la iglesia permaneció pendiente por ahora, igual que la fiesta de bodas.
«Aún no hay cosas por nuestras vidas, pero la vida sigue… si se puede, pues adelante», afirmó Huitzil.