La historia de los mojaves, el combate contra las apaches, participar en la caza de los bisontes de Texas, proteger las minas en Chihuahua: Cornelio Callahan, un pistolero llamado Higinio Montoya, en un México salvaje, más allá del futuro, en Un pueblo llamado Redención
Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).- “Los mexicanos dieron un paso en pos de los gringos quienes se pertrecharon detrás de la barra, donde cargaron sus respetivas armas…los dos mexicanos restantes usaron mesas y sillas como resguardo y respondieron al fuego, destrozando con tiros lámparas y botellas de licor”.
Al decir del escritor Imanol Caneyada, este “es un ambicioso relato del salvaje oeste, de proporciones épicas” y para su autor, Hilario Peña, “fue algo que me entusiasmaba mucho escribir”.
“Tal vez estuve todo este tiempo preparándome para esta novela –ganadora del Premio Bellas Artes de Novela José Rubén Romero 2016-, pero antes no podría haberla escrito”, dice de Un pueblo llamado Redención, con páginas que despiden el olor de la pólvora, de las alforjas y de los caballos surcando la llanura.
“Esto no es una novela de la revolución, ni la biografía de un mandatario, sino un western, con pistoleros disparando latigazos de plomo, doncellas en apuros, rufianes desalmados, duelos al atardecer, rarámuris veloces como gacelas y venganzas al por mayor”, dice el boletín de prensa de Grijalbo.
La novela pretende enmarcar los violentos acontecimientos que marcan el desarrollo económico de Estado de Chihuahua, hasta que la Revolución Mexicana termina con los privilegios de los terratenientes en 1915.
Hilario Peña, ha escrito seis libros publicados por Penguin Random House, entre los que destacan el bestseller Malasuerte en Tijuana (2009) y las novelas policiales La mujer de los hermanos Reyna (2011), Chinola Kid (2012) y Juan Tres Dieciséis (2014). Recibió el apoyo del programa Jóvenes Creadores del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes en 2012 y 2014.
Encontramos a Hilario Peña en el Festival Huellas del Crimen, llevado a cabo en San Luis Potosí para honrar la historia de la novela negra.
“Lo que pasa es que no estoy muy de acuerdo con el término negro, porque no condiciona ningún estilo. Se ha estado usando de esta etiqueta de manera excesiva, me gusta el término hard boy o directamente literatura policial”, dice el entrevistado, mientras que alaba que este tipo de prosa “siempre nos esté contando algo”.
“El protagonista es la historia, no necesariamente qué hace o quién es el autor. El lector tiene la certeza en la novela policial que siempre le contará una historia”, afirma, quien por otro lado comienza a hacer la promoción de su libro (¡462 páginas!), Un pueblo llamado Redención, muy satisfecho con la tarea encomendada.
La carrera de Hilario Peña es un poco meteórica, ha publicado una novela por año desde que comenzó a escribir en 2009 y sus sueños de autor se han cumplido, dejando de lado la voluntad de ser ingeniero.
–¿Cómo es la novela nueva, Hilario?
–En 1650, los indios en Taos, lo que viene siendo Nuevo México, se rebelaron contra los franciscanos porque le prohibían rendirle cultos a sus santos, son unos monitos que parecen muñecos de vudú. Masacraron a todos los españoles en esta comunidad de Taos y estos españoles contaban con caballos de origen árabe, que los dejaron libre. Cuando estos caballos se desperdigaron por la gran llanura, se reprodujeron y fueron utilizados por tribus guerreras, como los comanches. Se volvieron grandes jinetes guerreros, combatían además con otras tribus enemigas montando sus cabalgaduras. Esto dio paso a una generación de guerreros muy eficientes.
–Claro, por el caballo….
–En 1822 se da la Independencia de México y lo que ocurre es que estaba el territorio del Norte de México, Texas, Arizona, protegido por presidios militares que quedan abandonados con la independencia, ya no hay protección para la gente y quedan a merced de las incursiones bárbaras. Básicamente eran muy violentas, cobraron muchas vidas del lado mexicano. Esto fue un factor determinante para perder el territorio de Texas y todo lo que vino después: Nuevo México, Arizona, California, etc. Ese territorio queda abandonado y es difícil de defender.
–¿Es decir que el papel que tuvieron esas tribus hostiles fue la pérdida del territorio?
–Sí, es un fenómeno poco estudiado y poco reconocido como un factor, pero así fue. Otra fecha que me parece clave es que en 1849, la Gobernatura de Chihuaha aprueba pagar 150 pesos por cabellera india recibida en la tesorería. Por cada pelambre arrancada al indio hostil se pagaba ese dinero. Incluso se formó un grupo armado conocido como la Sociedad de Guerra contra los bárbaros. Eran estos mercenarios que llegaban al Palacio Municipal, con alambres y decenas de cabezas sangrantes. Ahí estaba el tesorero contando pelambre por pelambre. Seis años después, en 1856, el presidente Ignacio Comonfort promulga la Ley Lerdo, que lo que hace es desamortiza fincas rurales y urbanas en poder del clero, para hacerse de recursos y pelear contra la intervención francesa. Subastaron a muy bajo costo estas grandes fincas y es ahí cuando se me ocurrió mi novela. Se me ocurrió en hacer un gran capitalista del Norte, que se haya enriquecido vendiendo pelambres de los indios hostiles y luego beneficiándose con la Ley Lerdo.
–¿Entonces tu novela es histórica?
–No, es un western. Este señor, a quien yo llamé Don Vicente Ildefonso Ponce de León Quijano y Castillo y le di rasgos como los del Quijote, aunque no con ideas tan romantizadas, me dio un poco la novela hecha, aunque todavía no escribía nada. Me llevó mucho tiempo investigar, a documentarme, seguí leyendo libros de historia hasta que de pronto en un trabajo de Francisco Almada descubrí que había un hombre de Escocia llamado Cornelio Callahan, que defendía minas en Pinos Altos y ahí fue cuando decidí empezar. Así que tenía a los dos villanos, aparece un pistolero que se atreve a retar a estos dos tiranos en un pueblo llamado Redención.
–Muy divertido poder escribirla…
–Sí, de hecho yo por eso la llamo western y no novela histórica; porque desde un inicio tenía claro que no quería hacer novela de la Revolución y tampoco quería hacer otra novela de la intervención francesa, como lo que ha hecho Enrique Serna, Fernando del Paso. No quería tratar un gran acontecimiento, me interesaba mucho ese período de entreguerras, porque no se había contado lo suficiente. Quería oler el miedo de los habitantes de esas latitudes de las incursiones bárbaras. Quería escuchar al sereno por las noches, quería oler esas cabelleras sanguinolentas y usé la literatura para echar luz sobre esta época.
–¿Qué te trae al presente de esa época?
–Es que otra vez padecemos de los bárbaros, la prueba es que ya no somos dueños de nuestros propios caminos, ya no nos podemos desplazar libremente. ¿Qué tanto estoy hablando del presente? No lo sé, pero posiblemente mucho. Lo cierto es que la violencia no nos ha abandonado.
–¿Y ese territorio de quién es? ¿Es nuestro, de los bárbaros, de Estados Unidos?
–¿Y qué salida hay? La negociación, la amnistía, todo eso es interesante, pero sobre todo haciéndolo como lo hice, no enfocándome en un movimiento social sino enfocándome en los individuos, forma parte de las características del género western.