Al nicaragüense Elvis Garay le bastó estar un mes y medio en la Estación Migratoria “Las Agujas”, del Instituto Nacional de Migración, para conocer toda la red de negocios que se ha desarrollado en ese lugar. Lo que él vio va desde el robo y la extorsión hasta la trata de personas. Y todo sucede bajo la mirada de los agentes migratorios.
El caso de Elvis ha escalado hasta la PGR. Él, luego de salir, supo que no quería dejar las cosas así y a siete años de distancia sigue en la búsqueda de que la justicia se aplique a quienes le provocaron daños en ese lugar al que las autoridades nombran “estancia”, aunque en la práctica es una cárcel. Y para Elvis, un infierno.
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Ciudad de México, 9 de septiembre (SinEmbargo).- La historia de Elvis Garay, un nicaragüense de 29 años, se distingue de la de otros migrantes centroamericanos que abandonaron su país en busca de mejores oportunidades, pero coincide en que su paso por México fue una tragedia.
Elvis fue acusado de un delito que no cometió y agentes del Instituto Nacional de Migración (INM) lo detuvieron en el Estado de México. Fue llevado a un lugar donde “reguardaban a todos los extranjeros en tanto se solucionaba su situación”. Ese sitio era la Estación Migratoria “Las Agujas”.
Centros de derechos humanos y organizaciones civiles han denunciado la realidad de estos sitios en donde las violaciones a los derechos humanos son graves y han persistido en los últimos 15 años a pesar de todas las recomendaciones hechas tanto al INM como a la Secretaría de Gobernación. Entre las quejas están que realizada la detención, cuando los migrantes ingresan a las estaciones migratorias no reciben ninguna información sobre su condición o su proceso y sólo se les ofrece ser deportados sin importar sus condiciones de seguridad; no tienen derecho a un abogado, son criminalizados, no tienen derecho ni a una llamada telefónica y tampoco hay traducción al inglés, francés ni a lenguas indígenas para los casos de algunas personas centroamericanas.
Se ha criticado incluso el error eufemístico de parte del INM, que no reconoce que realiza detenciones e insiste en llamar a estos actos “resguardo de personas migrantes”.
Elvis Garay fue testigo y sufrió en carne propia el maltrato. Y denuncia que en todos los actos violentos están vinculados los agentes migratorios, ya sea realizando el delito o dejando operar a miembros de la Mara Salvatrucha y a polleros.
Luego de la experiencia, salió, conoció al Padre Alejandro Solalinde y emprendió una batalla que libra hasta la fecha y que ya escaló hasta la Procuraduría General de la República (PGR).
Pero a esas alturas se encontró con más problemas. Su denuncia está en las oficinas de la Unidad de Investigación de Delitos para Personas Migrantes, también de la SEIDO, en manos de Leonor Figueroa Jácome.
Esta, funcionaria, dice, le explicó a él y al Padre que estaba dispuesta a darle conclusión al caso y llegar hasta las últimas consecuencias, pero con la única condición de que cambiaran un detalle de los hechos; quería que Elvis dijera que no estuvo detenido en “Las Agujas”, sino en la Estación “Siglo XXI” que está ubicada en Tapachula, Chiapas.
No dio razones, pero ellos lo tienen claro: el encargado de la Estación Migratoria “Las Agujas” es Víctor Vargas Ramírez, que es el sobrino de Aurelio Vargas Fosado, titular del INM, “Lo que PGR no quiere es ensuciar el nombre de Víctor Vargas”, sentencia Elvis Garay, que contó su historia a SinEmbargo.
LLEGAR A MÉXICO
Elvis llegó a México en enero de 2010. Solicitó su ingreso al país de manera legal con una visa y entró con toda su documentación en regla. Se casó en Nicaragua con una mujer de origen mexicano y por ella vino a vivir al Estado de México.
“Yo nunca había tenido interés dejar mi país. Doy gracias a Dios que no soy de esas personas que por situaciones económicas o por algún tipo de problema se ven obligados a abandonar su país. Afortunadamente nunca tuve la necesidad, sólo que me sentí obligado a venir con mi mujer. Recuerdo que cuando les dije a mis padres que me venía a México, ellos me dijeron que no lo hiciera, que no tenía la necesidad de migrar a otro país, que me habían dado estudios, todo. Ellos estaban en desacuerdo de que yo saliera del país. Intenté convencer a mi esposa porque no quería venir a México. Sin embargo, después de platicarlo con ella, accedí a venir”, cuenta.
Buscó trabajo de inmediato y consiguió uno. Fueron tres años en los que se sentía orgulloso de su trabajo. Logró posicionarse en una compañía de calzado y define esos primeros tres años en México como una maravilla, “todo iba excelentemente bien; había entrado en un puesto de vendedor, pero eché a andar mis conocimientos, porque al ser de otro país no es tan fácil que te revaliden estudios escolares, pero gracias a mis conocimientos me asignaron una tienda a mi cargo. Entonces me iba mucho mejor. Pero siempre pensaba en regresar a Nicaragua porque no pensaba que me podía adaptar a este país”.
Pero llegaron otro tipo de problemas. Narra que se enteró que la familia de su ahora ex esposa, particularmente su papá, estaba en negocios que tenían que ver con el narcotráfico.
“Yo le pedí a ella que nos separáramos de su familia por completo, que nos podíamos ir a otra ciudad y empezar una vida desde cero, pero sin tener a esa familia a un lado. Ella me dijo que lo iba a pensar. Ese día me fui a trabajar, salí de noche luego de una larga jornada y llego y todas las cerraduras de mi casa habían sido cambiadas. Ahí empezó esta nueva etapa de mi vida. Me separé de ella y ella me denunció en mi trabajo por maltrato y porque estaba como ilegal en el país. A la empresa se le hizo fácil despedirme sin pagarme ninguna de mis prestaciones”, agrega.
Quedó en la calle, cayó en depresión, pero luego de recibir ayuda encontró otro empleo en una tienda. Cuenta que su esposa lo localizó y le propuso una reconciliación, pidió perdón y el accedió con la condición de que ella se alejara de su familia, por el bien de ellos. Ella no accedió y le dijo “vas a tener noticias mías”.
Al día siguiente llegaron agentes de migración a su trabajo y preguntaron por él, se presentó y le dijeron que estaba detenido por violación y robo.
“Se me hizo un chiste y reclamé que fueran agentes de migración los que fueron por un delito de robo y violación cuando la ley no lo faculta a hacerlo, sino un policía federal o estatal, ‘tú serías la última persona por la que yo pasaría porque tú serías el encargado de deportarme en caso de que se me comprobaran los delitos’, le dije”.
El agente sólo me dijo “te agarramos, rata. Vas detenido”. El accedió a la detención porque pensó que sería fácil demostrar que la acusación era falsa. Lo llevaron a Toluca, a unas oficinas de migración donde lo mantuvieron tres horas. Ahí le explicaron que lo iban a llevar a un centro migratorio, a un centro de convivencia donde se le daba un trato digno a las personas extranjeras hasta que se compruebe si tienen pendientes con la autoridad mexicana o si están regularizados.
“Me dijeron que era una estancia migratoria donde se nos guardan nuestros derechos, que era un lugar seguro. Esa versión me tranquilizó, sin embargo la realidad fue otra. A las 6 de la tarde me llevaron a la Estación Migratoria de Iztapalapa. Ingresé a las 9 de la noche”, recuerda.
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LA VIDA EN “LAS AGUJAS”
“Desde la entrada a la Estación se ve a tipos con armas de grueso calibre y supe que eso no era una estancia, sino una prisión, una cárcel. Tuve miedo, pero no lo demostré. Nos abrieron la puerta, ingresé y la primera puerta que nos abrieron un agente de migración me dijo: ‘bienvenido al infierno’, así tal cual. ‘Te va a gustar’, me comentó. Y se puso a reír”, cuenta Elvis.
De acuerdo con el documento “Personas en detención migratoria en México” elaborado por el Consejo Ciudadano del INM, dentro de las estaciones, a los migrantes se les restringen las visitas y se limitan solo a familiares directos, discriminando vínculos como uniones libres o parejas homosexuales. Las visitas son en lugares poco dignos y sin algún horario fijo; también se castiga a las personas prohibiendo la visita.
Por parte de los agentes del INM hay violencia física o en forma de insultos y amenazas de muerte; hay negación de alimentos, de productos de higiene o atención médica.La discriminación surge por las preferencias sexuales o por el origen de los migrantes.
Hay un uso sistemático de celdas de castigo o “cuartos de tratamiento especial” que adentro son llamados “pozo” o “calabozo” y son espacios con condiciones indignas.
En ocasiones son las personas de la comunidad LGBTTTI o con alguna enfermedad mental las que son encerradas ahí como forma de “protección”.
En el caso de mujeres migrantes, solo 1 de cada 4 tuvo una revisión inicial por una persona de su mismo sexo; sucede lo mismo con las áreas asignadas a mujeres, que son vigiladas por hombres, lo que ha provocad varios episodios de acoso sexual por parte de guardias hacia las mujeres.
Hay insuficiencia de toallas sanitarias y los mecanismos de identificación de violencia asexual, son débiles.
Tampoco se les realizaron estudios para detectar enfermedades como VIH o para saber si están embarazadas y recibir atención y tratamiento.
Según el relato de Elvis, luego de ingresar, en una oficina lo mandaron con un agente de migración, le pidió que se desnudara porque querían ver qué traía y lo pusieron a hacer sentadillas para ver si no tenía algún tipo de droga. Luego regresó a completar el protocolo de seguridad, el registro, le tomaron huellas y pasó a la celda.
Su primera impresión fue que eso era una cárcel y es algo que intenta ocultar el estado mexicano.
“Al llegar vi que había muchas personas, y sobre todo mucho marero, que son los cabecillas de ahí adentro y que trabajan a la sombra de las autoridades de migración. Llegan también muchas personas humildes, en camiones desde el norte, que son de Chiapas, Oaxaca, Guatemala. Ellos traen dinero porque tienen familiares en Estados Unidos que los mandan a traer. Pero aquí pasan por un filtro y son acosados y extorsionados por integrantes de la Mara que trabajan con ayuda del INM. La presencia de la Mara Salvatrucha es una realidad y todo mundo lo sabe, desde los internos hasta los agentes”, agrega.
Del caso específico de Iztapalapa, señala que los mareros trabajan dentro de la cárcel extorsionando a los otros migrantes y están coludidos con la autoridad de migración; dice que quienes llegan a la Estación pasan por un filtro, luego a un cuarto donde son revisadas por mareros que les quitan su dinero, “ellos trabajan adentro, actúan con todo el permiso de los agentes de migración”.
Un día en una cárcel de migración es comer y hacer ejercicio. En palabras de Elvis, “es un día de infierno”, porque no se sabe qué pasará con tu vida. Los levantan a las 6 de la mañana al quitarle los seguros a las celdas. Tienen derecho a tus dos horas de sol y de caminata dentro de la cancha. Hay gente que tiene seis meses o un año y ya tienen un rutina de ejercicio porque mata el estrés. Se distraen con cualquier cosa, leen, conviven.
“Las comidas son de asco”, comenta. Son alimentos que no son adecuados para seres humanos y eso hace de la Estación un lugar peor que una prisión. Así son las tres comidas, pero si se reclama el tipo de comida “te la escupen”.
Está también el tema de la extorsión. Al ingresar a la Estación Migratoria de Iztapalapa les hacen un registro, dejan todos sus datos, los funcionarios de esa estación se quedan toda esa información. Muchos de los centroamericanos que quieren ir a Estados Unidos tienen familiares allá, entonces les marcan a esos familiares y les piden 5 mil dólares a cambio de que su familiar salga de la estación. En ocasiones piden hasta 10 mil dólares.
“Aurelio Vargas dice que se ha estado haciendo limpieza adentro, pero eso no es cierto. Ese señor tiene una reputación delictiva y un corrupto con qué autoridad moral puede acabar con la corrupción dentro de su institución. Eso jamás”, agrega Garay.
Puso otro ejemplo, el de la población de personas de origen indú. Cuando estuvo ahí coincidió con un grupo de 100 personas procedentes de ese país. Ellos pagan una fuerte cantidad de dinero desde que ingresan en la frontera de Chiapas, para que migración los mande a Iztapalapa y ahí les sacan un pase de salida y siguen su camino a Estados Unidos. Pagan 10 mil dólares para salir de ahí.
También menciona los casos de prostitución, “a las 12 de la noche sacaban a las mujeres migrantes más guapas de apariencia y las prostituían y las reingresaban antes de las 6 de la mañana. Eso es algo que todo mundo sabe porque a todos los nuevos se les avisa qué negocios hay, es más, los mareros te cuentan. Nomás en la noche se escuchaban gritos de mujeres que no querían acceder, pero dentro de la estación… si esas paredes hablaran denunciarían todas las atrocidades que se han cometido. Creo que la parte más vulnerada en este caso son las mujeres y las personas gay; son encerradas en celdas de castigo, las que sufren discriminación de parte de los agentes de migración. Ellos son los que sufren más”.
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DESPUÉS DE LA ESTACIÓN
Elvis estuvo un mes con 15 días en “Las Agujas”, que bastaron para que se diera cuenta de todo lo que sucedía dentro de la cárcel. Luego de ese tiempo decidió denunciar, pero no sabía cuáles serían las consecuencias. Confió en unos visitadores de la Comisión Nacional de Derechos Humanos (CNDH) y les confesó que quería denunciar la tortura a la que fue sometido y las violaciones a sus derechos humanos. Después de la denuncia todos los exámenes a los que fue sometido, como el protocolo de Estambul, salieron a su favor.
Elvis dice tener todas las pruebas para que los agentes que le hicieron el daño paguen condena.
Sin embargo, cuenta que el año pasado, la PGR hizo mal su trabajo en lo que fue el levantamiento de la averiguación previa. De los juzgados le hablaron y le dijeron que iban a regresar el caso de nuevo a PGR e iban a exigir que se formulara bien la averiguación previa porque todo el caso estaba mal hecho, ya que la PGR sólo había dado largas al asunto para que disintiéramos.
“El INM desde un principio se negó al caso y dice que yo nunca estuve en sus estaciones migratorias, que no tengo un registro con ellos. Lo han negado todo. Pero cuando proporcionaron el listado de fotografías de todo su personal, yo reconocí a dos personas que cometieron hechos en mi contra”, agrega.
Migración, recuerda, continuó diciendo que el había levantado una falsa denuncia. Adriana Lizárraga, quien ahora es titular de la Fiscalía Especial para Delitos de Violencia Contra las Mujeres y Trata de Personas (FEVIMTRA), era quien llevaba la denuncia, cuando era titular de la Unidad Especializada en Investigación de Tráfico de Menores, Personas y Órganos en la Subprocuradiría Especializada en Investigación de Delincuencia Organizada (SEIDO). Ella dijo que yo mentía porque no había ni un registro en migración de que yo había estado preso en la estación.
“Adriana me dijo mentiroso. Pero el equipo del Padre Alejandro Solalinde y yo empezamos a investigar dónde podíamos encontrar un oficio que demostrara que sí había estado y dimos con él. Ahí se comprobaba todo. Cuando se lo presentamos a Adriana Lizárraga y su equipo de corruptos en la SEIDO, la encaramos y le enseñamos el oficio. Ella se quedó callada y se vio en la obligación de decirle al MP que siguiera el proceso de investigación y anexara el oficio a la denuncia previa que teníamos. Pero tres días después de ese episodio, Adriana giró un oficio en el que se desistía de mi caso y se declaraba incompetente, que su oficina no podía llevar mi caso”, añade Elvis.
La denuncia pasó entonces a las oficinas de la Unidad de Investigación de Delitos para Personas Migrantes, también de la SEIDO, con Leonor Figueroa Jácome. Ahí hicieron el trabajo posible para consignar los hechos. Pero luego, sostiene, Leonor Figueroa le dijo a él y al Padre Solalinde personalmente, que estaba dispuesta a darle conclusión al caso hasta llegar a las últimas consecuencias, con la única condición de que cambiaran los hechos de los delitos.
“No entendimos; concretamente nos pidió que volviera a hacer una declaración en la que yo asegurara que los delitos en mi contra no habían ocurrido en la Estación Migratoria de Iztapalapa, sino que sucedieron en la Estación Siglo XXI de Tapachula. Leonor Figueroa dijo que si cambiábamos el lugar, que sólo así nos daría apoyo. La razón no nos la dijo, pero nosotros lo teníamos claro: el encargado de la Estación Migratoria “Las Agujas” es Víctor Vargas, que es el sobrino de Aurelio Vargas Fosado, titular del INM. Lo que PGR no quiere es ensuciar el nombre de Víctor Vargas. Ellos están dispuestos a afectar a otras personas pero no a sus aliados más allegados. Yo no cambié mi declaración, yo no estoy dispuesto a echarme atrás ni aceptar ningún tipo de propuesta”, comenta Elvis.
Él solo quiere justicia, es decir, prisión para los delincuentes que lo agredieron. En su momento, ya que esta adscrito al Registro Federal de Víctimas, reparación del daño. Pero esa indemnización económica no está en sus prioridades y sostiene que con ver a esas personas en prisión y que la justicia prevalezca, se da por bien servido.
“Ahora estamos escuchando todos los consejos de los abogados. Seguiremos acudiendo a las oficinas de PGR a ver cómo va el caso. Ya hay un equipo de abogados trabajando para pasar el caso a instancias internacionales”, concluye.
PGR RESPONDE
El 12 de agosto, la PGR envió una carta a SinEmbargo en la que aclara que dicha indagatoria no está siendo investigada directamente por la titular, sino, como corresponde, está en manos del Ministerio Público responsable y que Elvis ha acudido a la Unidad en diversas ocasiones, a acompañado del Padre Solalinde y cuando se dialogó puntualmente sobre la investigación, estuvo acompañado solamente de su abogado.
En esa ocasión, continúa la carta de la PGR, «se les hizo una presentación con fortalezas y debilidades sobre la posible consignación. En ningún momento, ningún servidor público de esta Unidad de Investigación le solicitó a Elvis Garay o a su abogado, que cambiara el lugar de los hechos; por el contrario, toda vez que sus declaraciones son poco claras, se le ha manifestado y reiterado en diversas ocasiones, que si tiene más elementos que aportar con mucho gusto que acuda a ofrecerlos en el marco de la investigación».
Y la carta, firmada por Leonor Figueroa Jácome, concluye que «para acreditar la Comisión de un delito cualquiera que sea, se tienen que acreditar las circunstancias de tiempo, modo y lugar con todas las pruebas que obran en el expediente (…) De ninguna manera se le insinuó, ni se le dijo a Elvis Garay que cambiara ningún dato. En la UIDPM, nos dedicamos a Investigación ministerial que ayude al acceso a la justicia de las personas migrantes y sus familias».