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Tomás Calvillo Unna

23/08/2017 - 12:00 am

Texto para la tía

Su secreto más profundo es el amor: Sostener a los suyos y a los otros; A los que llegaron cruzando la calle y A los de la misma sangre

amapolas Pintura De Germán Gedovius

Su secreto más profundo es el amor:

Sostener a los suyos y a los otros;

A los que llegaron cruzando la calle y

A los de la misma sangre

¿Cuántos? ¿Cuántas?

muchos, muchas

cada uno con su nombre y su plato

de arroz y lentejas y a veces, porque no,

de paella.

 

Siempre  firme y dulce a la vez.

Querida y respetada.

Alegre conversadora,

con sus puntos de vista,

sin darle vuelta a las cosas.

 

Dispuesta y comprensiva.

 

Lista siempre, para explorar el mundo sin prejuicios.

Valiente, muy valiente, y cuidando lo suyo, a los suyos;

sin cerrar la puerta a los nuevos que llegan,

o a los que se reciclan,

novios, novias, esposas, esposos

amigos, amigas, yernos y nueras

y hasta gatos, perros y loros.

 

Vitalidad pura la Nona,  que sin hacer ruido

está ahí, acompañándonos;

desde Cuautla, su río no lejano

y la silla de ruedas de su padre;

y las mascarillas de lodo en Agua Hedionda;

y Acatlipa y sus tortas y tarántulas;

y su San Luis Potosí donde se enlazaron sus antepasados,

recordados por la maestra de piano y profesora de francés

bajo la imagen del General De Gaulle;

el Cónsul  alemán, diestro diseñador ebanista e industrial;

Lituania y Hamburgo en la Gran  Chichimeca;

Germán, habitado por el silencio y el color,

pintor de la burguesía y maestro de Diego Rivera;

y los que bajaron de Chihuahua siguiendo a Juárez,

en su retorno victorioso a la capital, y a esperar más de un siglo y medio,

para probar las mieles y el veneno del Poder de la Republica.

 

Ella, con paciencia y precisión de la buena cocina, de su aprecio,

juntando las semillas pérdidas para poner la mesa de la memoria familiar.

Buscando que nada nos falte, ni la azúcar, ni la sal, en su recetario

cuyos dibujos y humor la enamoraron de Néstor su esposo,

el abogado de los trabajadores y de la universidad, que ya partió.

 

Curiosa, curiosísima por saber de dónde venimos y dejando a cada uno a dónde vamos.

 

Arqueóloga, paleontóloga e historiadora del ADN;

decidida no sólo a encontrar los retratos

de los abuelos, bisabuelos y los que alcanzaron foto o pintura,

sino también,

indagando sobre los rabinos ocultos que dejaron sus huellas en el viejo continente;

y en los rasgos, rostros y perfiles de las Anas y de los otros;

la misma presencia, le llaman a ese aire común que se encarna.

 

Ah y la crema de aquel tío abuelo bisabuelo tatarabuelo, si,

la Nivea,  que inventó el dermatólogo para la piel del mundo y

para un moderado y esquivo orgullo de sus descendientes.

 

Llevó a sus hermanos a conocer el lugar del origen de sus pesquisas y retornaron con tazas, platos y cucharas grabadas

con la imagen de un pueblo alemán nombrado Unna;

donde  resuenan pasajes bíblicos de la Cábala,

del destino de un Rabino que bautizó, tal vez sin saberlo, a una estirpe,

que habita en esta milenaria tierra llamada México:

lugar de la Luna, del ombligo de la Luna,

fértil nombre que resistió conquistas  y perdura

como ignorado mantra repetido millones de veces al día

 

La hermana menor, la Nona, junto a su hermana mayor, Maris;

Ayudándola con entereza y profundo amor a dar su paso más difícil de la vida, su último paso.

Acariciándole su mano izquierda, y rezándole, pidiéndonos que la acompañemos en esa oración del corazón, para decirle a su hermana mayor que tuviera paz, que estaba ella como siempre, a su lado como cada vez que la necesitaba.

La respiración se volvió pausada, profunda, suave, cada más suave, hasta llegar al silencio. La tía Nona nos guió para llevar a nuestra madre a su morada de luz.

La hermana menor le enseñó a la hermana mayor a encontrar su camino.

Gracias Nona por todo esto y mucho más.

 

en Sinembargo al Aire

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