Arnoldo Cuellar
20/07/2017 - 12:00 am
El PAN y la cultura: agua y aceite
Escalante no solo hizo rendir el presupuesto recibido, siempre insuficiente como suele ocurrir en este país, generó un consistente ingreso de taquilla y, además de eso, obtuvo recursos adicionales a través de gestiones personales con dependencias federales y con legisladores de todos los partidos.
Uno no pueden menos que preguntarse cuál fue la terrible falta cometida por el ya ex director del Teatro Bicentenario de León, Alonso Escalante, para merecer el trato que le están dando los consejeros del Fórum Cultural, un grupo de empresarios cercanos a los gobiernos panistas de Juan Manuel Oliva y Miguel Márquez, y el gobierno del estado de Guanajuato que ha permitido este enorme desaguisado.
Durante siete años, el trabajo del equipo coordinado por Escalante, el cual seguramente está ya en vías de desintegración, ofreció una consistente oferta cultural de un abanico amplio de artes escénicas: teatro, ballet clásico y contemporáneo, conciertos de música sinfónica y, sobre todo, una temporada operística basada en producciones desarrolladas localmente.
Se dice fácil, pero seguramente no lo fue. Se consolidó un coro del teatro en base a proyectos locales que fueron capacitados obra tras obra en la que participaron. Se conformó una orquesta del bicentenario que no fue permanente, pero que siempre sonó con dignidad y brillo, lo que es toda una hazaña tomando en cuenta las limitaciones presupuestales y los derechos laborales de los atrilistas.
De función a función, año tras año, se fue conformando un público asiduo, una audiencia e, incluso, merced a las modernas tecnologías de la comunicación, una comunidad que hizo suyo el teatro y que disfrutaba, criticaba, pero sobre todo participaba.
Escalante no solo hizo rendir el presupuesto recibido, siempre insuficiente como suele ocurrir en este país, generó un consistente ingreso de taquilla y, además de eso, obtuvo recursos adicionales a través de gestiones personales con dependencias federales y con legisladores de todos los partidos.
Esa labor, que no solo no era apoyada externamente sino que incluso fue criticada en el seno de su consejo, se extendió al logro de algunos patrocinios privados, sobre todo para posibilitar los dos conciertos de gala con estrellas de la ópera mundial: la soprano alemana Diana Damrau y la mezzo-soprano letona Elīna Garanča.
Así, cosechando un éxito tras otro, convenciendo a escépticos y a críticos, callando a malquerientes, Alonso Escalante y el equipo que conformó le abrieron los ojos a cientos de personas sobre la legítima posibilidad de disfrutar de cultura de calidad en su ciudad y su estado.
Durante muchos años esta posibilidad la brindó el Festival Cervantino, en una compacta temporada al año y con muchos altibajos de calidad, sobre todo en los últimos años, también por cuestiones presupuestales. A diferencia de esa opción, el Bicentenario de León ofreció un programa anual consistente que se reflejaba en la asistencia a cada una de sus fechas y a sus diferentes tipos de espectáculos.
En todo eso ¿alguien encuentra un crimen a la altura del cese fulminante y la campaña de desprestigio emprendida por media docena de consejeros cuyas cartas credenciales en materia de conocimiento artístico permanecen ocultas?
La serie de justificaciones, que no llegan a razones y tampoco son argumentos, esgrimidos por el director del Fórum, Arturo Joel Padilla, y por el Consejo Directivo del Fórum, parecen teñidos de pasión personal, de animadversión, en una palabra de envidia.
¿Esa fue la causa? Dejaría mucho que desear de prohombres tan ilustres como Roberto Plascencia Saldaña, capitán de Flexi y hombre de pensamiento global; de Mariano González Leal, hombre de leyes y de letras; de David González, exitoso fabricante de calzado y del abogado Ricardo Torres Álvarez.
El hecho de que el desafortunado desplegado publicado el pasado martes en dos diarios se haya rebajado a recoger chismes chauvinistas, como el de que Alonso desprecia a los leoneses por ser “zapateros, nuevos ricos y provincianos ignorantes”, deslustra más a quienes lo aducen como una justificación para la medida tomada. Una intriga no puede ser nunca una razón.
En los numerosos comentarios que se han manejado en torno a la medida de cesar a Alonso Escalante he escuchado el de que “nadie debe ser eterno”. Me parece acertadísimo. Mi pregunta es, ¿esto solo le aplica a Alonso? ¿Y qué hay con el consejo, son sus cargos vitalicios, esos sí?
Lo importante, ahora que se ha consumado el despido injustificado de Alonso Escalante (las justificaciones esgrimidas hasta ahora , incluso de ser ciertas, no están por encima de los buenos resultados del teatro en calidad y audiencia), es mantener la alta calidad que se ha alcanzado.
Más difícil que correr a Escalante, con todo lo complicado que ha sido, será fichar a un director de excelencia sobre todo después de que este sepa como trataron a su antecesor.
Quizá lo más importante de todo es que el público que se ha movilizado en redes sociales, los que han escrito en medios, los que comentan en los cafés y los que hoy se decidan a expresar su rechazo a la medida frente a las instalaciones del Fórum, serán los mejores vigilantes de que los consejeros elegidos por el ex Gobernador Oliva y ratificados por el Gobernador Márquez, no agraven su equivocación y, de paso, agravien a una comunidad que ya hizo suyo el teatro como espacio común.
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