Una familia en Orizaba, Veracruz, vive dos historias de horror paralelas. Hacinados en una vivienda de madera y láminas habitan una mujer de 53 años, junto con sus tres hijas de 20, 18 y 15 años… ésta última violada y embarazada por un ex policía municipal que se acercó a su hogar, con el pretexto de colaborar en la búsqueda de un joven de 33 años…
Orizaba, Veracruz, 8 de mayo (SinEmbargo/Blog Expediente).- Desde hace más de cuatro años una doble desgracia envuelve a una familia de Orizaba; un “calvario” que desde entonces les cambió la vida, les robó la tranquilidad, la alegría, la felicidad, y ahora viven entre el dolor, la tristeza, la indefensión, la impunidad y la injusticia social, por la desaparición de un joven, ex soldado, y la violación de una de sus hermanas, de apenas 14 años, -madre de un bebé de un mes de nacido-, a manos de un expolicía que fingió brindar ayuda a los afectados.
Ambas historias se fueron tejiendo en la colonia El Espinal de este municipio, sin que las autoridades encargadas de atender los casos hayan podido hasta el momento dar solución a las denuncias presentadas por los agraviados.
A través de los años, funcionarios han ido y venido, pero los asuntos siguen igual, sin resolverse. Entre estos funcionaros que pasan a la historia y se esfuman sin que hayan logrado resultados positivos de sus indagatorias está el ex Fiscal regional de la Zona Centro, Alejandro Dávila Vera.
Son dos casos que han cambiado la vida de una familia, que hoy enfrenta no sólo el dolor por los abusos, las agresiones, la desaparición del hijo mayor y único hombre en la familia, sino las secuelas del temor, las amenazas y hasta problemas de salud que amenazan seguir minando sus vidas.
Hacinados en una vivienda de madera y láminas habitan una mujer de 53 años, junto con sus tres hijas de 20, 18 y 15 años, esta última violada y embarazada por un ex policía municipal que se acercó a su hogar, con el pretexto de colaborar en la búsqueda de un joven de 33 años, que era el hijo y hermano, respectivamente, de las mujeres.
La gravedad del asunto ha implicado cambios de conducta, problemas económicos y hasta obligado a la familia a abandonar su vivienda, resguardándose en un lugar seguro para pasar las noches.
LA DESAPARICIÓN DE UN HIJO LE CAMBIÓ LA VIDA
El ex soldado del Ejército Mexicano, Yair Déctor Pérez desapareció la mañana del 25 de febrero del año 2013, cuando tenía 33 años. Ese día, se dirigía a su trabajo en Ciudad Mendoza, donde el entonces fiscal Francisco Álvarez Medina integró la investigación número 327/2013, con la declaración de la esposa de la víctima. Además, su madre y hermanas acudieron a interponer otra denuncia ante las oficinas de la Procuraduría General de la República (PGR) en Orizaba.
Posteriormente, cuando llegó la Brigada de Búsqueda de Desaparecidos a la región de Amatlán, la madre de Yair conoció a la coordinadora del Colectivo de Familias de Desaparecidos de la zona Córdoba-Orizaba, Aracely Salcedo Jiménez, madre de la joven desaparecida Fernanda Rubí Salcedo Jiménez, quien el año pasado también encarara y le reclamara al ex gobernador Javier Duarte de Ochoa, hoy preso en Guatemala, que su equipo de investigadores no hacía nada por los desaparecidos.
Con lágrimas, el ama de casa recuerda que su hijo, el exmilitar, desapareció hace cuatro años, y aunado a eso, ahora ella va al día, trabajando en su bazar de ropa usada, donde gana unos centavos para la comida, pagos y mantener a sus hijas, que tuvieron que dejar de estudiar.
Desde su papel de madre y padre, comparte que padece algunas enfermedades como por ejemplo: del riñón, un tumor en la columna, aunque también sufre de migraña, problemas del corazón e hipertensión arterial, pero “me aguanto por el bebé que apenas nació, no tengo para una consulta, y mejor prefiero comprar los pañales”.
Dice orgullosa, que también “coso y pongo cierres, porque tengo una máquina de coser que me regaló mi hijo, y por eso pongo mi letrero para ofrecer mi trabajo, gracias a eso mis hijas han vuelto a la escuela, pero estudian en el sistema abierto”.
Con la mirada perdida, la mujer exclama “¿quién nos está cuidando?, nunca piensa uno que un oficial que se pone un uniforme de policía va a cometer este abuso”. Asegura que también pidieron ayuda en Xalapa, para que al agresor le enviaran un citatorio ante un Juzgado Civil, y le pasara una pensión al bebé, pero sólo les dijeron que iba a seguir la investigación.
Sentada frente a un comedor circular, mientras revuelve unos documentos, lamenta que “para nosotros ya no hay fiestas, no hay Navidad, no hay 10 de Mayo, ni siquiera salimos a pasear, a mi hija de 18 años le agarró azúcar, y la otra se me anda desmayando, ya no vivimos”.
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“¿Dónde está mi hijo? ¿Lo encontraremos? a él se lo llevó la Policía Federal, ahora vemos personas extrañas, cuando se lo llevaron supuestamente fue el operativo Veracruz Seguro 2013, y luego lo anduve buscando hasta la frontera, en Quintana Roo, en penales, en CERESO federales y nada. Por andar buscando a mi hijo descuidé a mis hijas. Mi hijo era el mayor y era el que me ayudaba, incluso cuando empezó en el Ejército me mandó dinero para pagar mi espacio en el mercado, para mi bazar”, asegura la afectada.
Yair sólo estudió la secundaria, luego se fue al Ejército y cuando salió le dieron sus centavos. Luego ingresó a trabajar a la Policía Bancaria en Orizaba, donde conoció a su mujer, con la que procreó a dos hijos, una niña de 13 años y un niño 11, que tuvo problemas al nacer. Ellos quedaron bajo la custodia de su abuela materna, ya que ante la desaparición de Yair, la madre de los niños se fue a vivir con un militar.
Yair formó parte del grupo táctico de Policía, en Mérida Yucatán. Aunque nació en el municipio de Nogales, cuando tenía dos años su madre lo trajo a vivir a Orizaba, luego de que se disolviera el matrimonio por el maltrato que a la señora le daba su marido, el padre de Yair, quien trabajó durante 36 años como policía municipal.
Triste por el recuerdo, la mujer cuenta que “a mi hijo yo lo crié trabajando, le di estudios y me decía que cuando fuera grande se iba a ir al Ejército. Siempre tenía esas ilusiones, agarraba un palito y se montaba sobre él, diciendo que era su rifle. Cuando cumplió 18 años dijo que se iba, por esas fechas llegaron unos militares al parque Castillo a reclutar personas y él metió sus papeles, y aunque era chaparrito, en ese tiempo todavía aceptaban chaparritos”.
Llora al acordarse que se le arrodilló y le suplicó para que no se fuera, pero de nada sirvió y “después lo tuve que acompañar unas cuadras, cuando se fue al cuartel y de ahí se lo llevaron a formarse como soldado en Guamuchil, Sinaloa. Le eché sus cosas como el hilo, las tijeras y le eché su bendición”.
Yair era un joven a quien le gustaba correr, así como ir a nadar a la laguna de Ojo de Agua, Nogales, Rincón de las Doncellas, Matzinga, a donde a veces llevaba a su madre y sus hermanas. También le gustaba comer barbacoa, en Acultzingo, o si no, ella misma se encargaba de traerle del mercado un kilo de esa carne para que comiera su hijo. Así lo recuerda su madre, como una persona muy amigable, muy llevadera.
Dice no tener miedo por continuar en la búsqueda de su hijo, pero si estar decepcionada de las autoridades.
En una libreta de la escuela, una de sus hermanas tiene anotado que el 15 de noviembre del 2016, a las 10:30 de la mañana, se comunicó con la Operadora 73 de la Coordinadora de Atención Ciudadana y Denuncia de la PGR, donde les informaron que Yair había estado detenido en México y que ya estaba procesado.
Al insistir en mayores informes, los comunicaron a la Coordinación del Centro Federal, pero les informaron que no había datos de la detención, e incluso recurrieron al Fiscal de la Unidad de Personas Desaparecidas, Moisés Castro, pero tampoco hubo una respuesta.
Ya como último recurso, tras cuatro años de movilizaciones, marchas y plantones, la mujer pide que siga la investigación, y que si alguna autoridad tiene algún informe del paradero de su hijo se lo hagan saber, ya que tengo más de cuatro años buscándolo y no sé su paradero”.
ABUSA EX POLICÍA DE UNA NIÑA, APROVECHANDO AUSENCIA DE LA MADRE
En abril del año pasado, el ex policía municipal Lázaro Xalamihua González, de 36 años, violó y embarazó a una niña de 14 años. Aprovechó que la madre del joven desaparecido Yair Déctor Pérez había dejado solas a sus hijas, para trasladarse al municipio de Amatlán, y reunirse con la Primera Brigada de Búsqueda de Desaparecidos, en la cual participaban personas de otros estados.
La víctima dio un giro radical a su vida. No sabía qué hacer con su bebé, y hasta tenía la idea de regalarlo. “No quiere al bebé y pensaba regalarlo, pero yo hablé con ella y le aclaré que él no tiene la culpa, de hecho el niño duerme conmigo y yo lo atiendo”, expone la madre de la menor.
Su agresor, Lázaro Xalamihua, domiciliado en la colonia El Espinal, era oficial de la Policía Municipal de Orizaba, donde meses después lo dieron de baja.
Lázaro se acercó a la familia de la menor porque era amigo de su padre, quien durante 36 años también trabajó en la Policía Municipal, y de vez en cuando lo invitaba a su casa, donde se enteró que su hijo Yair estaba desaparecido y se ofreció para brindar ayuda a la familia, dándole su número de teléfono a sus hijas, con quienes empezó a tener comunicación, hasta que a mediados del año pasado violó a la adolescente de 14 años.
Posteriormente, junto con su pareja, Ivón Peña, de 32 años, a fines de diciembre pasado, llegaron a la vivienda de la familia para reclamarles que dejaran de andarlo molestando y le propinaron de golpes a la madre e hija. Aunque en esa ocasión intervino la Policía, las cosas no fueron parejas, pues a la madre de Yair la encerraron junto con uno de sus hermanos que llegó a defenderla, y le cobraron una multa de 400 pesos, pero a la pareja agresora ni siquiera la reprendieron.
“Yo me enteré que mi hija estaba embarazada el 28 de diciembre del 2016, cuando platiqué con un amigo de Córdoba, que es paramédico, que llegó y me saludó y se me quedó mirando, y me dijo: la niña va a ser mamá. Tenía 14 años, y le dije ¡cómo crees que va a ser mamá! Echamos un taco y me volvió a insistir que llevara a la niña con un médico, por lo que llamé a mi hija y le pregunté si estaba embarazada y llorando me dijo que sí, por lo que le respondí que cómo era posible si ni novio tenía” recuerda la mujer un tanto desconsolada y con el rostro ya desgastado de tanto llorar.
La menor contó a su madre que su agresor había sido Xalamihua, y que había entrado a la casa por la fuerza, el día que ella se había ido a la Brigada de Búsqueda de Desaparecidos en Amatlán.
“Tengo un mensaje para ti, abre la puerta”, le llegó a decir el agresor a la víctima, mientras su hermana dormía. Pero como no quiso abrirle, él empujó la reja y se metió. Luego, le puso la pistola en la cabeza y le dijo que no gritara, que era oficial de la Policía y no sabía con quién estaba tratando. “Le exigió que no dijera nada porque algo malo podía pasarnos”, relata la señora.
Sin saber lo que había ocurrido, el ama de casa y sus otras dos hijas, le hicieron su fiesta de XV años, pero al paso de los días la notaron delgada y sin ganas de comer, y fue hasta el 28 de diciembre cuando se enteraron que estaba embarazada.
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Tras llevar a la niña con el médico, les informaron que tenía 25 semanas de embarazo. Unas vecinas que acompañaron a la mujer y a su hija fueron quienes pagaron la consulta. En la radiografía pudieron ver que el bebé se chupaba el dedo.
“El día 29 estábamos tristes”, recuerda la madre de familia. Ese día, agrega, llegó un taxi a la casa, “eran las 07:30 de la mañana cuando se paró un taxi y se bajó una mujer, yo no la conocía, se baja y nos empieza a reclamar que qué le andábamos buscando a su marido, él venía en el taxi y cuando le pedí a la mujer que le preguntara lo que había venido a hacerle a mi hija, él gritó que no nos conocía, pero la chiquilla salió de la casa y lo acusó diciéndole: ¡Tú me violaste!”.
Enardecida, la agresora, Ivón Peña, golpeó a la menor embarazada, y cuando la madre quiso defenderla tropezó y cayó. Luego su hermana de 18 años también quiso intervenir, pero también fue agredida.
“Yo enojada la agarré y nos tiramos al suelo, y mi hija llamó a la Policía, nos llevaron a la cárcel, pero sólo me encerraron a mí y a mi hermano que llegó a defenderme, porque a ellos los dejaron sentados en el pasillo, como agraviados, yo les reclamé, pero una licenciada sólo me dijo que cuando saliera buscara un abogado”, recuerda aún la afectada.
Desconsolada, la madre de la niña señala que “ese mismo día fuimos a poner la denuncia por violación, pero es la hora que no ha salido la orden de aprehensión contra el acusado, a pesar de que vinieron los peritos a la casa para ver si hay iluminación, para ver el lugar donde fue la violación, para ver si no había perros que pudieran haberle ladrado al ver al desconocido”.
Un mes después, las agraviadas fueron a la Fiscalía para conocer el avance de la denuncia, radicada en la carpeta de investigación 27/32/2013/ESP, pero la fiscal María Isabel Hernández Cruz les informó que un juez le había dado un amparo al acusado y que no se podía hacer nada.
La madre de familia no pudo más que protestar por eso y aseguró que su hija estaba grave, porque su embarazo era de alto riesgo y estaba en peligro su vida. “Les dije: son unos corruptos, les pregunté cuánto dinero les dieron, porque no me mostraron ningún documento del supuesto amparo”, acusa.
Cuenta que después de eso, pidieron ayuda a la Policía Ministerial porque a su casa llegaban a intimidarla sujetos a bordo de camionetas verdes y coches blancos. Incluso la patrulla 05, en la que andaba el entonces policía agresor, se paseaba frente al domicilio, y aunque las víctimas se quejaban en Xalapa, no cesaban los acosos, y por el contrario descubrieron que sujetos de un vehículo blanco llegaban a tomar fotografías de la casa. Ahora, sólo utilizan la vivienda de día, pero de noche se van a dormir a otro lado.
QUERÍA SER VETERINARIA LA MENOR VIOLADA
La adolescente que fue atacada y resultó embarazada pensaba estudiar, ser veterinaria, porque le gustan mucho los animalitos, pero también quería estudiar repostería, debido a que es muy “comeloncita” dice su madre.
“Ella era muy quieta, nunca salió a bailes, ni al cine, son niñas muy quietas que a las seis de la tarde ya están metidas en su cama, estudiando la biblia”, expone su progenitora.
Pensaba superarse, dice, pero aún después de lo que pasó, ahora platica con ella, ya se está recuperando, saliendo de las secuelas, ahora está más con sus libros, y le dicen que por medio de la Fiscalía puede conseguir una beca, para que por lo menos estudie una licenciatura o sea una doctora para salvar vidas. “Hay ratos en que abraza a su hija, se arrincona y llora, pero estamos saliendo adelante sin la ayuda de la Fiscalía, ni Derechos Humanos, ninguna de esas autoridades que deben hacer su trabajo”, lamenta la afectada.
Ya enardecida, acusa que “el tipo –Lázaro Xalamihua- no tiene el suficiente valor para reconocer a su hijo, si él diera la cara como hombre, tal vez lo perdonaría porque tiene hijos, pero como no da la cara, le pido a las autoridades que cumplan con su trabajo y a ver cuántos días espero para que salga la orden de aprehensión”.
La familia, quien ha recibido la ayuda ciudadana, que hasta una carreola nueva le llevó al pequeño en estos días, ya no tiene confianza en las autoridades, por lo que lo único que les queda es esperar a que Dios les haga justicia.