Los juarenses volvemos a preocuparnos seriamente por lo que pasa en nuestra región; los primeros ocho meses de 2016 los vivimos con cierta normalidad: había encuentros violentos, casos de crueldad, ejecuciones y homicidios en riña o pasionales, pero todo en los límites de convivencia de esta ciudad por naturaleza violenta.
Aquí hemos aprendido que hay momentos críticos que no se deben generalizar ni por los cuales alarmarnos sino hasta observarlos numéricamente y ver si existe una tendencia de crecimiento de la criminalidad, la que se puede observar cuando hay un incremento constante por lo menos durante seis meses.
De hecho, en Juárez tenemos un índice estándar más elevado en lo que se refiere a homicidios dolosos de lo que se puede considerar normal en otras partes del país y mientras este índice se encuentre entre 15 y 20 homicidios por cada 100 mil habitantes por año, un promedio de entre 100 y 120 homicidios en un periodo de seis meses, decimos con cierta ingenuidad que la ciudad está en paz: se puede salir, comprar y trabajar sin temor de terminar el día como una víctima inocente.
Sin embargo, desde septiembre del año pasado hasta febrero de este año hemos registrado 356 muertes dolosas (60 homicidios en promedio por mes, una tasa de 55 homicidios por cada 100 mil habitantes y el triple del índice considerado normal); ha llegado el momento de sonar la alarma. Esta historia ya la hemos vivido y más vale enfrentarla a tiempo.
Cuando la tasa de homicidios se mantiene tan alta y no se castiga a los criminales, pronto empiezan a aumentar otro tipo de delitos que afectan a la población en general; se eleva la incidencia de secuestros, extorsiones, robo de auto con violencia y se registran más homicidios que el mes anterior, lo que genera nuevos y más elevados signos de violencia generalizada.
Ese incremento en la tasa de homicidios se presenta cuando se rompe la comunicación entre las fuerzas policiacas que trabajan en esta ciudad de manera permanente: la Policía municipal, la estatal, la Policía Federal preventiva y los investigadores estatales y federales; y efectivamente entre septiembre y febrero ha existido un evidente distanciamiento entre las instituciones mencionadas.
Lo primero que se advierte es la baja productividad de las fuerzas federales, que ahora sólo se dedican a presentar detenidos por contrabando de mercancías de uso cotidiano, ventas ilegales de automóviles o a la repentina detención de algún capo famoso, pero que realizan muy poca investigación acerca del crimen organizado que desde 2007 actúa mediante los bandos de los cárteles de Sinaloa y de Juárez.
Además corre el rumor entre la población y los medios locales que una nueva agrupación delictiva, posiblemente ligada a la gente de Jalisco y que empieza a actuar en la zona comerciando con metanfetaminas o cristal, ante el cual las fuerzas federales sólo son espectadoras.
Al mismo tiempo observamos que la Policía municipal llega tarde a los sitios concurridos donde se desatan las balaceras o las ejecuciones (asesinatos a mansalva en restaurantes, bares, centros comerciales, tiendas de autoservicio) y empiezan a usar cada vez más seguido la explicación “fueron tipos que huyeron con rumbo desconocido”, y la ineficacia de las fiscalías para obtener sentencias condenatorias en contra de quienes fueron señalados en un momento como responsables de algún homicidio empieza a ser más frecuente y visible.
Este es el cóctel perfecto para que el estado de Gobierno en Juárez sea disfuncional en materia de Seguridad Pública, lo que genera un vacío de poder que llenan los delincuentes, algunos de ellos con sueldo gubernamental porque también tenemos por cierto que la violencia homicida no puede alcanzar estos niveles si no cuenta con la protección o por lo menos la tolerancia de las instituciones policiacas.
También sabemos, porque lo hemos vivido, cuáles son las soluciones de corto plazo y que permiten enfrentar la situación de crisis, y hemos propuesto repetidamente soluciones de largo plazo con énfasis en las tareas preventivas y en la atención a los grandes problemas sociales y rezagos poblacionales que enfrenta la ciudad.
Sólo actúan coordinadamente las fuerzas del orden es cuando existe supervisión y rendición de cuentas ante la ciudadanía representada por conocedores en materia de seguridad.
Todos estos síntomas, incluso la movilización ciudadana y la exigencia pública de mejores resultados en el quehacer policiaco, hacen que me pregunte: ¿estaremos viviendo el inicio de la segunda guerra por Juárez?