Culturamas

Milan Kundera y el irremediable gusto por el ser

11/03/2017 - 12:03 am

Jugar con el placer de los opuestos es un ritual que acompaña a los escritores tanto o más que al ser humano en su propia existencia. El entendimiento entre una lectura sencilla y una profundidad fértil forma parte de dicho juego. Esta es la partida de ajedrez que hace ya demasiadas décadas escogió jugar Milan Kundera (Moravia, 1929), aunque para el movimiento de sus peones no parece haber pasado el tiempo.

Por Cristina Martínez Torres, Culturamas

Ciudad de México, 11 de marzo (SinEmbargo).- Erotismo y filosofía son en él recursos en estado puro. El poder de unos textos tan estéticos u ontológicos como el lector quiera absorberlos, capaces (al mismo tiempo), de ser historias del vivir más sencillo o todo un manual de supervivencia social.

Algunos no conocen su nombre. No obstante, en checo, Milan Kundera es sinónimo de música y rebeldía casi a partes iguales. La casualidad no es, en ningún caso, la explicación del éxito de sus novelas, la última de las cuales publicó en 2014 bajo el título La fiesta la insignificancia. Un recorrido que empezó en 1967 y que, al mismo tiempo, le alejó de la senda de su patria para acabar en una Francia que le acogió como a un hijo. El viaje de toda una vida que explica su discurrir literario y que se expresa en no pocos elementos autobiográficos reflejados en sus personajes.

Las polémicas de cariz político que siempre le han acompañado no han hecho que olvide un propósito escaso entre los opera autoris: ser invisible. Por mayor que sea su empeño, el talento de Kundera desborda la pluma. Tampoco es casual, a pesar de que el autor insista en que «nuestra vida cotidiana es bombardeada por casualidades, más exactamente por encuentros casuales de personas y acontecimientos a los que se llama coincidencias».

Hijo del musicólogo y pianista Ludvík Kundera (1891-1971), realizó estudios de composición musical desde muy joven, algo que ha liberado en el papel reflejando su incansable pasión por Beethoven. No obstante, lo interartístico abunda en Kundera desde diferentes facetas. Si bien comenzó a estudiar literatura y estética en la Universidad Carolina de Praga, pronto decidió dedicar sus estudios al cine para acabar siendo profesor de historia del cine en la Academia de Música y Arte Dramatizado entre los años 1959 y 1969, así como en el Instituto de Estudios Cinematográficos posteriormente.

Las convulsiones políticas ya le habían sobrevenido para entonces. Tras varios años de afiliación, fue expulsado del Partido Comunista en 1950 por presuntas actividades contra la organización. Readmitido seis años después, sería definitivamente expulsado en 1970, relacionado con los acontecimientos acaecidos en la Primavera de Praga. La invasión soviética del país en 1968 ya le había obligado a apartarse del espectro literario tras la prohibición de sus textos, motivo que unido a los anteriores le condujo a emigrar definitivamente a Francia.

Más allá de las abruptas anécdotas de quien ha vivido un tiempo convulso, ver a través de los ojos de Milan Kundera es hacerlo a través de una ventana traslúcida al ser y al mundo que este ha construido. Es sencillo, «quien busque infinito, que cierre los ojos» nos dice.

Una de sus obras que más éxito ha cosechado es, sin cabida a muchas dudas, La insoportable levedad del ser (1984), tributo a los lazos emocionales que se manifiestan en el ser humano desde distintas facetas y que obligan a decidir entre la levedad de quien se estima libre y el peso de quien escoge amar. No debiera confundirse con una novela de temática erótica o amorosa al uso. Más bien estamos ante una reflexión constante y a medida de las huellas que sobre el ser humano depositan sus decisiones ante el espectro que le rodea. La aparente levedad y superficialidad de existir contra el pasado y en busca del futuro, o la aceptación, en tantas ocasiones abrumadora, del peso de tal existencia y la de las personas que nos acompañan. Reflexiones que no estarán exentas de elementos autobiográficos que el autor ha querido grabar en la boca de sus protagonistas, y que muestran el escenario de la República Checa durante la invasión soviética. Así, los personajes habrán de optar por defender o no su honor en el marco de sus libertades. Alexander Dubcek y la Unión de Escritores de Checoslovaquia son sólo algunos de los elementos que Kundera expone sin tapujos para configurar el escenario del fin de la Primavera de Praga.

Descubrir el peso y la levedad de conceptos y situaciones que bien podrían ser relativas. La infidelidad, la libertad de pensamiento, el compromiso, el sentimiento de dependencia o la comunicación misma. Todo ello está en la obra de Kundera y en él respiran las teorías de Nietzsche. Una de ellas abre la obra y es la del eterno retorno, con la que el filósofo alemán dejó perplejos a sus coetáneos. La idea de una vida que pueda repetirse constantemente hasta la infinitud, cuyas experiencias, –las nuestras-, han de repetirse de la misma manera que han sido expresadas dentro de ese círculo incansable.

EL MITO DEL ETERNO RETORNO

Más aún, el mito del eterno retorno nos remite a una evidencia: una vida que se esfuma y no retorna carece de peso, <<está muerta de antemano>>, y nada importa si ha sido más bella o con menor fortuna en tanto que sus cualidades también se desvanecen con ella.

La fugacidad de la existencia configura desde el primer segundo nuestra comprensión del mundo. La mera posibilidad de revertir esta situación transformaría de antemano dicha comprensión y los valores que la acogen. Este es el terreno movedizo sobre el que caminan los protagonistas de La insoportable levedad del ser. Teresa, Tomás, Franz y Sabina configuran sin saberlo un destino mutuo, en el que cada decisión se entrelaza con la siguiente y predispone el recorrido de sus vidas, como un círculo sin finitud entre los cuatro. Kundera es el altavoz de una las postulaciones nietzscheanas fundamentales, la cual se pregunta qué pasaría si obrásemos sin el temor a un horizonte de infinitos retornos. Vivir sin miedo equivale a alcanzar el superhombre. Si sus personajes tuvieran que volver a vivir su vida de nuevo, debieran poder hacerlo sin temor.

La estética kunderiana desborda en sus líneas la sensualidad y la emoción, y acoge sin prejuicios sentimientos tan primarios como complejos. Envuelta en una lectura sencilla pero lejos de lo banal, las inquietudes de los personajes se revelan en la boca de cada uno de ellos, cuyas vivencias se distribuyen minuciosamente capítulo a capítulo, a fin de garantizar ese propósito de novela natural y realista. Las pasiones que reinan en ellos se prestan tan intensas como las imágenes de erotismo que Kundera nos presenta y que muestran una belleza tan sensual como tierna, encarnada en gran medida en la figura de Tomás, incapaz de asumir el compromiso de quien le ama sin un porqué pero con un pero.

Una dicotomía para la que el autor checo tiene respuesta. El carácter único del ‘yo’, afirma, «se esconde precisamente en lo que hay de inimaginable en el hombre. Sólo somos capaces de imaginarnos lo que es igual en todas las personas, lo general. El ‘yo’ individual es aquello que se diferencia de lo general, o sea lo que no puede ser adivinado y calculado de antemano, lo que en el otro es necesario descubrir, develar, conquistar».

Reflexiones no sólo sobre la amplia esfera del individuo, también en torno a la figura del escritor y de los ojos que a este escudriñan. No se rebela contra lo verosímil de la ficción pero sí contra el ímpetu de hacer reales a los personajes. Estos no nacen de la naturaleza del ser humano, son composiciones (fortuitas en muchos casos) de quien les ha soñado sobre el papel. Así, <<Tomás nació de la frase einmal ist keinmal (una vez es nunca). Teresa nació de una barriga que hacía ruido>>, sostiene el autor.

El mundo literario de Milan Kundera es un compromiso con la realidad que le envuelve y que asfixia y libera a quienes le rodean. La insoportable levedad del ser es seña imprescindible de este propósito.

BIBLIOGRAFÍA DE MILAN KUNDERA

La broma (1967).

El libro de los amores ridículos (1968).

La vida está en otra parte (1972).

La despedida (1973).

El libro de la risa y el olvido (1979).

La insoportable levedad del ser (1984).

El arte de la novela (1986).

La inmortalidad (1988).

La lentitud (1995).

La identidad (1998).

La ignorancia (2000).

La fiesta de la insignificancia (2014).

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Redacción/SinEmbargo
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