Economía

50% de las mexicanas más pobres no sabrá lo qué es ir a la escuela, dice estudio sobre desigualdad

20/02/2017 - 8:00 pm

Sólo siete de cada 10 personas que nacieron pobres en México dejarán de serlo, y sólo el 8 por ciento de los más pobres podrá pasar al sector económico más alto. Ese es el tamaño de la tragedia de la movilidad social México, de acuerdo con un estudio del CEEY. El centro alerta que dentro del escenario negativo, el ser joven y ser mujer son factores aún más determinantes para mantener esa condición de vida por generaciones.

Ciudad de México, 20 de febrero (SinEmbargo).– De acuerdo con un informe realizado por el Centro de Estudios Espinosa Yglesias (CEEY), el 50 por ciento de las mujeres que viven en condiciones de pobreza no lograrán asistir a la escuela, lo que determinará su futuro laboral y el de sus hijos, en caso de que decidan tener una familia.

El estudio detalla que esa condición no será determinada por las capacidades de la persona, sino por su situación de pobreza, por el nivel de estudios del padre e incluso por la percepción de que su situación jamás cambiará.

En México, el 46.2 por ciento de la población vive en pobreza, mientras que 11.4 millones de personas viven en condiciones de pobreza extrema y de ahí posiblemente nunca salgan. Según el CEEY, en el país el esfuerzo de las personas no es determinante para su éxito económico, ya que 70 de cada 100 personas que nacieron en condiciones de pobreza, vivirán pobres incluso 30 años después. Podrán aspirar a escalar a un siguiente rango, pero con ingresos casi iguales a los del primer grupo.

El concepto de movilidad social explica las opciones que tienen los miembros de una sociedad para cambiar su nivel socioeconómico y para identificar la facilidad con la que dichos miembros pueden moverse a lo largo de la estructura socioeconómica.

El grado de movilidad social mide la igualdad de oportunidades en una sociedad. En la búsqueda de movilidad está el aprovechamiento óptimo del talento de los miembros de una sociedad, como una arreglo conveniente para todos.

De acuerdo con el CEEY, el alcanzar grados óptimos de movilidad social permite imaginar un futuro donde las personas, independientemente de sus características físicas y personales, como posición socioeconómica de la madre y el padre, el género, culto, religión o preferencias sexuales reciban las mismas oportunidades y puedan competir en igualdad de condiciones por un puesto de trabajo.

México se caracteriza por contar con una composición relativamente movible en los estratos medios, pero con inmovilidad o persistencia en los extremos de la distribución. Es decir, 48 de cada 100 mexicanos que provienen de los hogares más pobres de la sociedad se mantienen ahí, mientras que 52 de cada 100 mexicanos que nacen en el sector más rico, no se mueven. Sólo el 8 por ciento de las personas que partieron del quintil más bajo alcanzó el quintil más alto de la distribución.

Los hallazgos del estudio muestran que el origen de una persona determina fuertemente sus condiciones de vida. Aunque la sociedad mexicana se caracteriza por altas tasas de movilidad social en los sectores medios y alta persistencia en los sectores más bajo y más alto, la frecuencia de desplazamientos de largo tramo es mucho más baja, ya sea ascendentes (por ejemplo, del sector más bajo al más alto, o del sector medio bajo al más alto) o descendentes.

El escenario se recrudece al analizar la movilidad por género. Las opciones dependen de manera importante del peso de la política educativa para lograr cambiar el rol asignado a las mujeres en los hogares de los estratos socioeconómicos bajos y medios de México.

Los Hallazgos Del Estudio Del Ceey Muestran Que El Origen De Una Persona Determina Fuertemente Sus Condiciones De Vida Foto Cuartoscuro

“En la medida que la política educativa resulte exitosa, se podrá lograr que el porcentaje de mexicanas que participan en el mercado laboral crezca. Lo anterior, a su vez, potencialmente tendrá un impacto positivo en sus opciones de movilidad social, además de que generará externalidades positivas para el futuro de toda la población mexicana”, dice el estudio.

Actualmente, el 50 por ciento de las mujeres no podrá cumplir con los ciclos escolares, pero esta condición será una consecuencia de que el padre no haya estudiado. Caso contrario con los hombres, que a pesar de que el padre no haya estudiado, el 85 por ciento accederá a la educación.

De este problema se derivan otros. Por ejemplo, en la inserción laboral, quien tiene un empleo informal como primer empleo, tiene mayores posibilidades de seguir en la informalidad siempre y pasa lo mismo con quienes gozan de empleo formal. Esto habla de una imperfección en el mercado laboral del país.

En consecuencia, la incorporación de las mujeres al mercado laboral parece estar condicionada por las características socioeconómicas del hogar de origen. Sólo a mayores niveles educación del padre de las mujeres, mayor es la participación laboral femenina.

En una sociedad con alta movilidad no tendría que existir una relación fuerte entre decidir trabajar de manera remunerada y la educación de los padres. Esto se debe a que cada individuo debería tener la misma probabilidad de trabajar, independientemente de su origen social. Sin embargo, en México ése no es el caso.

El concepto “techo de cristal” hace alusión a una barrera invisible que impide a las mujeres avanzar en su carrera laboral: “la condición de invisibilidad del techo se debe a que no existen reglas escritas ni mecanismos sociales formalmente establecidos que impongan dicha limitación a las mujeres. Esto se complemente con otra analogía, la del ‘suelo pegajoso’, que se refiere a la trampa que las mantiene en la parte baja de la escala económica”, explica el informe.

En este sentido, los procesos de movilidad entre hombres y mujeres son desiguales. Aunque las mujeres experimentan mayor movilidad ascendente, la magnitud de la misma está acotada por arriba, es decir, que las mujeres con origen en estratos bajos se quedan en posiciones bajas con mayor frecuencia que los hombres que nacieron en las mismas condiciones.

En el caso de los hombres, si el estatus socioeconómico de los padres es alto, el de los hijos tiene una dispersión menor. Existe mayor certidumbre de que los hijos también tendrán un estatus socioeconómico alto. En el caso de las mujeres ocurre lo contrario. Si los padres de una mujer tienen estatus socioeconómico alto, existe menor certidumbre de que esa mujer alcance uno alto.

MOVILIDAD NEGADA

En términos generales, en lo que respecta a educación, es claro que las opciones para ingresar a las escuelas se han incrementado en las últimas décadas, pero las condiciones de origen son las que están determinando su futuro. Por ejemplo, los hijos de padres con educación universitaria lograron acceder a altos niveles de estudios en comparación de los hijos de padres que sólo terminaron la primaria. Y aunque el origen no determina el logro educativo a nivel básico, sí se reflejó en niveles de medio superior y superior.

Lo que también resulta determinante es si se estudió en escuelas públicas o privadas, el turno y si se completa o no el ciclo educativo.

En cuanto a las opciones laborales, sólo el 6 por ciento de las personas cuyo padre cuenta con una optación manual de baja calificación, alcanzó una posición manual de alta calificación.

Por otra parte, la movilidad en riqueza, que refleja la realización socioeconómica de las personas en el largo plazo, el uso que le da a sus ganancias y su capacidad de absorber choques negativos, sostiene que de los mexicanos que provienen del sector más rico del país, cuatro de cada cinco se mantienen ahí o quizá bajan un grado. Pero en el otro extremo, seis de cada 10, se mantienen ahí.

Mientras, los desplazamientos que se observaron entre los sectores medios, fue para la pobreza.

El estudio realizado por el CEEY señaló que la gente percibe que las cosas siempre están igual, por lo que tampoco se invierten esfuerzos en formación de capacidades al percibir que éstos no generan ganancias de largo plazo.

Daniela Barragán
Es periodista por la UNAM, con especialidad en política por la Carlos Septién. Los últimos años los ha dedicado al periodismo de datos, con énfasis en temas de pobreza, desigualdad, transparencia y género.
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