Martín Moreno-Durán
15/02/2017 - 12:00 am
Porqué fracasó la marcha anti-Trump
*Ambigüedad, manipulación, ilegitimidad… *¿El resultado? Un batidillo Con todo y sus buenas intenciones, no podemos cerrar los ojos: la marcha #VibraMexico o anti Trump, fue un fracaso. Por escasa participación. Por ambigüedad en los propósitos. Por nula legitimidad. Porque no podríamos esperar otra cosa de un híbrido político-ideológico-ciudadano, regido por el rencor. Por eso. ¿Cuáles […]
*Ambigüedad, manipulación, ilegitimidad…
*¿El resultado? Un batidillo
Con todo y sus buenas intenciones, no podemos cerrar los ojos: la marcha #VibraMexico o anti Trump, fue un fracaso. Por escasa participación. Por ambigüedad en los propósitos. Por nula legitimidad. Porque no podríamos esperar otra cosa de un híbrido político-ideológico-ciudadano, regido por el rencor. Por eso.
¿Cuáles fueron las razones fundamentales de este fracaso?
- Por la ambigüedad. ¿Era una marcha contra Trump o contra Peña Nieto? ¿O contra los dos? Seamos claros: las protestas debieron ser, desde su convocatoria, contra dos lastres que están dañando a México: uno se llama Donald y se apellida Trump. El otro se llama Enrique y se apellida Peña Nieto. Cuando se trató de deslindar a Peña de las protestas, las marchas se jodieron. Vano, el intento por dejar limpio al Presidente emblema de la corrupción en México.
- Por la manipulación. Los dardos ciudadanos debieron ser firmes y directos contra dos casas: la Casa Blanca de avenida Pennsylvania, y la Casa Blanca de la familia presidencial en Las Lomas. Intentar siquiera no mencionar o apacigüar, dentro de la furia ciudadana, los grados de corrupción que hierven en Los Pinos, fue un error gravísimo. Son dos calamidades con vínculo innegable: el daño que le han hecho al país. El abierto desprecio a protestas populares anteriores contra Peña Nieto, y no sumarse antes para advertir sobre un futuro que se atisbaba sombrío y preocupante – aún sin Donald Trump-, restó autoridad moral a las marchas del domingo 12 de febrero.
- Por el engaño. Pretender marchar solamente contra Donald Trump y respaldar al mismo tiempo – en un lance suicida y maniqueo- al gobierno de Peña Nieto, fue el tiro de gracia a las buenas intenciones de la marcha. Imposible eclipsar el momento que vive México: de alta corrupción gubernamental y vacíos de liderazgos. Se olvidó algo fundamental: no se podía ni se debía protestar contra Trump, sin exigir, antes y de manera clara y contundente, la rendición de cuentas de Enrique Peña Nieto sobre el estado que guarda el país: manejado hoy por aprendices de mala fama; saqueado por gobernadores priistas prófugos o comodinos; anclado en su crecimiento económico; con élites políticas y empresariales multimillonarias, mientras 2.5 millones de pobres se han sumado a la miseria nacional en este sexenio; el cinismo de una clase gobernante cada vez más repudiada y sin menos apoyo popular. Intentar cerrar los ojos para deslindar a Peña y solamente cuestionar a Trump, equivalió a pintar la casa por fuera, cuando por dentro está podrida. Nada menos.
- Por el equívoco. “Respaldemos al gobierno de Peña Nieto”, fue una de las consignas. Buena intención…pero con el Presidente equivocado. Tal vez con otro Presidente hubiera funcionado. Pero no con Peña Nieto, un político que ha gobernado bajo tres ejes: la corrupción, el enriquecimiento personal y de sus amigos y aliados, y la ineficacia e improvisación que tienen al país en el abismo. Se les olvidó consultar la encuesta de Reforma: Peña solamente tiene 12% de respaldo ciudadano. Buenas intenciones…pero con el Presidente equivocado.
- Por la ilegitimidad. Cuando intelectuales, líderes ciudadanos y luchadores sociales (algunos, por supuesto), se subieron al tren de la convocatoria para “demostrarle a Trump que a México se le respeta”, pero no movieron un dedo ni abrieron la boca para cuestionar la corrupción por la Casa Blanca de la familia presidencial, por Ayotzinapa, por la pésima conducción financiera, por los saqueos de gobernadores, y entonces cayeron en el pecado de la ilegitimidad. Y ese es un pecado hipócrita: no se puede ser ciudadano indignado por lo que hace un presidente extranjero, pero se ignoran los abusos del presidente propio. A final de cuentas, Trump ni siquiera registró las “protestas” del domingo pasado en México. Un tufo de hipocresía rodeó a nuestros iluminados convocantes a las marchas.
- Por la partidización. La aparición de dirigentes y simpatizantes priistas en la marcha, rechazando con violencia a quienes protestaban contra Peña Nieto, fulminó la pluralidad, convirtiendo las protestas ciudadanas en un vulgar mitin de apoyo partidista al presidente de la República. Craso error: ni lo evitaron ni se las compraron. En cambio, quedó al desnudo la manipulación que intentaron para “respaldar” a Peña, de manera torpe y, en ese lance, se vulneró la legitimidad de las marchas.
- Por los odios. Entre los convocantes, hay odios profundos: la columnista aguerrida odia a la activista-madre que tuvo los tamaños para detener y encarcelar a los secuestradores y asesinos de su hijo; el historiador respetado tilda de “cobardes” a quienes no asistieran a la marcha; los líderes ciudadanos, entre sí, ya están divididos; el Rector de la UNAM desperdició su capital cuando no tuvo ni el apoyo público de la comunidad universitaria ni los procedimientos claros. ¿El resultado? Un batidillo que no benefició a nadie.
*****
Cuando en 2004 más de un millón de ciudadanos marchó de blanco, codo a codo, fue por una razón predominante: porque tenían un objetivo claro – la inseguridad-, y un culpable – los gobiernos-. Despojados de su ego, protestaron en las calles, unidos, solidarios, sinceros.
Pero el domingo 12 de febrero de 2017, fue la otra cara de la moneda: una marcha sin corazón, dividida, convocada bajo rencores, amenazas e intereses personales. Con intenciones insanas. Eso la mató.
Qué lástima.
TW: @_martinmoreno
FB / Martin Moreno
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