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Tomás Calvillo Unna

08/02/2017 - 12:00 am

Un país amenazado, una nación dividida

Los llamados a la unidad nacional por diversos actores políticos y sociales enfrentan no sólo a la incontinencia twittera de Trump, sino también a la disputa tácita de los diversos liderazgos del país que procuran ocupar la representación nacional erosionada durante los últimos años, fundamentalmente por la trilogía siniestra de la violencia, corrupción e impunidad […]

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Los llamados a la unidad nacional por diversos actores políticos y sociales enfrentan no sólo a la incontinencia twittera de Trump, sino también a la disputa tácita de los diversos liderazgos del país que procuran ocupar la representación nacional erosionada durante los últimos años, fundamentalmente por la trilogía siniestra de la violencia, corrupción e impunidad a la que se suma la endémica y ahora expandida desigualdad.

La fractura de la élite económica  visible en su incapacidad y confusión (con contadas y valiosas excepciones) para responder unificadamente y en sintonía con la mayoría ciudadana al embate del presidente empresario, deja entrever los vínculos e intereses que este último tiene con algunos de sus miembros.

En estas condiciones, los movimientos ciudadanos que emergen, se dan en ese territorio donde se busca articular una mayoría unificada, a la par de los potenciales candidatos políticos que pretenden ser los ejes aglutinadores de la misma. Ambos esfuerzos parecieran tener un tiempo límite bien marcado: el 2018. No obstante, la emergencia que comienza a vivir el país por la mezcla de los factores externos e internos hace del 2018 un año aún lejano a pesar de su cercanía.

El ingrediente “Trump” modificó velozmente la química sociopolítica  y ha provocado una reacción en cadena difícil de predecir dónde va a terminar y cuando. Lo cierto es que el poder formal de la república, principalmente sus poderes ejecutivo y legislativo, aparecen endebles en demasía y obliga a las organizaciones ciudadanas a acelerar el paso para ejercer  lo que ahora se considera como una impostergable defensa del país.

Una hipótesis no descabellada del todo, es advertir que, de seguir la debacle del actual grupo gobernante no sólo será indispensable sino también inevitable el surgimiento de un gobierno de coalición, que garantice la sobrevivencia de la nación  y su posibilidad de arribar al 2018 con márgenes de paz, legitimidad y confianza suficientes que permitan a los ciudadanos recuperar el camino democrático; camino extraviado por el cruel acomodo de la política y el crimen que corrompieron los procesos electorales.

Ese gobierno puede ser el inicio de una reconformación nacional que logre rehacer el entramado de un estado desdibujado y una democracia sin rumbo.

A cien años de la constitución, el país aparece urgido de replantearse profundamente su pacto original.

La dialéctica democrática puede iniciar con el encuentro de la incipiente insurgencia cívica, de los movimientos sociales con lo más rescatable de los partidos políticos en su ejercicio actual de representación, obligando  a estos últimos a dar los pasos necesarios para facilitar la creación de un gobierno de coalición que garantice una política coherente y sólida frente a las amenazas de Trump y sus secuaces, a la vez que se aboque a resolver las 4 amenazas internas que hacen de México un país extremadamente vulnerable: la violencia, la corrupción, la  impunidad y la desigualdad.

Solo así se puede hablar de unidad, a sabiendas de que el factor “Trump” dinamiza ya la lucha interna por el poder nacional.

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