El mundo de los cómics se ha abierto al universo adulto y ha servido para que Alberto Gudiño Hernández hiciera una amplia reseña para Puntos y Comas. «Me interesaba mucho el estado de la ciencia actual que se ocupa de cuestiones como la noción de sistema, de progresión, de complejidad, sin importar la disciplina específica que aborde estos temas», dice el escritor. «También es cierto que, como no soy un científico, no lo entendía todo. Entonces recurría a explicaciones para intentar comprender los temas», advierte.
Ciudad de México, 28 de enero (SinEmbargo).- Hace unos cuantos años resultaba bastante sencillo equiparar las novelas gráficas a los simples cómics, a los tebeos, y éstos, a su vez, asociarlos al público infantil. Aunque las razones resultan evidentes (en los puestos de periódicos se siguen acumulando ejemplares de historietas de superhéroes o de personajes creados para los niños), lo cierto es que esta forma de narrar se ido adentrando en el público adulto. No ha sido una labor sencilla pese a que, en otros países, la asociación anterior apenas es parcial. Esto se debe a que, desde hace varias décadas, las novelas gráficas comparten el espacio de “lo literario” en las librerías y no sólo existen en las tiendas especializadas. Nuestro país ha tardado en dar ese paso.
Por fortuna, las cosas han cambiado. No sólo porque se comenzaron a importar grandes clásicos de la narrativa gráfica sino porque, hoy en día, algunas editoriales apuestan con títulos novedosos. Los primeros ejemplos de éxito quizá llegaron con Sexto Piso y sus adaptaciones de los clásicos de la literatura. Seguían faltando los originales. La Cifra Editorial no es pionera pero, en alguna medida, sí es responsable de varios libros de excelente factura que caen dentro del concepto de novela gráfica.
Tal es el caso de “El investigador fantasma”, de Robin Cousin. En este libro se da cuenta de una suerte de futuro distópico. Existe un complejo llamado La fundación. En él se instala, con todas las comodidades posibles, a un grupo de científicos del más avanzado nivel para que lleven a cabo sus investigaciones. El director de tal centro de estudios se encarga, además, de analizar el propio modelo del mismo. Se han dado cuenta a lo largo de los años, que después de cierto tiempo, el modelo colapsa y destruye a La fundación, por lo que se debe iniciar de nuevo el proceso.
Es justo en ese entendido que la novela comienza: se acercan los días finales de La fundación #4: el último de los investigadores acaba de llegar, el residente número 24. Es un biólogo especializado en Morfogénesis. Pronto las cosas tomarán un cariz extraño. De entrada, se relacionará con una lingüista. También, descubrirán la existencia de un investigador fantasma: sus cosas están en su dormitorio, pero su nombre no aparece en la base de datos y la persona no está en ninguna parte.
Entonces sí: es un thriller pero también es una narración con un fuerte contenido científico y, por supuesto, es gráfica. Los elementos son claros: un universo cerrado y pocos personajes.
UN UNIVERSO CERRADO Y UN MODELO A ESCALA DEL LUGAR
Me servía mucho el universo cerrado para llevar a cabo una investigación pues todo estaba bien delimitado. Tal vez por eso es que hice un modelo a escala del lugar. Un modelo escala tridimensional. Lo necesité para hacer los recorridos de mis personajes. Es una maqueta que equivale al mapa incluido para el lector.
Una de las lecturas posibles es un tanto apocalíptica: si hay un número determinado de científicos en un lugar cerrado, el sistema terminará por colapsar. Es algo que suena posible con cualquier tipo de grupo, más allá de si son científicos que si no lo son.
Considero que el proceso va más rápido si son científicos. Su labor y la repercusión de su labor es más importante, tiene más relevancia. El caos también se detona a partir de la creación, de la creatividad.
A eso también contribuye el hecho de que haya una mínima interacción humana. De hecho, el caos se comienza a manifestar a partir de que los personajes se reúnen. Entonces sus pensamientos van más allá de sus obsesiones, de sus objetos de estudio particulares. Y eso los lleva a hacer cosas que nunca harían por ellos mismos.
Llama la atención que Robin Cousin no sólo aborda muchas disciplinas científicas en el aspecto de asignar cada una de ellas a diferentes personajes. Va más allá. Se da el tiempo para encontrar problemas particulares dentro de cada una de ellas, explicarlos y llegar a una posible hipótesis en donde parece estar la clave del futuro de la humanidad.
Yo tuve una formación científica hasta que tuve que optar entre las artes y las ciencias. Entonces conocía, vagamente, muchas de las curiosidades científicas que ocupan a los estudiosos hoy en día. Me puse a investigar un poco para darle una mayor congruencia a las investigaciones de mis personajes. Claro está que también estuve buscando en Internet e intentando que la información que encontraba pudiera cuadrar con lo que estaba contando.
EL ESTADO DE LA CIENCIA ACTUAL
Me interesaba mucho el estado de la ciencia actual que se ocupa de cuestiones como la noción de sistema, de progresión, de complejidad, sin importar la disciplina específica que aborde estos temas.
También es cierto que, como no soy un científico, no lo entendía todo. Entonces recurría a explicaciones para intentar comprender los temas.
Lo que más me interesaba era resolver los problemas de una disciplina con otra disciplina. Es algo que yo sé que no se puede hacer de la forma en que lo planteo pero es justo uno de los postulados de la ciencia ficción. Tal vez algún día, un científico se inspire en mi solución y encuentre una que sí funcione.
Dentro de todas estas ciencias duras, llama la atención la lingüista. No sólo porque su objeto de estudio pudiera considerarse más cercano a las humanidades que a las ciencias, sino porque Louise será la encargada de resolver el caso. No el del investigador fantasma sino el del problema científico que cambiará la forma en la que se conciben las máquinas de pensamiento.
Es muy difícil dentro de la ficción hacer todo el desarrollo de un problema científico. Sin embargo, se puede conseguir el resultado a través de las palabras. Y es justo en ese campo en donde Louise se desarrolla mejor. De ahí que fuera fundamental en la resolución del problema.
Llama la atención, al leer el libro, cómo los elementos visuales también van configurando la trama, contando una parte de la historia. En ese entendido, las imágenes aportan una narrativa que tiene el mismo peso que las palabras y, en ocasiones, lo trascienden.
La realidad es un todo. La forma de contar de las novelas gráficas se parece mucho más a nuestra forma de relacionarnos con el mundo que la que proponen las novelas. Nosotros no sólo obtenemos información a partir de las palabras. Al contrario, nuestra percepción visual es mucho más continua que la que se ocupa de entender lo que escuchamos o leemos. Tal vez por eso es mucho más natural para los niños comenzar a leer libros animados: se puede llegar a su contenido por varias vías al mismo tiempo.
Sabemos que existen lectores reacios a probar nuevas formas de literatura. Sin embargo, propuestas como la de Robin Cousin en “El investigador fantasma”, son un buen ejemplo de cómo una historia puede funcionar a partir de un esquema narrativo diferente. Si, además, esta lectura propicia la discusión en torno al lugar que ocupa la narrativa gráfica en relación a otras disciplinas artísticas, entonces bien vale la pena acercarse a ella.