Escritor de novelas y cuentos del género negro premiado en Argentina, España, Francia y Cuba, Kike admitió que trabajar de noche le «dificultó la estructura. Me gusta escribir de mañana. Me despertaba temprano los sábados y domingos» para escribir hasta el mediodía.
BUENOS AIRES, 11 ene (Xinhua) — En la soledad nocturna del metro de Buenos Aires, un empleado que se encarga de la limpieza de la estación Pasteur-AMIA de la línea B, piensa e imagina su próximo libro.
Se trata de Enrique «Kike» Ferrari, quien trabaja de las 11 de la noche a las cinco de la mañana y recibió a Xinhua para contar su pasión por la escritura, por la que ha sido premiado y traducido al francés y el italiano, y cómo conjuga esa actividad con la limpieza.
«Cuando tenía ocho años, mi papá me trajo un ‘Sandokán’ (libro de aventuras del italiano Emilio Salgari), se puso pomposo y me dijo: ‘esto es lo que nos separa de los monos, no es una pelota de fútbol ni un auto, esto es importante», recordó.
«Tuve un momento muy aciago en mi vida. Se me desmoronaron una serie de certezas y estructuras, y me encontré una noche armando un cuento para salir de esa situación, escribiendo en un momento muy oscuro de mi vida, escribiendo como una fuga hacia adelante», dijo.
En pareja con Sol y con tres hijos, Kike subrayó que escribir le resultó «tan apasionante como leer. Y ya no lo dejé de hacer más (…) Tuve la suerte de que mi trabajo fuera bien recibido, que encontrara lectores y de a poquito, esa pasión se transformó en un oficio».
Escritor de novelas y cuentos del género negro premiado en Argentina, España, Francia y Cuba, Kike admitió que trabajar de noche le «dificultó la estructura. Me gusta escribir de mañana. Me despertaba temprano los sábados y domingos» para escribir hasta el mediodía.
Pero con la rutina de trabajar en la madrugada, el formato de escritura debió cambiar.
«Lo que empecé a hacer es acomodarme y escribo cuando puedo, cuando hay un hueco. Pienso mucho antes de llegar al papel, me siento cuando sé que cuento con un rato, para que no me angustie el saber que tengo que levantarme enseguida», agregó.
Ferrari rescató las posibilidades que abre el hecho de estar despierto cuando la mayoría de los «porteños» duerme.
«Así como molesta el horario, acompaña un poco la soledad, el silencio. Estar en un lugar en el que no hay nadie más que nosotros, haciendo un trabajo que requiere esfuerzo físico, me sirve», agregó.
«Llego cuando se apaga el subte (metro). Deja de haber el millón de personas que recorre el subte todos los días y quedamos los topos de laburo (trabajo), la gente de vías, de limpieza, de mantenimiento», puntualizó.
Para el escritor, «el subte es claramente estar en Buenos Aires, pero al mismo tiempo, estar ajeno a Buenos Aires porque acá abajo no termina de llegar».
«Es un diálogo diferido, muy parecido a lo que pasa con la literura, porque se escribe hoy para que otro más adelante lea. Eso me pasa con la ciudad», reveló el autor, que, previamente, trabajó en una panadería, en un bar y en un taller de vehículos, entre otras cosas.