Martín Moreno-Durán
30/11/2016 - 12:00 am
Peña: el proyecto transexenal del 2018
+ Continuidad e impunidad, obsesiones de EPN + Videgaray y Meade, las puntas de lanza Se equivocan, de punta a punta, quienes creen que Enrique Peña Nieto está resignado a una derrota del PRI en la próxima presidencial y que, sin chistar, le entregaría el poder al PAN o a AMLO. Disminuido, arrinconado, aborrecido, como […]
+ Continuidad e impunidad, obsesiones de EPN
+ Videgaray y Meade, las puntas de lanza
Se equivocan, de punta a punta, quienes creen que Enrique Peña Nieto está resignado a una derrota del PRI en la próxima presidencial y que, sin chistar, le entregaría el poder al PAN o a AMLO.
Disminuido, arrinconado, aborrecido, como se quiera ver al Presidente, pero con todo y su innegable caudal de desprestigio, Peña Nieto tendrá dos prioridades y obsesiones de aquí al 2018: mantener, con su sucesor, continuidad del gobierno peñista, y garantizar impunidad para el ex presidente, familia y amigos. No ser perseguidos.
Pero no le será fácil. Primero, Peña deberá presentar a un candidato presidencial propio, suyo, porque, como dijo el domingo pasado en el PRI, “estará en juego todo lo que hemos construido”. Es decir: garantizar la continuidad del gobierno peñista.
A decir del lenguaje y el pensamiento de Peña Nieto, sus reformas siguen vigentes – aunque en la praxis se han desinflado-, y para ello necesita una extensión, por seis años más (2018-2024), para alcanzar otro propósito mayor: ser recordado como un mandatario que modernizó a México y que su gobierno no sea ni diluido ni borrado por su sucesor.
Sí, como lo aspiró en su momento Salinas de Gortari.
Sin embargo, la obsesión más profunda y riesgosa para el país, y que le ronda a Peña Nieto desde hace meses, es la posibilidad de ser perseguido penalmente por el próximo gobierno – usted elija el delito: corrupción, genocidio, tráfico de influencias, conflictos de interés-, y que le significaría, nada menos, que ser el primer presidente mexicano en ser juzgado por la justicia. Ese es su miedo mayor. Y en ese lance de autodefensa, puede quebrar la estabilidad nacional, con tal de protegerse él y los suyos.
Y ese miedo tiene nombre y rostro: Andrés Manuel López Obrador.
En Los Pinos, AMLO significa una amenaza no sólo para Peña Nieto, sino para el establishment priista, incluido el enemigo más grande del tabasqueño: Carlos Salinas, para quien sus peores pesadillas están representadas por un López Obrador en la casa presidencial, dispuesto a ajustarle cuentas a los priistas que por años lo atacaron y, sobre todo, saquearon al país.
Para Peña Nieto, Salinas y el PRI, la catástrofe sería el triunfo de AMLO en 2018, lo cual, hoy por hoy, es un escenario tan posible como probable.
Así, el 2018 representa para el poder político priista-peñista, un parte aguas: permanecer en el poder con un proyecto transexenal que garantice dos cosas: la continuidad de las reformas de Peña Nieto, y la impunidad para él, su familia y amigos (Videgaray, Miranda y compañía), ante su evidente enriquecimiento.
Por eso, el 2018 ya es el principal objetivo de Peña Nieto y de su grupo. Y para eso requieren a un candidato suyo, que les garantice continuidad e impunidad.
¿Quién sería ese candidato?
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Luis Videgaray ha resucitado gracias al triunfo de Donald Trump en EU. Quién lo dijera: el mismo motivo que lo obligó a salir de Hacienda, hoy lo ha regresado al primer plano, sin importar la pésima conducción financiera que dejó como herencia, con una economía sin crecimiento, el endeudamiento a tope, una reforma hacendaria inoperante, y sin expectativas sólidas. Empero, Videgaray continúa siendo el personaje más cercano y de mayores afectos de Peña Nieto, e influye en las decisiones importantes. El “Vice-garay” ha vuelto y sería el candidato idóneo para garantizar ese binomio continuidad-impunidad que reclaman Peña, Salinas y el PRI.
José Antonio Meade no es priista, pero sí es bien visto por Peña Nieto. Bastaría una ligera modificación a los estatutos priistas para eliminar el candado y que Meade pudiera aspirar a la candidatura presidencial, a pesar de las posibles resistencias internas. Meade también sería garante de la continuidad de la política económica peñista, aunque la impunidad quedara un tanto en el aire. Con la misma hechura tecnocrática, bastaría recordar que Ernesto Zedillo no le garantizó ningún pacto de impunidad a Carlos Salinas, enviando a Raúl a prisión y terminando con el sueño del maximato salinista. Pero Meade es, aún así, una carta viable para Peña.
Osorio Chong está cada vez más disminuido y acotado. Le ha pesado mucho su fracaso ante la incontenible ola de violencia y el empoderamiento del crimen organizado, así como los casos de gobernadores corruptos. No ha puesto orden en la casa. Pero lo que más opera en su contra, es la falta de confianza de Los Pinos hacia el secretario de Gobernación. Basta recordar que el hidalguense era quien iba a salir del gabinete en los primeros días de septiembre pasado, pero la inoportuna visita de Trump les movió el tablero, les tiró las piezas y forzó la salida de Videgaray, dejando, de momento, en su puesto, a Osorio Chong (Ver columna Osorio Chong, con las horas contadas. Martín Moreno. SinEmbargoMX. 21/IX/2016). Osorio ni tiene el perfil financiero que necesita Peña para lograr la continuidad de sus reformas, ni cuenta con la simpatía en Los Pinos para garantizar la impunidad.
Manlio Fabio Beltrones se ha alejado, en definitiva, de Enrique Peña Nieto. Si en algún momento hubo acercamiento con Los Pinos cuando Manlio fue ungido como presidente del PRI, pronto se diluyó por dos razones: el incumplimiento del Presidente de actuar a fondo en contra de gobernadores corruptos – Javier y César Duarte, Roberto Borge, Moreira-, y la diferencia de proyectos de país entre Beltrones y Peña Nieto. La derrota de junio de 2016 del PRI, solo fue el detonante final para el alejamiento de Manlio con Peña Nieto.
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Enrique Peña Nieto tiene dos objetivos fundamentales: alcanzar, en 2018, continuidad e impunidad. Son dos palabras que le obsesionan.
La pregunta es: ¿le alcanzará el poder para imponer dentro del PRI al candidato que le garantice ambos propósitos?
Aún más:
¿Cómo le hará si, en 2018, López Obrador es electo presidente de México?
Por eso ya intentan, desde ahora y una vez más, descarrilar a AMLO.
Ya veremos si también les alcanza.
TW: @_martinmoreno
FB / Martin Moreno
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