Cuarenta madres centroamericanas y unas 30 del colectivo el Solecito, la mayoría nuevos casos, caminaron por Córdoba para protestar y exigir les regresen a sus hijos desaparecidos.
Por Ignacio Carvajal
Ciudad de México, 20 de noviemmbre (SinEmbargo/BlogExpediente).– Hermanas del mismo dolor, madres Centroamericanas que buscan a sus hijos migrantes y las madres del colectivo Solecito, cuyos hijos han sido desaparecidos por la delincuencia y la policía, se unieron en una sola voz que, firme, retumbó por las calles y callejones de la ciudad de los 30 Caballeros, entonando un clamor de lucha que ya se ha vuelto una necesidad en Veracruz: “vivos se los llevaron, vimos los queremos”.
“Vine a Veracruz, porque mi hijo se perdió aquí, y quiero que me lo devuelvan”, dijo una y otra le contestó: “dicen que la policía se lo llevó detenido, yo lo busqué por todas las cárceles y no lo encontré”.
Cuarenta madres centroamericanas y unas 30 del colectivo el Solecito, la mayoría nuevos casos, caminaron por Córdoba, la tierra elegida como terruño por Javier Duarte de Ochoa, prófugo de la justicia.
Pero además, de la mayoría de su gabinete.
El encuentro se dio en el parque central de Córdoba, a unas calles, dicen los cordobeses, de la residencia del Fiscal General, Luis Ángel Bravo Contreras, uno de los personajes más cuestionados por los grupos defensores de los derechos humanos ante la indolencia mostrada para encontrar a las personas ausentes, cuando se trata de un contexto de violencia o en donde hubo participación de las autoridades.
Acá vive también el ex secretario de Gobierno, Gerardo Buganza Salmerón, el que un día declaró que en los penales veracruzanos el único que mandaba, era él, y no la delincuencia.
De su paso como encargado de la política interna del estado, no hay buenos recuerdos para las visitantes. Había prometido pagar camiones de pasaje para que los centroamericanos no se arriesgaran en la Bestia, y mintió.
Así, en el seno de lo que una vez fue el duartismo, los dos contingentes se mezclaron por las calles principales, cargando lonas con los rostros de los mexicanos y centroamericanos ausentes para acribillar al gobierno con reclamos.
Los gritos de justicia cimbraron los mismos pilares de los famosos portales de Córdoba, a donde acostumbra asistir la sociedad de Córdoba y la clase política local, esa que se encuentra en sus últimos estertores. Los ciudadanos cordobeses miran a las que marchan con recelo, unos salen a tomar fotos, otros, simplemente ignoran.
Lo que no se ignora, y es una realidad, y en parte es lo que impulsó este encuentro, es que Córdoba está dentro de la ruta migratoria, y además, es una de las regiones con mayor número de casos de personas desaparecidas.
“No nos paran de llegar casos, siempre tenemos nuevas compañeras que quieren ingresar”, dijo Marcela Zurita, una de las organizadoras del encuentro por parte de Solecito.
Después de caminar por las avenidas cordobesas, las madres arribaron al ayuntamiento, cantaron y mostraron en fotos los rostros de sus seres queridos antes de darse abrazos entre ellas y reconocerse como hermanas del mismo dolor, el de no encontrar a un hijo, pensar que vive, creer que ha muerto, revivirlo y recordar si ha comido, si pasa frío, si está cansado, si es feliz.
En medio de la incertidumbre, por primera vez, las mujeres veracruzanas se encontraron con las de Guatemala, Salvador y Honduras que no ven a sus vástagos, algunas, desde hace más de diez años, platicaron, intercambiaron experiencias y se llegó a la conclusión de que los seis años de Javier Duarte resultaron el peor tragadero de hombres en la historia inmediata.
Pero no todo fue penas y llanto. En la agenda se programó una comida en la Arena Córdoba. En medio de tamales de barbacoa y tostadas rellenas de sesos, madres mexicanas y extranjeras compartieron el pan y la sal tratando de olvidar los malos ratos.
REINO DE LA MUERTE
Hay un tema complicado en la agenda y que las madres centroamericanas no quieren abordar abiertamente. La toma de muestras de ADN para saber su sus hijos han sido encontrados en alguna fosa en Veracruz. La más reciente, la de Colinas de Santa Fe, en el puerto de Veracruz, la peor violación a los derechos humanos en el Golfo de México. Nadie quiere encontrar a su familiar en tales circunstancias, reconocen. Entre las integrantes de Solecito, sin embargo, ya persiste la idea de la búsqueda en muerte. “Que me lo entreguen como sea, pero que lo regresen”, es el comentario generalizado.
Después de la comida en la Arena Córdoba, la Policía Científica tomó 40 muestras de ADN a las extranjeras. Esos resultados serán cotejados con los restos que están siendo exhumados en Colinas de Santa Fe. El último corte reporta el hallazgo de 111 cráneos, 6 mil 033 restos óseos en 47 fosas procesadas.
En total, en ese campo de exterminio se marcaron 105 posibles puntos con restos humanos, y no se han procesado ni la mitad. Nadie se atreve a estimar cuantos cuerpos podría haber. Rubén Figueroa, vocero de la Caravana acota: “Veracruz puerto no está en la ruta migratoria, es poco probable que encontremos migrantes ahí”.
El andar de las madres centroamericanas en la zona centro del estado terminó en Amatlán, con las Patronas, ahí las mujeres agradecieron a las que desde hace varios años trabajan por los migrantes, desinteresadas, entregando la vida para alimentar y resguardar extraños. En ese escenario, dos hermanas con 32 años de no verse se reencontraron: la Janet y Elvia, las dos de Escuintla, Guatemala, fueron separadas por el destino que hoy las junta en medio del sentimiento que todas las presentes quisieran albergar un día, encontrar al ausente.