Trump es un enigma pero la guerra social una realidad.
Maldito negro, mexicano idiota, mujer incapaz, chino del demonio, joto pervertido; éstas eran expresiones que se habían erradicado de lenguaje cotidiano del norteamericano. Era incorrecto dirigirse a una mujer por sus atributos físicos, porque significaba convertirla en objeto sexual.
Ahora, después del 8 de noviembre, han resurgido como por arte de magia.
La lucha contra el lenguaje de odio, antilgbt, misógino, antinegro, antihispano, antiasiático, etc. es más larga y más profunda que la lucha contra las leyes discriminatorias, y quizá más importante.
La ley de los derechos civiles se firmó en 1966, pero obligar a los norteamericanos a respetar terminológicamente a las minorías ha tomado más tiempo y es que, tal como lo advertía Aristóteles, el hombre al usar el lenguaje puede expresar justicia y virtud, o convertirse en un dios o una bestia si carece de esos significados.
Después de la palabra viene la acción, si puedo insultar a una mujer puedo golpearla, y si puedo golpearla puedo matarla.
Tal vez Trump no pueda cumplir con la prometida ruptura del TLC, ni cerrar la frontera a la producción mexicana, ni construir su muro, pero ya logró parte de lo que sus votantes querían: Rompió la barrera del respeto a los diferentes.
Sin embargo, no sería muy prudente que crean que fácilmente pueden regresar a la década de los 50’s, cuando las minorías aceptaban sumisamente ser discriminadas, los homosexuales ser sometidos a torturas para su curación, los negros sin derecho al voto, los mexicanos y los chinos ser tratados como perros fieles, y los indios seguir siendo valorados con el lema “El mejor indio es el indio muerto”.
La experiencia de la lucha cuerpo a cuerpo, más allá del discurso, ha hecho más fuertes a las minorías y en el siglo XXI les es difícil aceptar sumisamente el maltrato y las prácticas discriminatorias.
Perdura la memoria de las Panteras Negras y de las Boinas Cafés, de Reies Tijerina, César Chávez y Malcom X.
La mayor esperanza para esta lucha civil callejera está en los millennials que apoyan las mejores causas, como lo han demostrado cientos de miles de ellos marchando en contra del presidente electo, como en los 60’s nosotros los estudiantes también nos levantamos a favor de los discriminados.
Por eso desde la frontera no tenemos miedo, tenemos coraje y sentimos la excitación previa al combate; no lo buscamos, ni lo deseamos pero como decía nuestro maestro Martínez Gil cuando un conflicto legal no se había conciliado: “De aquí en adelante los chingadazos serán triunfos”.