En la recta final de la administración de Enrique Peña Nieto es evidente que, por más años que pasaron y por más programas sociales que se aplicaron, el mapa de la pobreza en México no cambió: el número de pobres se mantuvo, lo mismo que las zonas de pobreza.
Ante la cercanía de la llegada de una nueva administración federal, el problema de las condiciones de vida de los mexicanos no aguanta más demagogia, pues la administración peñista heredará un modelo que no sólo no combate la pobreza, sino que genera más miseria, coinciden. De esa manera, quien llegue a Los Pinos en 2018, tendrá que explicar antes cómo incrementará los salarios y, en particular, cuál será la política con la que buscará reducir las brechas de desigualdad.
Ciudad de México, 31 de octubre (SinEmbargo).- Sólo 68 mil 249 personas dejaron de vivir en condiciones de pobreza entre 2012 a 2016 -un promedio de 17 mil 062 personas por año-, esta cifra podría ser el dato con el que se podría resumir la política de combate a la pobreza empleada por la administración de Enrique Peña Nieto.
Ocurrió lo mismo con la desigualdad. Si en 2008, según el Coheficiente de Gini, se ubicó en 0.4739, pasó a 0.4625 en 2016: una reducción de 0.0114 puntos, según esa escala donde cero es igualdad perfecta y 1 es desigualdad máxima.
De acuerdo con las cifras disponibles, el 43.6 por ciento de la población en México vive en condiciones de pobreza, que se sigue concentrando en el sur y sureste del país: Chiapas, Oaxaca, Guerrero, Veracruz y Puebla. El mapa, por más años que pasen y más programas que se apliquen, no se movió.
Esa será la herencia de Peña Nieto y su Gabinete para quien llegue a Los Pinos en 2018. A quien gane la elección le espera una pobreza estancada y alrededor de ella, un montón de programas sociales que absorben presupuesto y parecen no tener rumbo.
La pobreza y la desigualdad es uno de los problemas que se ha afianzado en México durante décadas. Según la última medición del Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), referente al periodo de 2014-2016, 53.4 millones de personas son pobres y además, 8.6 millones más son vulnerables a ser pobres por sus ingresos; 62 millones de personas viven con un ingreso inferior a la línea de bienestar (el equivalente al valor total de la canasta alimentaria y de la canasta no alimentaria por persona al mes) y 21.4 millones más, viven con un ingreso inferior a la línea de bienestar mínimo (el equivalente al valor de la canasta básica alimentaria por persona al mes).
En contra parte, sólo 27.8 millones de mexicanos, es decir, el 22.6 por ciento es el que está a salvo de ser pobre y tampoco es vulnerable a serlo.
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Especialistas consultados por SinEmbargo, aseguran que el país no aguanta otros seis años con una política de desarrollo y bienestar basada en programas sociales.
De acuerdo con el Índice de Desempeño de los Programas Públicos Federales 2017, elaborado por la organización Gesoc, Agencia para el Desarrollo, para el último año de administración del priista Peña Nieto, entregará 14 mil millones de pesos más a programas que están calificados como opacos. Ese mismo Índice, muestra que actualmente, de los 136 programas federales, 35 no están en condiciones de resolver el problema público que les dio origen, es decir, una carencia que lleva a la gente a vivir en condiciones de pobreza.
Y como último ingrediente, están las elecciones de 2018. Gesoc en su investigación criticó que la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP) busque dar más dinero a programas sociales opacos y no a los que han mostrado ser funcionales. Ese acto, señaló la organización, ya obedece a la elección presidencial del siguiente año.
En 2018, México cumplirá una década en la que por más dinero que se ha invertido, por más políticas realizadas, el resultado son sólo 4.6 millones de personas que salieron de la pobreza; cerca de 500 mil personas por año, nada acorde a la inversión.
Hasta el momento, ninguno de los varios aspirantes a la Presidencia de la República ha tocado el tema del combate a la pobreza. Para los académicos, la situación actual exige que en esta materia no se acepte la simple promesa de “acabaré con la pobreza”, la diga quien la diga; en este tema, se necesita saber el cómo y, sobre todo, el cuándo.
SEXENIO PERDIDO
Rogelio Gómez Hermosillo, integrante del núcleo coordinador de Acción Ciudadana Frente a la Pobreza, consideró que en combate a la pobreza, estamos frente a un sexenio perdido. Y perdido de inicio, porque el modelo por el que se optó no es correcto.
“El Gobierno federal perdió la brújula al crear una Cruzada Nacional Contra el Hambre sin tener claro ni en qué consistía el problema, cuál era su relación con la pobreza extrema y la dinámica de la pobreza crónica. Luego, al tratar de dar una solución que tenía muchos tintes políticos con los comedores y con los comités de participación que intentaban revivir el modelo de Solidaridad, pero sin fondo y sin sustancia. Al final está agotado el modelo que pretende enfrentar la pobreza sin un cambio en el modelo de desarrollo que incluya la dimensión económica […] está superado el modelo que se basa en pequeños programas que funcionan por ocurrencia y discrecionalidad”, comentó en entrevista con SinEmbargo.
El mapa de la pobreza y el número de personas viviendo en esa condición no se movió. De acuerdo con Gómez Hermosillo, las brechas de desigualdad se profundizaron y la política social está cada vez más dispersa. Consideró la situación actual como “muy perversa” al querer simular mejoras en las carencias sociales por la vía de cambiar las respuestas de la gente en los cuestionarios del Inegi, aunque no cambie su realidad; con guarderías que siguen igual que siempre pero que ya no tienen rezago educativo; la campaña de Sano, Suficiente y Variado que elimina la carencia alimentaria o la afiliación a un Seguro Popular que casi no garantiza atención y que por el contrario, permanece el gasto de bolsillo y la falta de atención en muchos de los servicios de primer nivel.
“El país ya no aguanta otros seis años así, urge un cambio en el modelo de desarrollo. Sea quien sea que gobierne tiene que plantearse con seriedad una economía incluyente y una política social con enfoque de derechos sociales, un mínimo de bienestar en temas de salud, educación e ingreso para toda la población y especialmente para quienes hoy viven en pobreza extrema y en condiciones de mayor carencia. Ya no basta escuchar a un candidato que diga que acabará la pobreza. Hay que ser exigentes con un debate serio, que no se proponga generar nuevos programas sin antes decir qué se hará con todo el desorden que traemos de programas que no dan ningún resultado para enfrentar la pobreza”, sostuvo.
Coincidió el maestro Abraham Vergara Contreras, Coordinador de la Licenciatura en Contaduría y Gestión Empresarial de la Universidad Iberoamericana, “se quiso combatir la pobreza con programas sociales. Lo más triste es que los programas quedaron totalmente opacos, sin transparencia y no se sabe a dónde se van los recursos y si realmente están beneficiando a la población. Al final de cuentas los programas tienen un beneficio un poco más electorero que del bien común”.
EMPLEOS Y SALARIOS: SOLUCIÓN PERDIDA
De manera lógica, se sabe que la pobreza se combate con empleo, pero en México habría que hacer la acotación de un empleo, sí, pero bien pagado. De acuerdo con Vergara Contreras, el tener en la informalidad al 50 por ciento de la Población Económicamente Activa, es una señal de que no se ha mejorado.
“La cantidad de empleo que se ha generado en este país, en lo que va del sexenio, no es suficiente para ayudar a la población a salir de la condición de pobreza. Si a eso se le suman los salarios que se pagan en esos puestos formales y que muchos ganan un salario mínimo, ¿cómo se reduce la pobreza? La política pública que se ha aplicado, aparentemente es únicamente una regla con la que sube y baja la pobreza de acuerdo a las conveniencias y a las perspectivas políticas y a la votación que se busca obtener para el próximo sexenio”, agregó Vergara.
Para la Maestra Areli Alarcón Sánchez, académica de la carrera de Sociología en la Facultad de Estudios Superiores (FES) Aragón, electoralmente hablando al PRI le funciona ese modelo de combate a la pobreza.
Explicó que los programas sociales se aplican como si la pobreza fuera un problema individual y como si el pobre fuera el responsable de su propia condición. De esa manera no se toman en cuenta los factores estructurales, que vendrían siendo las cuestiones económicas y políticas, a partir de las cuales se podría revertir la pobreza.
“En términos electorales, el modo en que combaten la pobreza les funciona muy bien para sus campañas, porque en términos estadísticos la pobreza ahí está. En términos del individuo no se ha logrado revertir y sigue en aumento”, dijo.
Y lo que viene en materia, continuó, es complejo, porque la pobreza es una cuestión meramente estructural en México y para que se pueda revertir eso en términos políticos, también se tendría que cambiar el sistema económico.
“Además, el Gobierno federal mantiene una política de contención salarial y aunque la Secretaría de Desarrollo Social hiciera bien su trabajo y los programas sociales funcionaran, que no es el caso, no cambiarían las cosas. Por un lado ‘destejen en la noche lo que tejen en la mañana’, porque con los salarios mínimos por debajo de la línea de la pobreza se anula la vía de solución a la pobreza: el trabajo y el ingreso, no los programas sociales”, acotó Gómez Hermosillo.
“La pobreza se combate con empleo y buenos salarios, no solo empleo porque esos puede haber, pero hay gente que no vive con esos salarios. Se debe generar empleo pero tienen que ser bien remunerados, que le alcance a la gente para vivir de manera decente, que tenga para comer tres veces al día de manera nutritiva. Ahora en las campañas, se tiene que abordar el tema de la pobreza y no con la demagogia que escuchamos cada seis años, la propuesta tiene que ver con un salario adecuado y con una generación de empleo adecuado y suficiente en el país”, comentó Vergara.
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LA DESIGUALDAD, OTRO PENDIENTE
Y por otro lado, la desigualdad. Son temas que están ligados: la desigualdad no se puede entender sin la pobreza.
Para Alarcón Sánchez, el modelo económico que privilegia a ciertas clases, a las acrecentó más la riqueza de unos cuantos y la brecha con los pobres se amplió cada vez más.
“En México hay recursos económicos para poder revertir las condiciones de pobreza. Sin embargo, la acumulación de la riqueza está en pocas manos y no se distribuye de manera equitativa con toda la población para poder cubrir sus necesidades”, agregó.
Finalmente, para Gómez Hermosillo, quien llegue a Los Pinos en 2018, tendrá que aplicar un nuevo modelo que plantee que la única manera seria y efectiva de enfrentar la pobreza es cerrando las brechas de desigualdad.
“Es decir, saber cómo hacer que independientemente del lugar en que se vive, si se es indígena o no o si se vive en zonas rurales o en el sur del país, haya una garantía de acceso a un ingreso básico, mínimo, por encima de la línea de pobreza, acceso a servicios de salud que sí funcionen, no solo afiliaciones de papel y a una educación de calidad que brinde condiciones para el desarrollo de capacidades”, expuso Gómez.