El sector productor de plástico promueve y promociona el material como garantía sanitaria frente a la COVID-19, pero el Gobierno español teme el aumento de utensilios de un solo uso durante la actual crisis por la pandemia.
Por Raúl Rejón
Madrid, España, 31 de mayo (ElDiario.es).- El plástico estaba rodeado. Las imágenes de la basura atestando la superficie y el fondo marino o los millones de partículas en desembocaduras de ríos y playas remotas habían evidenciado la ingente cantidad de residuos de este material generados y abandonados a diario. Pero la pandemia de la COVID-19 está sirviendo para relanzar un material cuyo consumo supera los 3.5 millones de toneladas al año en España de los que 2.5 millones se convierten en residuos, según los datos de Cicloplast, entidad que aúna a fabricantes y transformadores.
La directiva europea para acabar con las bolsas, la que prohibirá los utensilios de usar y tirar o la que instaurará la economía circular estaban estrechando el campo al plástico a medida que se convertían en leyes en los países de la Unión Europea. Al fin y al cabo, el 70 por ciento del plástico consumido se va a envases, menaje, juguetes, papelería o muebles. De esos 2.5 millones de toneladas de desechos contabilizados en España, dos terceras partes son envases. Se recicla alrededor de un millón.
Sin embargo, durante la pandemia, el plástico (como superficie aislante) ha visto reimpulsada su imagen: pantallas faciales para sanitarios, mamparas en las cajas de los supermercados, pero, también, productos desechables y envoltorios de alimentos se han relanzado. La plataforma EsPlástico -que aglutina organizaciones de la industria como el Instituto Tecnológico del Plástico, la Asociación Nacional de Productores o la patronal europea PlasticsEurope- ha visto la oportunidad: «Desde el comienzo de la pandemia provocada por el coronavirus, la mayoría de las 3 mil empresas que componen la industria de los plásticos están trabajando para dar una respuesta eficaz al abastecimiento de sectores esenciales. Cabe destacar la reconducción de la producción al sector alimentario y sanitario para abastecer a la población». El director de Aimplas, José Antonio Acosta decía a Efe que, en este contexto de crisis sanitaria, «encontrar hortalizas y vegetales envueltos en filme plástico ofrece al consumidor muchas más garantías».
La Vicepresidenta de Transición Ecológica, Teresa Ribera, admitía el pasado 18 de mayo en el Senado que tiene pendiente abordar «el reto de los plásticos de un solo uso cuyo crecimiento como consecuencia de las medidas higiénicas y de precaución de estas semanas nos preocupa enormemente». La organización Ecoembes, formada por los principales productores de envases desechables, aseguraba hace tres semanas que los contenedores amarillos estaban recibiendo un 15 por ciento más de material desde el inicio del estado de alarma debido «al mayor consumo en los hogares, producto del confinamiento».
Los ambientalistas creen que lo que se está viviendo es una campaña de relanzamiento del producto que se veía arrinconado con una batería de normas encaminadas a reducir su uso masivo y efímero. Carlos Arribas, de la organización Ecologistas en Acción, pone en duda las cifras de Ecoembes y ve un intento de promocionar «un injustificable sobreenvasado». Injustificable, a su juicio, porque «lo que se ha demostrado es que el virus se transmite, básicamente, de persona a persona, no por contacto con otros objetos». Arribas insiste en que el sector del plástico está «promocionándose como algo mucho más seguro».
En este sentido, la Agencia Española de Seguridad Alimentaria ha recordado en un dossier para consumidores del 20 de mayo que «no hay pruebas de que envases contaminados que han estado expuestos a condiciones y temperaturas diferentes transmitan la infección». Es cierto que el virus SARS-CoV-2 ha demostrado permanecer sobre el cartón hasta 24 horas y unas 72 en superficies como el acero y el plástico. Sin embargo, la Organización de Consumidores OCU publicaba el 16 de mayo una lista de 66 productos comprados en diferentes comercios de los cuales ninguno superó una prueba PCR positiva para este coronavirus.
FALSA SEGURIDAD
Con todo, la promoción del plástico parece haber regresado. «Todavía no hay datos sólidos sobre un aumento de uso, pero lo que sí está claro es que se está recuperando menos», asegura Julio Barea, de la organización Greenpeace. Este grupo sí ha calculado que el empleo de toallitas higiénicas ha crecido un 49 por ciento durante la pandemia. «Se van desintegrando en microplásticos que, si se tiran a la red de saneamiento, terminan en los cursos y mares», aseguran.
Barea también coincide en que se está activando esa campaña de recuperar terreno perdido: «Deberíamos poder seguir llevando más que nunca nuestros envases al hacer la compra y mantener la venta a granel. Nos están vendiendo una falsa seguridad».
Ambos ambientalistas coinciden en que «se está aprovechando el momento para presionar sobre las normas que iban a regular este sector, sobre todo la de utensilios de un solo uso». Estos productos, como popotes, colillas, vasos o tapones, suponen el 70 por ciento de la basura en las playas. La directiva europea pide acabar con ellos en 2021 además de obligar a recuperar el 90 por ciento de las botellas de plástico en 2029.
Ahora toca adaptar esa norma de la Unión Europea a las leyes de cada país miembro y es cuando, al calor de la pandemia, se están produciendo movimientos dilatorios, afirman los ecologistas. Un ejemplo puede verse en España. El Gobierno de las Islas Baleares, uno de los más ambiciosos a la hora de legislar sobre basura plástica, ha terminado por decretar una moratoria para la entrada en vigor de parte de su propia norma ambiental: la prohibición del plástico desechable que debía actuar desde el 1 de enero del año que viene ha sido aplazada tanto tiempo como dure el estado de alarma. Esa duración se añadirá al plazo previsto inicialmente para dar salida «a los stocks de los sectores afectados», según ha argumentado el Vicepresidente autonómico, Juan Pedro Yllanes.