Los niños de América Central que huyen de las graves amenazas en sus países de origen afrontan enormes obstáculos a la hora de solicitar asilo en México, aseguró Human Rights Watch en un informe publicado hoy. La organización documenta grandes contradicciones entre la legislación mexicana y su puesta en práctica. Por Ley, dice, México ofrece protección a aquellos cuya vida o seguridad corren peligro si son devueltos a su país de origen. Sin embargo, menos del uno por ciento de los menores que son detenidos por las autoridades migratorias de México son reconocidos como refugiados, revelan las cifras oficiales del gobierno.
Por Isabel Reviejo y Christopher Sherman
Ciudad de México, 31 de marzo (EFE/AP).- México reconoció como refugiados en 2015 a sólo 52 menores migrantes centroamericanos que viajaban no acompañados escapando de la violencia en sus países de origen, lo que supone únicamente el 0.3 por ciento del total, denunció hoy Human Rights Watch (HRW).
Aunque la cifra de menores a quienes se les concedió protección el año pasado es baja, duplica la de 2014, cuando sólo se reconoció a 25 menores no acompañados como refugiados.
En su informe «Puertas cerradas: el fracaso de México a la hora de proteger a niños refugiados y migrantes de América Central», la ONG señala los fallos de las autoridades mexicanas en la atención de los niños migrantes detenidos en su paso por el territorio nacional.
Pese a que la legislación del país contempla que a estos menores hay que realizarles una valoración para saber si tienen necesidad de protección en México, en la mayoría de los casos las autoridades migratorias ni siquiera informan a los niños sobre su derecho al asilo humanitario, señaló en entrevista con Efe el autor del informe, Michael Bochenek García.
«La respuesta de los agentes es detenerlos y empezar el proceso de deportación, de devolver a estos niños a sus países de origen» sin analizar factores como la situación de violencia en sus casas -a muchos de ellos les intentan reclutar grupos criminales locales- o si tienen miedo, según Bochenek.
Desde que Estados Unidos presionó a México para que aumentara las detenciones de migrantes para combatir el aumento de llegadas a la frontera estadounidense en los últimos años, la cifra de menores detenidos en México ha crecido de forma drástica. Las autoridades mexicanas capturaron el año pasado a casi 36 mil menores, de los que más de la mitad viajaba sin adultos. En 2013 se detuvo a 9.600 niños.
En entrevistas con investigadores de HRW, sólo uno de 61 niños migrantes dijo que las autoridades lo habían informado de su derecho a pedir reconocimiento como refugiado, como contempla la ley mexicana.
Los casos de los niños no se investigaron de forma adecuada para posibles peticiones de asilo, indicó el reporte. Por el contrario, los menores describieron a agentes de inmigración que los alertaron de largas detenciones si pedían asilo. E incluso cuando querían solicitarlo, no recibieron asistencia legal que los ayudara en el proceso.
La Ley mexicana, sobre el papel, es «excelente», e incluso da a los niños «más protección en esta región que en la mayoría de casos en el mundo», pero la práctica es lo que falla, señaló Bochenek.
«Si el interés es la aplicación de la Ley, como es el caso, lo que implica arresto, detención y deportación, va claramente en interés de los funcionarios y agentes concretos hacerlo tan fácil como sea posible», comentó Bochenek a Associated Press.
«No están cumpliendo la Ley, y en cuanto a por qué hacen eso, es una pregunta abierta. No hay duda de que hay ahorrar trámites es un incentivo».
El Instituto Nacional de Inmigración no respondió a una petición de comentarios realizada por Associated Press.
El problema es especialmente grave en el sur de México, donde se produce la mayoría de detenciones de niños migrantes. Algunos menores son trasladados a refugios gestionados por una agencia del gobierno que presta apoyo a las familias, pero la mayoría se queda retenida en centros de detención esperando a la deportación.
Aunque algunos menores emigran por motivos económicos, muchos huyen para salvar su vida, escapar de hogares violentos o de persistentes pandillas que controlan muchos de sus barrios en El Salvador, Honduras y Guatemala. Se cree que la mayoría intenta llegar a Estados Unidos, donde tienen parientes o esperan mejores oportunidades.
Pero Bochenek dijo que para los niños que simplemente tratan de escapar de un peligro inminente, México puede ofrecer un refugio.
Mientras en Estados Unidos las detenciones de estos niños provenientes del llamado Triángulo del Norte (El Salvador, Guatemala y Honduras) descendieron un 22 por ciento en 2015, en México aumentaron, en el mismo periodo, en un 70 por ciento.
EU proporcionó ayuda financiera al país vecino para reforzar los controles migratorios, pero estos se han limitado a la detención y deportación, y no han derivado en «investigaciones de fondo» por parte de personal con la experiencia y la formación necesarias para atender a los menores, resaltó Bochenek.
En las entrevistas realizadas por HRW, hubo niños que comentaron que «preferían regresar a su país de origen en vez de continuar en detención, aceptando los riesgos de las amenazas y la violencia en Centroamérica».
El proceso mediante el cual se solicita la protección se puede extender durante semanas e incluso meses, periodo que muchos menores, «que vienen de una situación de trauma», no se ven capaces de afrontar.
«El hecho de estar en detención tiene un impacto negativo en la salud mental», a lo que se suma que un niño sin la madurez de un adulto enfoca su manera de pensar en «lo inmediato», explicó el autor del documento.
Los niños, especialmente si son pequeños, son enviados frecuentemente fuera de sus países de origen a través de los llamados «coyotes», personas a las que se les paga para transportar migrantes indocumentados.
Sin embargo, muchos menores, especialmente los que cuentan con 16 o 17 años, salen por sí mismos o acompañados únicamente de amigos o hermanos.
«Los adultos saben los peligros que afrontan sus hijos o nietos en el camino», pero aun así deciden enviarlos fuera porque estiman que «los riesgos inmediatos en sus países son mucho peores», puntualizó Bochenek. EFE