Ernesto Hernández Norzagaray
09/09/2016 - 12:00 am
Hillary y el binomio Peña-Putin
Hillary Clinton y los miembros del primer círculo de la campaña hicieron los cálculos de costo-beneficio sobre lo que significaba viajar a Los Pinos después de Donald Trump y es muy probable que hayan llegado a la conclusión que el ir traería más perjuicios que beneficios y mejor decidieron continuar con su trabajo de proselitismo. […]
Hillary Clinton y los miembros del primer círculo de la campaña hicieron los cálculos de costo-beneficio sobre lo que significaba viajar a Los Pinos después de Donald Trump y es muy probable que hayan llegado a la conclusión que el ir traería más perjuicios que beneficios y mejor decidieron continuar con su trabajo de proselitismo.
En política, los gobernantes desprestigiados son un estorbo, y perjudican a políticos en campaña. De ahí quizá el rechazo a la invitación que le hizo el Presidente Peña Nieto. Un rechazo, por cierto, histórico, pues no tiene precedente en las relaciones diplomáticas entre un Jefe de Estado mexicano y los aspirantes al Gobierno de los Estados Unidos.
A Hillary Clinton no le pareció que el Presidente Peña Nieto haya invitado a Trump, pues de otra forma sería inexplicable el uso de la mexicanísima expresión a bote pronto: “Dime con quién andas y te diré quién eres”.
Al parecer no se consultó a la Embajada de Estados Unidos y menos al equipo de campaña de la aspirante demócrata. No se acordó la visita entonces debe haber interesados en el equipo peñista de favorecer a Trump dando la máxima tribuna para que, ojo, “vomitara al Gobierno mexicano en su propia casa”, como le dijo Carlos Marín al Presidente en la entrevista que dio antes de partir a China a la reunión del G-20.
Tan así que, en ese esquema, es imposible que no estuviera calculado el previsible rechazo de la aspirante demócrata.
Se actuó, cierto, en el marco de la soberanía mexicana y se podrá decir que cada quien invita a su casa a quien desea y nadie debe decir absolutamente nada so pena de parecer un metiche en lo que hace el vecino.
Cierto, pero en política es diferente, la forma es fondo, ya lo decía Jesús Reyes Heroles con su gran sabiduría política.
Y ese yerro diplomático, hoy sólo puede tener comparación con el foxazo de “comes y te vas”, que recetó el ex Presidente a Fidel Castro en Monterrey, con el propósito servil de congraciarse con George Bush que no quería estar en el mismo lugar donde estaba el líder cubano.
Y Fox sin más, trató a Castro como si fuera uno de sus jornaleros del Rancho de San Cristóbal, le dio órdenes y aquel lo grabó para luego hacer públicos los dichos nada diplomáticos del guanajuatense.
Incluso, no es lo mismo hacer ese tipo de descortesía a un Presidente latinoamericano que a una posible Jefa de Gobierno de la principal potencia mundial y no por discriminación, que sin duda lo es en ambos casos, sino por las consecuencias que tiene para el país anfitrión.
No sólo generó la burla del propio Trump en Phoenix y más tarde en un plató de televisión estadounidense donde el magnate hizo escarnio de los dichos de Peña Nieto diciendo que por declarar que México no pagaría el muro: “Le exigiremos tres metros más de altura”, lo que provocó el entusiasmo de la audiencia.
En fin, el error de septiembre traerá consecuencias negativas en las relaciones entre los dos países a partir de noviembre cuando la Casa Blanca –la estadounidense- tenga nueva o nuevo inquilino.
Trump sabe que la pieza amenazante del muro gana adeptos en una sociedad con franjas de la población con sentimientos xenófobos y sabe que igual obliga a cumplir con el muro o al menos impulsar políticas de inmigración más severas. Que no veo como pueda superar a la administración de Obama, que ha roto récord en expulsión de mexicanos ilegales hacia nuestro país.
Por su parte, a Clinton, como lo dijo recientemente luego de la visita de Trump, le preocupa el estado que guardan los derechos humanos en México y le molesta la incapacidad manifiesta del Gobierno mexicano para controlar a los grupos criminales y la violencia que generan dentro y fuera del país. Una postura equidistante con la que sostienen en Los Pinos y que podría explicar la presencia de Trump en México, que sostiene una postura más en tono mediático que de realismo político.
En fin, el daño está hecho y es un gran desafío corregir las cosas de aquí a las elecciones estadounidenses, tanto hacia dentro del Gabinete como hacia Hillary Clinton. Para corregir el error de septiembre, Luis Videgaray ha sido separado de la SHCP antes del viaje presidencial a China, donde es probable que Peña Nieto se entrevistara con el Presidente Obama para explicar sus razones al invitar a Trump a Los Pinos.
¿Qué efecto tiene está decisión en las campañas en curso en los Estados Unidos de Norteamérica? Ninguno. El efecto lo tuvo cuando Trump regresó a su país y una encuesta de intención de voto de CNN mostró que el candidato republicano había ganado terreno. Que más estadounidenses están dispuestos a votar por él. Que podría ser el Presidente de su país. Y, eso, no se puede agradecer con una simple renuncia que hasta parece sospechosa, pues representa sólo un gesto irrelevante en la política norteamericana. Que tiene más sentido en México que en Estados Unidos. Más asociado a la lucha que sostienen los priistas en perspectiva de 2018 que lo que habrá de suceder en noviembre de este año. Ya Videgaray no jugará.
En definitiva, la visita de Trump a México y luego su avance en las encuestas de intención de voto, muestran al Gobierno mexicano jugando en la elección estadounidense y lo hace consciente o inconsciente a favor de quien representa los peores augurios en las relaciones bilaterales.
Claro, habrá, que reconocerle al equipo peñista que México junto con Rusia, sean los únicos países que están interviniendo directamente en la elección norteamericana.
Putin con sus hackers y Peña con su invitación a Trump.
Ambos perjudicando la campaña de la Clinton.
Y eso, tiene molestos a la dupla, Obama-Clinton
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