A casi nueve meses, exactamente a 266 días de permanecer preso por un robo que no cometió, el pasado viernes un juzgado ordenó la liberación de Ildefonso Zamora Baldomero, activista defensor del Gran Bosque de Agua, en el Estado de México, quien conversó con SinEmbargo. Durante su detención, el pasado 20 de noviembre, recibió golpizas por parte de policías ministeriales del Gobierno de Eruviel Ávila Villegas e incluso fue lanzado por unas escaleras: “No respetaron mi integridad física”, dijo.
Ciudad de México, 16 de agosto (SinEmbargo).- Tras habitar durante nueve meses una pequeña celda en el Centro de Readaptación Social de Tetancingo, Estado de México, el activista ambiental Ildefonso Zamora Baldomero, acusado injustamente de robo agravado, definió el encierro como «un infierno», uno al que van los activistas criminalizados por ser piedra en el zapato de intereses económicos y políticos.
«No conozco el infierno, no sé si exista pero, según los mitos que se creen de esta palabra, es un infierno estar en la cárcel, es un cambio radical. Uno es como un ave, como una paloma que anda volando y anda disfrutando de su entorno y que de repente la enjaulan, así me sentí allí», dijo en entrevista para SinEmbargo.
Tras el trago amargo que duró 266 días, «Tío Poncho», como le apodaron algunos internos, cuenta que se sintió muy emocionado cuando le dieron la noticia de que abandonaría la cárcel. «Fue una gran sorpresa, fue un regalo cuando me informaron que obtenía mi libertad y que sólo era cuestión de horas para salir del penal», continuó.
«No se encuentran las palabras adecuadas para describir toda esa emoción que sentí, toda esa felicidad que me estaba llegando al saber que por fin iba a quedar libre, que por fin iba a estar nuevamente con mi familia y que iba a regresar a casa. Fue un giro total en mi vida ese cambio, para mí se iba a componer todo, desde la alimentación, la manera de tomar mi medicina, en fin. Un cambio bonito», compartió emocionado.
El activista declarado preso de conciencia por la organización Amnistía Internacional (AI) en mayo pasado, compartió que lo más difícil de permanecer en el encierro fue extrañar a sus seres queridos: «Los momentos de convivir con mi esposa, con mis hijos y los fines de semana con mis nietos […] Es lo que más extrañaba y me acordaba de la familia, la casa y los momentos que siempre paso con ellos».
El trato en la cárcel, expresó, «fue muy triste desde el ingreso, mucha humillación, mucha discriminación. No tengo que decir que me golpearon físicamente, pero sí me golpearon verbalmente, son momentos de angustia los que se viven allí».
Sin embargo, durante su detención, el pasado 20 de noviembre, –denunció– recibió golpizas por parte de policías ministeriales e incluso fue lanzado por unas escaleras. “No respetaron mi integridad física”, reveló.
Don Ildefonso padece diabetes, le fue detectada en noviembre de 2004. Al ingresar a la cárcel, antes de que su caso se hiciera público, proveerle sus medicamentos era un problema, como denunciaron en su momento sus familiares y las organizaciones no gubernamentales que le han dado acompañamiento.
«Temía mucho por mi vida, dado que mi estado de salud estaba muy deteriorado. Le pedí mucho a Dios me diera fuerza y que me diera licencia de salir con vida para volver a ver a mi familia y que si no era así, pues que se hiciera su voluntad», recordó y aseguró sentirse bien actualmente.
Reconoció que fue muy difícil acostumbrarse al encierro y todo lo que conlleva, sobre todo a las comidas. Los reos, dijo, son alimentados con «comidas no sazonadas, mal cocinadas. Casi diario lo mismo. Nos daban pollo, pero del congelado, salchichas, jamón, mortadela, pero no de calidad. Sufrí varias infecciones estomacales como muchos internos».
«Sobre todo la ración que me servían, bien poco. Tuve que irme yo mismo adaptándome y acostumbrándome por mi propia salud, por mi propio bien, pero me costó. Le doy gracias a Dios que lo logré y sólo los sábados que me visitaba mi familia era cuando comía yo bien, lo que me llevaban», manifestó.
ILDEFONSO MANDA MENSAJE AL GOBIERNO
«El encarcelamiento fue injusto, el delito fue fabricado, fue inventado», dijo una y otra vez don Ildefonso. Por ello, envió un mensaje a las autoridades mexiquenses a cargo de Eruviel Ávila Villegas: «Que me escuche, que me atienda porque soy mexicano, porque soy mexiquense, porque soy ocuilense, soy tlahuica y creo que merezco que se me respeten todos mis derechos constitucionales, que se me respeten todos mis derechos humanos, que no se me violenten más».
Asimismo, exigió que cese la criminalización en la entidad: «Ya dejen de perseguirme, ya no más injusticias, ya no más persecuciones, ya no más inventos y fabricación de delitos. No debo nada, nunca he sido un delincuente para que me hubieran fabricado ese delito».
Don Ildefonso aseguró que el delito más grave que cometió fue haber logrado el reconocimiento y titulación de las tierras de su comunidad San Juan Atzingo y haber combatido la tala.
«Desgraciadamente todo esto afectó algunos intereses personales, políticos y económicos y esas son las represalias que estoy pasando», lamentó.
«Le diría al Gobierno del Estado de México que ya no más injusticias contra mi familia ni contra mí, ya no más criminalización. Que me den la oportunidad de vivir en paz con mi familia», pidió.
El Gobierno a cargo del priista Eruviel Ávila, afirmó, criminaliza a los activistas y defensores del medio ambiente y los derechos humanos, «las muestras allí están, si no fuera así yo no pasaría por esta situación», dijo.
No obstante, manifestó que continuará con la defensa de los bosques: «Creo que nací para eso, sin presunción alguna, y seguiré mi labor, seguiré mi lucha en la medida de mis posibilidades, mientras tenga vida y salud».
Finalmente, el activista indígena agradeció a las más de 47 mil personas que lo apoyaron para solicitar su libertad y lo libraran de la prisión:
«Gracias por su solidaridad, gracias por todo ese apoyo brindado incondicionalmente, eso nos fortaleció mucho a mi familia y a mí y con ello supimos que no estábamos solos, que hay gente de buen corazón, de buenos pensamientos, que se unieron con nosotros y con los que pasan y sufren lo que yo sufrí», concluyó.