Pégame y llámame Marta

06/08/2016 - 12:00 am
Definitivamente Si En Una Práctica Deportiva Hay De Las Dos Expresiones La Femenina Y La Masculina Me Inclino Por La Segunda Foto Ap
Definitivamente Si En Una Práctica Deportiva Hay De Las Dos Expresiones La Femenina Y La Masculina Me Inclino Por La Segunda Foto Ap00

No me gusta el fútbol femenino.

No.

Jamás me pararía dos minutos frente a la pantalla de la televisión para ver, por ejemplo, un encuentro de tenis entre María Sharapova y Serena Williams y, en cambio, vocifero en cada Grand Slam por los destinos de “mi” Nole Djokovic cuando se enfrenta al siempre antipático (para mí) Andy Murray.

Me desvivo, eso sí, por la gimnasia artística, por la rítmica, por el nado sincronizado, donde las mujeres llevan hacia otra dimensión ese cuerpo más frágil que el de los hombres –según dicen algunos hombres y contradicen muchas damas en estado parturiento-.

Pero, definitivamente, si en una práctica deportiva hay de las dos expresiones: la femenina y la masculina, me inclino por la segunda.

Así me crié. Así me acostumbré. Sentada en un banquito al lado de mi padre, mientras mirábamos rotundas peleas de boxeo, largos partidos de balompié de varones: River, la selección argentina y otra vez, River, sin olvidar las carreras de Fórmula Uno donde aprendí a amar al brasileño Ayrton Senna o los macht de tenis donde “el deporte blanco” tenía un solo nombre y un solo apellido: Guillermo Vilas.

Pero empezaron los Juegos Olímpicos de Río de Janeiro. ¿Realmente me iba a perder el encuentro entre Brasil y China que en la rama femenina tenía al equipo anfitrión como favorito, en un debut donde sólo puede concebirse un horizonte en el que brille, impertérrita, previsible, la medalla dorada?

Sobre un suelo artificial, las siluetas magras de las jugadoras chinas enfundadas en un equipo rojo, frente a las más rotundas y piernonas futbolistas verdeamarelhas: la escena parecía como sacada de la serie Black Mirror: la ciencia ficción diseñando el deporte del mañana. La pantalla como una realidad virtual donde todo semeja un videojuego.

Sorpresa, el fútbol te da sorpresas y lo que en otro tiempo hubiera negado con ese fanatismo cerrado que me convierte en una bestia irracional cuando de deportes se trata, ahora es un ir y venir de mis ojos por un campo de juego donde de pronto una Fabianna, allá una Beatrice como la del Dante, aquí una Cristiane que avanza como un tanque de guerra rumbo al arco de las chinas, me dejaron clavada frente a la pantalla de la televisión.

Las piruetas desmañadas de la selección asiática poco entrenada en el arte de la defensa, el vértigo de los pies enredados en una número cinco que hablaba en portugués: los cuadros de una exposición impresionista e impresionable. Soy de aquí, me digo.

Y tanto soy de aquí que de pronto aparece una jugadora que lleva mi nombre, una Mónica con ojos grandes y pelo castaño que bien podría ser yo en la otra vida, unos 30 años atrás, si no fuera porque lo mío nunca fue patear una pelota hacia el arco contrario, sino más bien perderme entre los firuletes y las destrezas practicados por otros, como un paisaje que me enseñó más temprano que tarde que hay quienes nacieron para correr y algunos para narrar la carrera.

Pero ahí está Mónica, ese sosías de mi realidad virtual, conquistándome con un afán de espejo para nutrir mis visiones del fútbol, ese deporte que tanto me gusta, con otros paradigmas, con nuevos trazos y dibujos.

Sé que es una frase masoquista y salvaje, pero siempre me ha hecho reír mucho esa tan famosa de “Pégame y llámame Marta”, que es como decir: haz conmigo lo que quieras, ya me rendí a tus pies, no importa si sufro.

Sí, lo sé, es un refrán muy políticamente incorrecto, pero otro no surgió cuando a pocos minutos de terminar el partido, el estadio atronó con un grito de fervor dedicado a la número 10 de Brasil.

Todos fueron Marta en ese instante estremecedor.

Ella, con la número 10 impecable como un sol, apenas si atinó a agradecer aplaudiendo en el aire…

La historia termina con un 3/0 rotundo de Brasil frente a China. Conmigo gritando, ¡Viva el futbol femenino!, en nombre de Beatriz, de Fabiana, de Cristiane, de Mónica y, por supuesto, de Marta.

Mónica Maristain
Es editora, periodista y escritora. Nació en Argentina y desde el 2000 reside en México. Ha escrito para distintos medios nacionales e internacionales, entre ellos la revista Playboy, de la que fue editora en jefe para Latinoamérica. Actualmente es editora de Cultura y Espectáculos en SinEmbargo.mx. Tiene 12 libros publicados.
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