La verdad me gustaron el estilo y la manera de pensar de Xóchitl Gálvez Ruiz. Lo primero que sorprende de ella es su condición –y su orgullo– de ser una mexicana indígena y su reivindicación de la cosmografía otomí como centro de su ideología y sus convicciones. Raro en una funcionaria pública, a pesar de que en nuestro país la población indígena, estimada por el Coneval en 10.8 millones de personas, representa un 11 por ciento del total.
Asombra también, cómo no, que la jefa delegacional en Miguel Hidalgo ni siquiera contempla la posibilidad de buscar la jefatura de Gobierno de la Ciudad de México en 2018, a pesar de que en una encuesta reciente apareció sorpresivamente como la más fuerte rival de los posibles candidatos de Morena. Tampoco le importa a esta mujer nacida en la comunidad de Tepatepec, en pleno Valle del Mezquital hidalguense, lo que puedan pensar los dirigentes del PAN, el partido por el que llegó a su actual cargo, sin ser militante del mismo. “A mí los panistas me dejaron esta candidatura porque daban por perdida la delegación”, me dice con la misma naturalidad que habla de sus proyectos. “Es la neta”.
Xóchitl, efectivamente, llegó sin la bendición del cacique del panismo capitalino, un pillo llamado Jorge Romero Herrera que fue delegado en Benito Juárez y es el actual coordinador de la fracción del PAN en la Asamblea Legislativa (ALDF). Es más, logró la candidatura con el respaldo de uno de los principales enemigos del impresentable Romero Herrera, Obdulio Ávila Mayo. Este ex dirigente del PAN en la capital (2010-2011) fue el jefe de su campaña y es ahora su mano derecha en la DMH como director general de Servicios Jurídicos y Gobierno. “Me dejaron pasar”, ríe Xóchitl. Efectivamente, como lo platica, los panistas la subestimaron. No se imaginaron que fuera capaz de superar una desventaja de 20 puntos con respecto al candidato del PRD, David Razú Aznar.
Ingeniera en Computación por la UNAM, exitosa empresaria, Gálvez Ruiz apareció de pronto en la vida pública del país como integrante del gabinete de Vicente Fox Quesada, en el año 2000. Ella fue “descubierta” y sugerida al guanajuatense victorioso por un buscador de talentos contratado por él. Y Fox la nombró titular de la Comisión de Desarrollo de los Pueblos Indígenas.
No obstante, dos intentos posteriores por participar en política fracasaron de plano. En 2010 fue candidata de una coalición del PAN, PRD y Convergencia a la gubernatura de Hidalgo, sin conseguirlo. Y en 2012 buscó una senaduría de su estado por el PAN y quedó en tercer lugar. Finalmente logró el inesperado triunfo delegacional en 2015, para suceder al perredista Víctor Hugo Romo Guerra, a quien ahora por cierto tiene demandado penalmente por malversación de 16 millones de pesos de recursos federales en el parque El Mexicanito.
“En nuestra cultura otomí no cabe la corrupción”, comenta durante una charla en su despacho de la delegación, donde atiende sin protocolos. “Esto nos lo enseñan desde niños, lo mamamos”, dice. “Impensable robarse algo, porque eso significaría una vergüenza ante nuestra comunidad. Así de claro y simple”. Eso explica, completa, el porqué de su dedicación íntegra al trabajo por Miguel Hidalgo, del que habla con una convicción y un entusiasmo también sorprendentes. Y contagiosos.
Los ejes de su gobierno, resume, son la inclusión social, el desarrollo de la infraestructura, la recuperación de la confianza ciudadana a través del bien Gobierno y la innovación que convertirá a Miguel Hidalgo en una delegación de datos abiertos, única en la capital. “Esto me apasiona, palabra”, dice mientras abre ambos brazos.
Y platica de uno de sus proyectos favoritos, los jardines infiltrantes, el primero de los cuales, se inauguró hace un par de días en la calzada Legaria. Su objetivo es evitar inundaciones en la zona y a la vez captar y devolver el agua de lluvia al subsuelo, mediante varias capaz de piedra porosa. “Un asunto vital para los mantos acuíferos de la ciudad, que se han sobreexplotado”, pondera. Tiene una longitud de 37 metros y su costo es de apenas un millón 800 mil de pesos. Además, se logra una rehabilitación integral del área, con jardines, andadores y bancas.
Metida en planes como éste, dice Xóchitl, no piensa siquiera en una candidatura para la jefatura de Gobierno en 2018. “Es en serio”, me insiste divertida cuando le menciono la posibilidad que representa aparecer ya con un 17 por ciento de preferencias electorales sin ninguna promoción personal, frente a un 22 por ciento de Ricardo Monreal, el aspirante mejor posicionado de Morena (El Universal, 12 de julio 2016). “¡No, ni madres!”, dice con terquedad otomí. Válgame.
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