Un entrenamiento emocional con ejercicios cotidianos, para saber qué hacer cuando estamos tristes, angustiados o decepcionados
Ciudad de México, 16 de junio (SinEmbargo).- Ya sabemos qué hacer cuando tenemos hambre, sed o sueño: comer, beber o dormir. Pero la mayoría no sabemos qué hacer cuando estamos tristes, angustiados o decepcionados. Sin embargo, existe el entrenamiento emocional, aunque ahora nos sorprenda tanto como hace unas décadas nos sorprendía ver correr a alguien por la calle, proclama El libro las pequeñas revoluciones (Diana) de la escritora, divulgadora y periodista española Elsa Punset.
“Igual que hemos incorporado el entrenamiento físico, vamos a incorporar el emocional”, asegura la hija del famoso divulgador científico Eduard Punset, nacida en Londres, en 1964.
Elsa Punset se licenció en Filosofía y Letras, es máster en Humanidades por la Universidad de Oxford y máster en educación secundaria por la Universidad Camilo José Cela (UCJC). Colabora habitualmente en distintos medios de comunicación, imparte conferencias y es autora de Brújula para navegantes emocionales (2008), Inocencia radical (2009), Una mochila para el universo (2012), El león jardinero (2012), El mundo en tus manos (2014) y la serie de libros infantiles para entrenar las emociones Los atrevidos.
Sus obras, junto con sus intervenciones en RNE y en televisión ―en los programas El hormiguero, Para todos la 2 y el desaparecido Redes, que conducía su progenitor―, la han consagrado como autora de éxito en todo el mundo de habla hispana.
En El libro de las pequeñas revoluciones Elsa Punset propone un entrenamiento emocional que pueda convertirse en un hábito cotidiano, tal como se lleva a cabo una alimentación sana o un ejercicio físico.
“El estrés en el trabajo, el clima emocional en casa, la voz pesimista que siempre surge cuando menos la necesitamos, aquellos entornos tóxicos que no nos hacen sentir bien, el miedo que nos invade ante lo desconocido o la ira que nos irradia cuando algo nos supera dejarán de ser situaciones de nuestro día a día”, afirma la autora.
–¿Qué dirías que es una revolución y en todo caso qué es una pequeña revolución?
–Una pequeña revolución es algo paradójico y creo que no necesariamente las revoluciones deben conmover estrepitosamente, hacer mucho ruido. Una pequeña revolución es aquella capaz de generar una gran transformación, aun cuando pase inadvertida.
–Tu libro va proponiendo pequeñas recetas diarias para el bienestar general
–Gandhi decía algo que creo que nos da la clave: Cuida tus pensamientos porque se convierten en palabras; cuida tus palabras porque se convierten en tus actos; cuida tus actos se convierten en tus hábitos y cuida tus hábitos porque se convierten en tu destino. Entonces, creo que lo más difícil en el cerebro humano es que todo pasa de manera inconciente. Lo que ves es apenas la punta del iceberg, porque la realidad es que la persona vive con todo ese cóctel de emociones a cuesta a las que no sabe ponerles nombre y ante las cuales no tiene por qué ser esclavo. Creo que es una enorme llave de libertad empezar a entender que tienes estas emociones para ser dueño de tu vida y no al revés.
–A veces vas muy metido en tus pensamientos y de pronto paras y respiras…¿qué valor tiene la respiración?
–Los neurocientíficos nos hablan de la respiración y la meditación como si hubiesen descubierto la pólvora. Eso sucede porque a medida que entendemos más el cerebro humano adulto nos damos cuenta de que esos dos elementos son muy potentes. Nacemos con una corteza cerebral muy desarrollada que nos permite prever y recordar constatemente. Pero como el cerebro está programado para sobrevivir, tendemos a exagerar todos los peligros y amenazas de la existencia. Recordamos mucho más lo negativo que lo positivo. Básicamente tu cerebro no quiere que llegues feliz a la noche. Tu cerebro lo que quiere es que llegues vivo. La neurociencia nos indica que tenemos que aprender a vivir en el presente. Tenemos que aprender a domar ese cerebro que tiende a ir, por un asunto de supervivencia, siempre hacia delante, hacia lo negativo. Meditar es centrarse en donde estás, cuando estás, ocupar el presente. Respirar calmada, lentamente, desactiva la sensación de peligro. Es muy sencillo. Es muy potente.
–¿Qué valor tiene la observación, qué implica el silencio, para propender hacia un bienestar emocional?
–Eso también tiene que ver con el concepto de meditación del que hablábamos. Meditar básicamente no es rechazar lo que nos rodea, sino dejarlos pasar sin juzgar. Algo difícil, sin duda. Una escucha activa, por ejemplo, es parar y dejar que el otro se exprese, también una forma de meditación. Estamos hablando de algo que está a nuestro alcance y animo a las personas que nos leen que se animen a comer una manzana, dar un paseo, sintiendo lo que hacen, estando presentes, estando concientes.
–Está muy en boga en la neurología este concepto de conciencia
–Estar en conciencia es reconocer que hay una gran parte del cerebro que es inconsciente y que por tanto desconocemos. Por qué una persona nos resulta antipática, a lo mejor es porque en tu infancia tuviste un profesor que hacía sus mismos gestos. Es una reacción inconsciente. Ser conciente significa decidir, tomar la vida entre tus manos. Lo que quería en mi libro es invitar a observar los hábitos que tiene, por qué tiene vergüenza, por qué siente envidia, por qué se deja llevar por la ira. Somos criaturas de hábitos, si hacemos siempre lo mismo, nada cambiará.
–¿Sería entonces tu libro una puerta abierta a la transformación?
–Si no lo haces con conciencia, nada cambia. Nos dijeron durante décadas que ser así era algo genético, ahora sabemos que la inteligencia es algo emocional y entrenable. Aprendimos que dormir y comer bien es importante, debemos aprender que pensar bien es algo que se puede conseguir y por tanto se puede cambiar.
–¿Cómo es tu día como escritora?
–Trabajo con colectivos diferentes, con padres, personas en las empresas, con niños y todos ellos me inspiran. Siempre estoy investigando. El libro de las pequeñas revoluciones se me ocurrió en un aeropuerto y que recomendaba 500 recomendaciones diarias para mejorar tu cuerpo. Pensé: ¿por qué no hay algo así con la mente? ¿por qué no creemos todavía que podemos cambiar nuestros hábitos emocionales? He querido hacer un libro donde se haga fácil lo difícil. Me parecía importante también que fuera como un cuaderno de viaje que acompañara al lector en todo su recorrido.
