Francisco Ortiz Pinchetti
06/05/2016 - 12:03 am
CdMx: un gobierno en contingencia
Debe haber crujido el Antiguo Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México, cuando a las cuatro de la tarde del miércoles pasado la Comisión Ambiental de la Megalópolis determinó mantener la Fase I de la Contingencia Ambiental
Debe haber crujido el Antiguo Palacio del Ayuntamiento de la Ciudad de México, cuando a las cuatro de la tarde del miércoles pasado la Comisión Ambiental de la Megalópolis determinó mantener la Fase I de la Contingencia Ambiental, ¡por tercer día consecutivo! Parado el 40 por ciento del parque vehicular, aplicadas más de cinco mil multas en un mes a infractores del Hoy No Circula, la calidad del aire en el Valle de México alcanzó niveles que hacía muchos años no se registraban. En ese momento, pienso, el gobierno de Miguel Ángel Mancera Espinosa tronó.
Una larga cadena de desaciertos está detrás de ese quiebre inevitable. La administración supuestamente perredista de la capital del país ha fallado prácticamente en todos los rubros. Seguridad, transporte público, vialidad, uso del suelo, transparencia, medio ambiente, desarrollo urbano, agua potable, reforestación, manifestaciones callejeras y ordenamiento territorial son asignaturas en las que Mancera Espinosa ha reprobado en apenas la primera mitad de su administración. La percepción de los ciudadanos es muy clara al respecto y se refleja en la caída dramática de la calificación del gobernante –que tuviera una alta popularidad al inicio de su mandato– en todas las encuestas.
Todo esto ocurre además en el contexto del remedo de elección para la integración de un Congreso Constituyente de la capital, auspiciado por el mismo jefe de Gobierno. Ante la indiferencia ciudadana, los partidos se alistan para repartirse 60 de los 100 curules que contendrá la asamblea. Los otros 40 ya se los repartieron absurdamente las cámaras de senadores y diputados, el ejecutivo federal y el propio señor Mancera Espinosa que podrá a su antojo colocar a sus cuatas y a sus cuates.
La terquedad del ocupante principal del viejo y hermoso edificio hecho construir por Hernán Cortés en 1522 de achacar a los propietarios de autos particulares, usted o yo, la culpa de los altos índices de contaminación –cuando son efecto de una serie de factores evidentes y las condiciones atmosféricas prevalecientes– ha tenido un altísimo costo para los capitalinos, tanto en su bienestar más elemental como en las cuantiosas pérdidas económicas que la medida restrictiva ha provocado, según denuncia de las agrupaciones empresariales. Sin un transporte público mínimamente eficiente, la saturación del mismo causa aglomeraciones insoportables, pérdida de millones de horas hombre y daños graves a la salud, según han advertido las propias autoridades sanitarias de nuestro país. “Si somos impositivos, ni modo”, se atrevió a decir El Ternurita ante las protestas ciudadanas.
Especialistas privados y universitarios, expertos del propio sector público, han insistido en que el programa Hoy No Circula, ni en su versión “normal” ni en su doble ración, es la solución a un problema multifactorial. Las mediciones han confirmado que son los 30 mil microbuses y otros transportes de carga y pasajeros, así como los vetustos vehículos oficiales, los principales contribuyentes de sustancias contaminantes, además de las fábricas y construcciones y los millares de comerciantes ambulantes que con estufas de gas o anafres de carbón preparan y expenden en las calles fritangas, tamales, atole.
No hace falta argumentar más sobre la inutilidad del Hoy No Circula que el dato elocuente de que, en el segundo día de contingencia, guardados todos los automóviles con calcomanía azul y roja, estuvimos a sólo ocho puntos Imeca de alcanzar la Fase II, al registrar el índice los 192 puntos, lo que significaría parar a la mitad del parque vehicular.
Resulta no sólo en un fracaso escandaloso sino en una vergüenza el constatar que las medidas adoptadas hasta ahora para poner a salvo a la capital mexicana del envenenamiento ambiental no tienen prácticamente ningún efecto salvo que la madre Naturaleza intervenga con un sistema de baja presión atmosférica que mitigue la radiación solar y propicie que sople un viento salvador que disipe los precursores de ozono, como ya ha ocurrido en las anteriores contingencias. Sin esas condiciones, el Hoy No Circula es una burrada.
A pesar de la prohibición de circular para los autos con engomado amarillo y verde, el jueves estábamos a punto de ser testigos de un nuevo record histórico con el decreto de un cuarto día consecutivo de Contingencia, lo que ahora sabemos ya no es algo remoto. “La intensa radiación y alta temperatura contribuyen a un aumento en la actividad fotoquímica en la atmósfera que contribuye a la formación del ozono”, como nos lo explica la propia Comisión Ambiental de la Megalópolis.
Hoy el gobierno de la Ciudad de México es el que está en contingencia. Literalmente, no se sabe qué ocurrirá con él. La Real Academia Española define el término como “posibilidad de que algo suceda o no suceda”. Así estamos. De lo único que podemos tener certeza es que el fracaso debiera conducir a la renuncia. Al menos, por lo pronto, el cese fulminante de la llamada secretaria del Medio Ambiente de la capital, Tanya Müller García, cuya ineficacia ha sido patética. Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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