Diego Petersen Farah
29/04/2016 - 12:00 am
Desde Nueva York también se ve Ayotzinapa
El informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI) le salió a Peña Nieto más caro que un niño tonto en Harvard. La apuesta no renovándoles el permiso para seguir investigando era que, efectivamente, el Gobierno pagaría un costo político, pero finalmente podrían cambiar de tema, como lo había dicho el propio Presidente en su visita a Iguala. Lo que lograron fue lo contrario.
El informe del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI) le salió a Peña Nieto más caro que un niño tonto en Harvard. La apuesta no renovándoles el permiso para seguir investigando era que, efectivamente, el Gobierno pagaría un costo político, pero finalmente podrían cambiar de tema, como lo había dicho el propio Presidente en su visita a Iguala. Lo que lograron fue lo contrario. Hubo un interés mayor por el último informe del GIEI y sobre todo, una repercusión internacional que no fue correctamente medida y sopesada.
Seguramente los sesudos asesores de comunicación del Gobierno federal pusieron en la balanza quién escribiría a favor y quién en contra, con cuantos comunicadores tenían suficiente influencia para hacer vacío o al menos cabildear el informe de los expertos, de quiénes podían esperar un crítica severa, etcétera. Nada que no hagan todos los días. Lo que no supieron medir fue la reacción internacional por bloquear el trabajo de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH).
A Peña Nieto se le alinearon los planetas. En cinco días logró dos notas principales de portada, del New York Times; una declaración oficial del Departamento de Estado en Washington pidiendo que continúe la investigación; una toma de postura del alto comisionado de derechos humanos de la ONU pidiendo al gobierno atender el informe y seguir la investigación; y, finalmente, un editorial lapidario, otra vez del New York Times.
Lo primero que salta a la vista es que el GIEI y la CIDH hicieron su chamba y el gobierno mexicano no. Eso puede explicar las dos notas del Times y la declaración del la ONU, pero no la toma de postura del Departamento de Estado, que implica ya una acción diplomática. Pero lo más extraño de la historia es el editorial del New York Times, no porque haya sido duro con el gobierno mexicano, hace poco menos de cuatro meses, el 4 de enero, el periódico había dedicado un duro editorial, titulado “Las respuestas que Peña Nieto no da a México” donde calificaba abiertamente de torpe la investigación realizada por la PGR, sino por la forma. A diferencia de la mayoría de los editoriales del Times, construidos con una argumentación impecable y decenas de fuentes distintas, el del miércoles, fue simplemente una síntesis del caso con una fase demoledora pero no sustentada en el cuerpo del editorial: “Ningún funcionario mexicano asistió a la presentación del informe. Y eso dejó claro que el gobierno mexicano no tiene la voluntad política de reformar las instituciones judiciales. Tampoco la crueldad con la que trata a sus ciudadanos”. Sopas.
Mas allá de si estamos de acuerdo o no con la conclusión y de la calidad del editorial, es claro que el gobierno de Peña no trae un ambiente positivo con los vecinos del norte y que se le están están, o le están, alineando los planetas. Los gringos están jugando sus cartas para el 2018.
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