Diego Petersen Farah
08/04/2016 - 12:00 am
México – EU, en el ojo del huracán
Peña Nieto no ha seguido la línea que propone el PRI. Primero nombró a un economista, sin duda muy capaz, había sido ya secretario de Energía y de Hacienda, pero ajeno completamente al servicio exterior. A su salida, llegó Claudia Ruiz Massieu, una abogada que había sido previamente secretaria de Turismo, con cero contacto o experiencia en las relaciones internacionales.
Tengo un buen amigo a quien, por su liderazgo y capacidad, continuamente le ofrecen trabajo en la administración pública, pero él rechaza las ofertas como vienen, sin pensarlo. Un día me confesó que solo había un trabajo en el sector público, un hueso, al que no le haría el feo: la embajada de México en Lisboa. Eso sí, dice, me aseguraría de tener un cónsul general atingente y con mucha experiencia, porque una vez allá no pienso trabajar un solo día. Desgraciadamente para él, y para mi también, ese escenario no está en el horizonte, pues ya me había ofrecido el segundo mejor hueso del mundo: el de agregado cultural en Lisboa.
Hay embajadas a las que se puede enviar a un amigo del Presidente o a un político incómodo; la de Estados Unidos no es una de ellas. La relación más importante para México en el mundo es, por mucho con el vecino del norte, y por lo mismo la agenda la más delicada, intensa y cambiante. La relación entre está sujeta a tal cantidad de presiones y factores que ni un día amanece igual.
La designación de Miguel Basáñez como embajador de México en Washington ha sido uno de los errores más graves del Presidente Peña. Un error, además, que no comparte con nadie: fue su decisión y la tomó por los peores y más básicos motivos: la amistad. No es un problema de inteligencia del ex embajador Basáñez, esa nadie se lo escatima, es de formación y experiencia.
La Secretaría de Relaciones Exteriores es, junto con Hacienda y Banco de México, una de las pocas instituciones en este país que tienen un servicio civil de carrera. Forman a sus cuadros, los desarrollan y aseguran, en cierta manera, que llegue quien llegue no habrá terremotos. Los priistas se quejaron amargamente cuando el presidente Fox nombró a Ernesto Derbez, un economista, al frente de la secretaría, en sustitución de Jorge Castañeda, a quien más allá de simpatías o antipatías reconocían como alguien preparado para el cargo. Calderón designó como canciller a Patricia Espinoza, una mujer que cuando tomó las riendas de la secretaría tenía 25 años de experiencia en el servicios exterior.
Peña Nieto no ha seguido la línea que propone el PRI. Primero nombró a un economista, sin duda muy capaz, había sido ya secretario de Energía y de Hacienda, pero ajeno completamente al servicio exterior. A su salida, llegó Claudia Ruiz Massieu, una abogada que había sido previamente secretaria de Turismo, con cero contacto o experiencia en las relaciones internacionales.
La combinación resultó letal. Falta de experiencia en la cancillería y en la embajada en Washington hicieron crisis. El pésimo manejo frente a los embates de Donald Trump han dejado la imagen de un México débil y falto de argumentos. La carga que le deja Basáñez a Carlos Sada, él si un diplomático de carrera, no es pequeña: las relaciones con Estados Unidos van a entrar en zona de tormenta pues, «haiga sido como haiga sido», Trump ya puso a la relación con México en el centro del debate de la campaña presidencial. Estamos en el ojo del huracán; lo que sigue es el vendaval.
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