Martín Moreno-Durán
06/04/2016 - 12:05 am
Mancera y su desprecio por el PRD
Mancera no sólo le ha clavado puñales a Ebrard por la espalda, práctica común en la política y que ni debería de extrañarnos. Lo grave, es que esos puñales también atravesaron el corazón del PRD, partido que, quiera o no reconocerlo Mancera, lo apoyó con todo en 2012 hasta convertirlo en Jefe de Gobierno.
*La deslealtad, sello mancerista
*PRD iría por de la Fuente o Woldenberg
Las cabezas del PRD le han preguntado, de frente y sin rodeos, a Miguel Ángel Mancera, si le interesaría ser candidato presidencial de los amarillos en 2018.
-Lo voy a pensar…-, ha sido la respuesta tibia de Mancera, dejando en el aire la mano extendida del partido al que, a querer o no, le debe prácticamente todo, incluido ganar la jefatura de Gobierno capitalina.
Pero ese desdén no solamente se le debe atribuir, al cien por ciento, a Mancera, de sí un personaje sin ideología clara, carente de personalidad política, de pocas luces y, a estas alturas, sin la estatura siquiera para ser candidato presidencial, debido a su dramático desplome político en la CdMx y a su evidente fracaso como gobernante.
Parte de esa culpa la tiene el propio PRD por alimentar políticamente – de la mano de Marcelo Ebrard-, a un tinterillo de la política como Mancera, a quien de rebote y circunstancia le llegó la candidatura en 2012. ¿Cómo así?
Porque la primera opción de Ebrard se llamaba Alejandra Barrales, quien en un mal cálculo en su juego político, se acercó demasiado a René Bejarano, provocando que Marcelo le perdiera la confianza y la dejara fuera de toda posibilidad.
La segunda opción de Ebrard era Mario Delgado, leal y amigo, pero tenía un problema: no crecía en las encuestas y, por tanto, podría provocar que el enorme poder que el PRD tuvo hasta junio de 2015 – cuando los amarillos, de la mano de Mancera, fueron los grandes perdedores de esa elección-, comenzara a desdibujarse, lo que finalmente ocurrió hace poco menos de un año, con Morena y AMLO arrebatando posiciones claves al perredismo.
A Marcelo no le quedó de otra sopa: tuvo que voltear hacia Mancera, un Procurador de (in) Justicia cuyo sello fue la deleznable fabricación de culpables; un abogado al que públicamente Ebrard regañaba, aun siendo ya Jefe de Gobierno electo, debido a sus chabacanerías y boberías exhibidas en reuniones de trabajo.
No debe dudarse que en este momento, y en dónde se encuentre – fiel a la máxima política de que el gran elector se arrepiente de la designación que hizo respecto a su sucesor-, Marcelo Ebrard se haya dado cuenta del gravísimo error que cometió al fijarse en Mancera. Cierto: o era él o era Martí Batres también como tercera opción, con quien Marcelo no tenía ninguna simpatía ni afinidad. Hoy está pagando, y caro, su mala decisión. Y lo peor: heredó una calamidad política a la capital del país.
Mancera no sólo le ha clavado puñales a Ebrard por la espalda, práctica común en la política y que ni debería de extrañarnos. Lo grave, es que esos puñales también atravesaron el corazón del PRD, partido que, quiera o no reconocerlo Mancera, lo apoyó con todo en 2012 hasta convertirlo en Jefe de Gobierno.
De hecho, cualquiera que hubiera sido candidato: Barrales, Delgado o Batres, hubiera ganado sin ningún problema con el respaldo político – electoral del PRD, dada su hegemonía cuasi absoluta en la capital del país. Cualquiera hubiera ganado con holgura.
Sin embargo, Mancera enloqueció con el poder. Ya se creyó el súper político que la ciudad necesitaba y, aprovechando su volatilidad política y emocional, personajes como Héctor Serrano – el verdadero Jefe de Gobierno capitalino en la praxis-, y los hermanitos Serna – íntimos de Miguel Ángel-, le hicieron creer que hasta Presidente podría ser. Mancera escuchó campanitas y se trastornó.
¿Cómo?
Traicionando a Ebrard…y de paso al PRD.
¿Cómo?
Aliándose a Los Pinos, convirtiéndose en el secretario capitalino de Peña Nieto, escupiendo las causas de la izquierda en la CdMx y despreciando al PRD, a cambio del apoyo presidencial.
El puñal de Mancera alcanzó al partido amarillo. Le dio la espalda a quien lo apoyó. Le metió el pie a quién lo arropó.
Pero en su delirio, Mancera cometió un error innegable: confiar en Peña Nieto y en el PRI, sin darse cuenta que solamente lo estaban utilizando para minar a la izquierda capitalina, en beneficio del propio PRI. (En Los Pinos también cometieron un error de cálculo: no previeron que Morena iba triunfar en la CdMx, de la manera que lo hizo, en junio de 2015).
Pronto se dio cuenta Mancera que en Los Pinos solamente lo vieron como un alfil más: al reventarle en las manos la contaminación en la capital y la irritación social que lo ha enviado a la lona en las encuestas – solamente 2 de cada diez ciudadanos lo apoyan-, pidió desesperado el apoyo de Los Pinos: 5 mil millones de pesos para comprar camiones de transporte público nuevos. Pero le dieron palo. Le dijeron que no.
Mancera despreció al PRD, se ensabanó con el PRI…y hoy paga las consecuencias.
Ni Serrano ni los hermanitos Serna le advirtieron que el PRI no tiene aliados. Tiene intereses.
*****
Sin figuras propias. Sin candidatos viables. Sin cuadros valiosos. ¿Qué le queda al PRD?
En pláticas que el columnista ha tenido con perredistas (y ex perredistas), hay una coincidencia: ante el desplome de Mancera en la capital, y su desprecio al partido amarillo, la única opción es buscar un candidato externo para la próxima elección presidencial.
Algunos mencionan al ex rector de la UNAM, Juan Ramón de la Fuente.
Otros más prefieren a José Woldenberg, quien ha sido el presidente electoral más respetado y prestigiado de la historia.
La pregunta es: ¿querrán de la Fuente y Woldenberg vestirse de amarillo?
TW: @_martinmoreno
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