Francisco Ortiz Pinchetti
01/04/2016 - 12:03 am
Los otros 22 mil muertos
Ahora sabemos que hace un par de semanas los habitantes del Valle de México estuvimos a un tris de un colapso ambiental.
Ahora sabemos que hace un par de semanas los habitantes del Valle de México estuvimos a un tris de un colapso ambiental. La decisión del Presidente Enrique Peña Nieto de asumir directamente la responsabilidad y el mando de la situación para ordenar medidas radicales como fue la contingencia ambiental fase I, se dio a raíz del informe que recibió la mañana de ese lunes 14 de marzo por parte de las autoridades sanitarias. Nadie, por supuesto, informó sobre la gravedad de la situación ni dio mayores explicaciones a las razones de aplicar una medida de la que no se había echado mano en los últimos 14 años.
Tampoco se dio a conocer entonces el informe que la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (Cofepris) presentó al mandatario. Según ese estudio, en México se registran anualmente 22 mil muertes prematuras asociadas a la contaminación atmosférica. El dato es aterrador, sobre todo porque hace pensar forzosamente en que se trata de sólo una estimación de una realidad que seguramente es peor. “Tenemos un problema de salud serio”, aceptó el titular de la Comisión Ambiental de la Megalópolis(CAMe), Martín Gutiérrez Lacayo, al referirse a las nuevas restricciones del programa Hoy no circula, que se aplicarán del 5 de abril y hasta el 30 de junio. “El mensaje es que todos somos parte del problema y debemos ser parte de la solución», dijo muy orondo.
Por supuesto que no es momento de discutir esta última afirmación. La realidad es que estamos ante una emergencia y que, efectivamente, por el momento no hay otra salida, aun cuando afecte a millones de habitantes de nuestra mega urbe. Esto, sin embargo, no quiere decir que no haya responsables. Y lo son evidentemente los gobernantes omisos e irresponsables que desde hace más de un cuarto de siglo debieron tomar medidas inteligentes y viables ante un problema creciente, pero que optaron por la vía más fácil de la restricción. Ese es el meollo real del problema. El programa “Hoy no Circula” fue cuestionado por especialistas desde un principio. La advertencia de que sería contraproducente, se cumplió.
En la decisión reciente de endurecer ese programa para enfrentar la temporada de calor y de alta radiación solar que favorece la generación de ozono, hay que tenerlo claro, el Jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera Espinosa, no metió ni las manitas. La verdad es que fue una decisión federal, por instrucciones presidenciales, que se le atribuyó a la CAMe sólo para taparle el ojo al macho.
Naturalmente que ello no exime a Mancera Espinosa de responsabilidad. Para nada. Por el contrario, debe el Jefe de Gobierno responder por las omisiones y torpezas cometidas por su administración que han agravado el problema, incluida la emisión de su nuevo y cuestionado Reglamento de Tránsito. Su tolerancia a las manifestaciones callejeras y los bloqueos implican una responsabilidad evidente en este tema. El Ternurita no habría podido dar solución al problema de la contaminación atmosférica en la capital, por supuesto. Eso implicaría un verdadero plan integral de largo plazo que rebasa sus facultades. Sería una locura y una injusticia exigírselo; pero sí pudo asumir una serie de medidas para paliar al menos temporalmente el problema. Y no hizo la tarea. Una clara responsabilidad suya es la fluidez vehicular en la ciudad: lejos de facilitarla, la ha bloqueado.
Hay muchas medidas que se pueden aplicar de manera prácticamente inmediata para favorecer esa fluidez. Las hay de estricto sentido común, obvias. La primera sería la destitución inmediata de la secretaria del Medio Ambiente capitalina, Tanya Müller García. Numerosas ONGs y líderes sociales la acusan de ineficiencia y negligencia. En el tema de la contaminación, ha sido absolutamente omisa y contradictoria, mentirosa.
En el listado de acciones a emprender estaría en segundo lugar la suspensión o modificación del reglamento de Tránsito en lo referente a la velocidad máxima de circulación. Especialistas de la UNAM han demostrado cómo el obligar a una velocidad demasiado baja contribuye a aumentar los índices de contaminantes. La reciente contingencia coincidió precisamente con la entrada en vigor del nuevo reglamento. Estaría enseguida el tema de la instalación de semáforos inteligentes, una promesa que se remonta a la administración de Cuauhtémoc Cárdenas, que permitan mayor agilidad al tránsito en calles y avenidas principales, así como su sincronización efectiva. Junto con ello, la adscripción de agentes de tránsito eficientes y suficientes, adiestrados, para agilizar (“jalar” le llaman) la circulación en cruceros conflictivos.
Seguiría el retiro de los ya denunciados 30 mil topes innecesarios que hay en la ciudad, así como de ciclovías mal planeadas, baches, macetones, jardineras, bolardos, zanjas, vendedores ambulantes y demás estorbos físicos a la circulación vehicular. Evitar no sólo la circulación de vehículos oficiales en mal estado, como se ha demandado, sino también el estacionamiento de los mismos en vías primarias, así como prohibir en horas hábiles el parqueo aún en doble fila de camiones repartidores, autobuses escolares y transportes públicos. Y la medida reina: erradicar, ahora sí de veras, la plaga de millares de microbuses que nos agobian y nos ahogan, causantes de la mayor contaminación vehicular. Ese es el principal reto de Mancera Espinosa: sustituir esas carcachas sucias y peligrosas por autobuses dignos y confiables. Válgame.
Twitter: @fopinchetti
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