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Jorge Zepeda Patterson

21/02/2016 - 12:05 am

Tolucos

La estratagema es impecable y no requiere más que humo, labia e influencias. Ganar un contrato de una empresa pública y utilizarlo como garantía para hacerse de más de mil millones de pesos.

Arne Aus Den Ruthen El City Manager De La Delegación Miguel Hidalgo Fue Subido a Un Auto Y Golpeado Por Guaruras Del Empresario Raúl Libién Propietario Del Grupo De Comunicación Miled Del Estado De México Foto Cuartoscuro
Arne Aus Den Ruthen El City Manager De La Delegación Miguel Hidalgo Fue Subido a Un Auto Y Golpeado Por Guaruras Del Empresario Raúl Libién Propietario Del Grupo De Comunicación Miled Del Estado De México Foto Cuartoscuro

¿Cómo se llamaría la obra consistente en estos dos actos? Primer acto: Óscar Fernández Luque, ex dirigente del PRI y ex funcionario del Estado de México, ahora prófugo, gestionó un préstamo fraudulento de 91 millones de dólares de parte de Banobras cuando su ex jefe, Alfredo del Mazo fungía como director de la institución bancaria. ¿Cuál fue el criterio para otorgar un crédito de esta magnitud (en ese momento equivalía a 1,208 millones de pesos)? Uno pensaría que la empresa del solicitante es sólida, con activos cuantiosos y larga trayectoria, ¿cierto?. Eso será en otro país. Acá se trataba de una empresa poco menos que patito, que presentó como garantía dos contratos de obra obtenidos de parte de Pemex en condiciones cuestionables. La estratagema es impecable y no requiere más que humo, labia e influencias. Ganar un contrato de una empresa pública y utilizarlo como garantía para hacerse de más de mil millones de pesos. Pero resultó que Fernández Luque había engañado a Pemex con documentación alterada y ni siquiera estaba en condiciones de cumplir los trabajos contractados. Usted pensará que entonces Banobras se habrá lanzado con desesperación a recuperar los cuantiosos recursos públicos desviados a un sinvergüenza. No, no en México. Según la nota (publicada en el diario Reforma el sábado 20 de febrero), la institución financiera postergó hasta donde pudo la denuncia y demoró la presentación de las pruebas.

Segundo acto: Arne Aus den Ruthen, el City Manager de la delegación Miguel Hidalgo, fue subido a un auto y golpeado por guaruras del empresario Raúl Libién, propietario del grupo de comunicación Miled, del Estado de México. El funcionario de la delegación había intentado desplazar vehículos estacionados en zona prohibida sobre el Paseo de la Reforma. Gracias al valor de Den Ruthen y la determinación de la Delegada Xochitl Gálvez, quien tuiteó: “Unos escoltas que traen el vehículo placas 601ZEB golpearon a @arnemx y se robaron su celular pido su apoyo para localizarlos”, fue detenido uno de los agresores. Cualquiera pensará que el jefe de todos ellos, Raúl Libién, trataría de hacerse ojo de hormiga y pasar inadvertido, ¿cierto? Eso también será en otro país. En este, el aludido presentó su argumentación con el decoro y caballerosidad que caracteriza a nuestras respetuosas élites: “me la pelan”, dijo en su twitter @ilibien.

¿Qué tienen en común los dos actos y cómo se llamó la obra? Los dos personajes, Fernández Luque y Raúl Libién, son miembros del poderoso grupo político fincado en el Estado de México. El primero formó parte de los equipos de trabajo de Alfredo del Mazo Maza, primo del Presidente Peña Nieto y ex precandidato al Gobierno al Estado de México. El segundo, Libién, es hijo de un hombre cercano a la familia del Presidente y su empresa de medios ha adquirido estaciones de radio y fundado una revista y periódicos en Toluca a partir del ascenso del antes Gobernador y ahora mandatario. Sobra decir que la política editorial de este grupo de comunicación es ferozmente oficialista.

¿Y cómo se llamaría la obra?: en aras de la economía de palabras yo le pondría “Los Tolucos”, porque el término se ha convertido en sinónimo de la crema de la crema entre la clase política. Aquellos que están en otra liga, bajo otras reglas o en ausencia de todas ellas. Aquellos que pueden decir desafiantes y con rencor “me la pelan” a toda la opinión pública e incluso pueden castigar a la autoridad que intenta aplicar la ley. Pero la obra bien podría recibir otros nombres: “La infamia”, “Los canallas”, o “Aquí nos tocó vivir”.

Me gustaría que el Presidente sintiera por una vez que estamos en otro país; uno en el que nadie puede comprometer el nombre del Jefe de Estado o empañar la imagen del grupo político al que pertenece, así sea un amigo personal o un familiar. En tal país se investigaría al titular de una institución bancaria, Banobras, que permitió un crédito tan absurdo y leonino a favor de su ex subordinado; o se revisaría con cualquier pretexto las concesiones de radio que se la han otorgado a un grupo que utiliza sus medios para legitimar abusos y canonjías.

Twitter: @jorgezepedap

Jorge Zepeda Patterson
Es periodista y escritor.
en Sinembargo al Aire

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