Desde hace miles de años el hombre ha mostrado su interés por surcar los cielos. Basta con recordar a Ícaro, quien, en la mitología griega, pudo salir del laberinto de Creta gracias a las alas de cera que le hizo su padre Dédalo. En el siglo XV Leonardo Da Vinci diseñó planeadores y ornitópteros, que usaban mecanismos que emulaban a los pájaros. Así como él, muchos fueron los pioneros en el arte de los vuelos, pero no todos tuvieron éxito. Diseños llenos de alambres, con muchas alas, en fin, los experimentos fueron bastantes y algunos de los más recordados lograron la fama porque arrancaron las risas de quienes presenciaron la hazaña. A continuación presentamos un par de imágenes y videos de las primeras pruebas para volar del finales del siglo XIX y principios del XX:
Uno de los primeros modelos de vuelo fue este Chanute-Avery Multiple-wing de 1896, algo débil para soportar las ráfagas de viento y a su tripulante, que como la mayoría de la época, no dejó de lado la formalidad e intentó elevarse con todo y su formal vestimenta.
En 1904 el Horatio Phillips Multiplane parecía poseer las celdas de un panal de abejas debido a sus múltiples «alas», tenía 20 en total. Para manejarlo los conductores debían pedalear un equipo muy similar a una bicicleta, pero algo más alargado. El resultado de este proyecto, al que le siguieron un sinfín con la misma técnica, fue el fracaso. Un año antes, en 1903, Orville y Wilbur Wright realizaron su primer vuelo en Kitty Hawk, a bordo del Flyer I, la primera máquina voladora a motor construida por ellos.
Los Wright se convirtieron en los primeros en volar con un biplano propulsado a motor; la proeza tuvo una breve duración.
Este Marquis d’Equevilly multiplane data de 1908, cuando ciertos inventores creían que entre más alas tuviera el modelo, más fácil les sería volar. Pero se equivocaron. Muchos otros querían imitar el logro de 1906 del brasiñelo Alberto Santos Dumont, el primer hombre en despegar a bordo de un avión, impulsado por un motor aeronáutico.
Esta nave se hizo en 1911 y se llamó Gibson Multiplane. Fue una de las tantas tripuladas que jamás lograron despegar del suelo y que en muchos casos resultaron peligrosas para sus tripulantes, quienes la mayor parte del tiempo no usaban protección alguna.
Pronto se fusionaron los motores y las enormes alas, que en la mayoría de las veces sólo estorbaban. A pesar de que la aviación ya tenía algunos aciertos, para 1919 la meta ya no sólo era elevarse, sino hacerlo lo más alto posible. La imagen es del Zerbe Air Sedan.
Los pioneros de la aviación no sólo sufrieron la decepción de ver fracasar sus ideas, también soportaron los golpes de sus máquinas, mismas que en ocasiones no aguantaron el intento de despegue y terminaron desplomándose, orillando a sus creadores a huir asustados.
Además de poder resultar lesionados, quienes probaban los artefactos posiblemente culminaban su tentativa de vuelo agotados, la razón: el pedaleo. Muchos diseños contaban con mecanismos de pedales para poder hacer «aletear» sus alas. Quizá quienes tripulaban los equipos debían contar con una excelente condición física para no darse por vencidos en el primer fracaso.
Tal vez envidiando a las aves, los inventores trataron de imitarlas y crear sus propias «alas», unas incómodas, otras graciosas, pero casi todas, inservibles.
Pero nada detuvo al hombre y siguió buscando volar hasta que lo logró, marcando la historia en 1903, un año que jamás se olvidará y menos a los responsables del acto memorable: los hermanos Wright.
Los inventores no se detuvieron entonces y continuaron perfeccionando sus modelos en busca de la conquista del cielo.