Arnoldo Cuellar
14/01/2016 - 12:00 am
Guanajuato: más suerte que planeación
Guanajuato es, en estos momentos, una economía de excepción.
Guanajuato es, en estos momentos, una economía de excepción.
Una sola política pública que coincidió con un reordenamiento global de la estructura industrial, la de atracción de inversiones, iniciada tímidamente por el último gobierno priista de Guanajuato y continuada de forma ascendente por los gobiernos panistas hasta niveles de paroxismo en el sexenio de Juan Manuel Oliva, tiene hoy a la entidad creciendo a niveles nunca vistos y muy por encima de la media nacional.
Con algo de exageración, hay quienes nos comparan con los tigres asiáticos. Sin embargo, renglón por renglón, salimos perdiendo.
Resulta que en una entidad donde se invierte en la planeación desde hace 20 años (cuando era Gobernador, Vicente Fox ideó un plan Guanajuato siglo XXI) a nadie se le ocurrió prever que a mayor número de instalaciones industriales, urbanizaciones asociadas y un complejo sistema de servicios, le harían falta más y mejores vías de comunicación.
O, si está en algún olvidado plan archivado en un cajón de las muchas y variadas dependencias planeadoras que se han sucedido a lo largo de los años, esa propuesta no encontró al político valiente que decidiera tomar el asunto en sus manos.
Al paso que vamos y con la ausencia de servidores públicos visionarios, pronto las escasas vías de comunicación que le sirven al estado desde hace medio siglo, se convertirán en gigantescos estacionamientos.
Y lo poco que se ha construido resulta inservible, por la incuria de funcionarios venales que no buscaban soluciones, sino oportunidades de saqueo. Ahí está la nueva autopista Salamanca–León que, a un precio exorbitante, llega… a ninguna parte.
O mejor dicho, llega a los mismos embudos saturados a los que se planteaba como alternativa.
El Gobernador panista Miguel Márquez y la ex Alcaldesa priista de León, Bárbara Botello, -agresiva ésta, pasivo-agresivo aquel-, se perdieron en pleitos de vanidades que desperdiciaron tres años para avanzar de forma conjunta en el eje metropolitano León–Puerto Interior–Silao.
Y después de que ese puerto seco, que conjunta parques industriales con recintos fiscalizados e instalaciones educativas, prácticamente se ha saturado, se proyecta otro desarrollo industrial en la zona aledaña de Santa Ana del Conde, con la casi segura instalación de una gigantesca planta llantera de la francesa Michelín, sin que se ofrezca una alternativa de movilidad.
Engolosinados por el crecimiento de Guanajuato, por el corte constante de listones en nuevas y modernas factorías, el Gobernador, su gabinete y los alcaldes no se han puesto a pensar que su banal festejo de hoy será el origen de los conflictos de mañana.
De los legisladores locales ya ni hablemos. Ahogados en el vaso de agua de su ostentosa e inconclusa sede de tintes hitlerianos, donde producirán dictámenes los próximos años que en nada ayudarán a resolver los problemas reales de Guanajuato, como lo prueban las últimas tres o cuatro legislaturas, de los diputados no puede esperarse ninguna solución al entrampamiento que ya nos amenaza por la falta de previsión.
Y el problema de la conectividad se presenta en todas partes: ahí está el cuello de botella de la carretera San Felipe–Silao, al desembocar en el libramiento de esta ciudad; o el acceso a una populosa colonia como Las Joyas, en León, con un “bulevar” de un solo cuerpo.
O Guanajuato capital, ahogado por la falta de estacionamientos.
O el mismísimo Puerto Interior con accesos y salidas peores que los de un fraccionamiento de nivel medio.
O el Aeropuerto Internacional, que no obstante las continuas remodelaciones, sigue pareciendo una central camionera ligeramente evolucionada.
La soberbia de los políticos que nos gobiernan los hace pensar que las cosas van bien porque ellos las han hecho bien.
En realidad, el éxito que vive Guanajuato en un renglón específico, su economía, tiene muchos más artífices que los que cobran en la nómina pública.
En cambio, algunos de los fracasos más sonados que se harán visibles en los próximos años, tienen responsables bien identificados en quienes que han manejado decisiones estratégicas y presupuestos públicos sin rendir cuentas, buscando muchas veces réditos partidistas y, en no pocas ocasiones, aprovechando de forma personal las circunstancias.
El tiempo, y no muy lejos, pondrá a cada quien en su lugar.
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