En el disco Bohemio, del argentino Andrés Calamaro, el artista reflexiona sobre su propia muerte en una canción bellísima.
El Salmón, como es llamado por sus fans, es un gran letrista, aun cuando muchos de sus temas paradigmáticos –por caso “Estadio Azteca”, de Marcelo Scornik- han sido escrito por otros.
En la canción citada, dice “Andrelo”, de 54 años, estar en “el medio de ningún lugar” y que desde ahora vivir no va a ser tan fácil “puesto que nacimos para correr”.
Le agradece a los amigos que ya no están, pues ellos le recuerdan “la fortuna de existir”, al tiempo que prefiere no saber cómo va a morir y “que ocurra y nada más”.
“Sé que voy a volver cuando pienses en mí”, dice el cantor enamorado, en una vuelta de tuerca que enciende como él mismo suele destacar “el tilín del corazón”.
En la reciente película del italiano Nanni Moretti, Mia Madre, la actriz Margherita Buy, que da vida a un álter ego del famoso cineasta, recorre con los dedos los libros de su madre moribunda, que en su tiempo activo fue profesora de latín.
Con rostro compungido se pregunta dónde irá a parar todo eso que en la vida de alguien se convierte en polvo, en nada, cuando llega la hora del final.
“Nacimos para correr” es ese estado que parece eterno y que sin embargo corresponde a una fracción limitada de tiempo, algo tan efímero como incomprensible y que explica por qué cuando acontecen el fin de un año y el principio de otro tendemos a perdernos en rituales absurdos –comer 12 uvas, llevar calzones rojos, dar una vuelta manzana con las maletas en ristre-.
Otro argentino y amigo de Calamaro, el escritor Rodrigo Fresán, suele decir que lo triste de morir está representado en todos esos libros que ya no leerá. Quizás por eso se dedica a leer casi todo lo que se publica en el mundo, aun cuando esta afirmación resulte exagerado.
A propósito de quién leía más, si Fresán o Roberto Bolaño, respondió el autor de Los detectives salvajes: - –Depende. El Oeste es para Rodrigo. El Este para mí. Luego nos contamos los libros de nuestras correspondientes áreas y parece que lo hubiéramos leído todo.
Leer es una voluntad de eternidad.
“La eternidad se hace larga, sobre todo al final”, dijo Woody Allen. Y aunque morir es como dice la escritora Ángeles Mastretta “una verdadera canallada”, rechazaríamos la posibilidad de vivir para siempre, recordando a los que se fueron antes, añorando con nostalgia dolorosa las épocas en que fuimos más felices, más jóvenes.
Nacimos para correr, efectivamente. Somos de la era en que todo es para ahora y la consigna punk de no sé lo que quiero pero lo quiero ya constituye una máxima existencial inevitable.
Sin embargo, en estos primeros días del 2016 bien vale una parada en algún puerto, para tomar impulso y dejarnos llevar con fluidez por los días y las horas que vendrán.
Eso. Y feliz año.