Francisco Ortiz Pinchetti
01/01/2016 - 12:00 am
(Des) propósitos de Año Nuevo
Se me ocurre sugerir un ejercicio que podría devolverle amenidad a nuestras intenciones: asumirlas ahora al revés, como despropósitos de Año Nuevo.
Es costumbre vieja y socorrida la de formular propósitos de Año Nuevo cada que el calendario anual de nuestras vidas da vuelta de hoja. Es al mismo tiempo dar un repaso a los afanes del año que termina, y que seguramente no cumplimos, y renovar las promesas de portarnos bien durante los siguientes 12 meses. La rutina a la que esa repetición de año con año lleva, sin embargo, acaba por quitarle todo encanto y el asunto resulta más aburrido que una homilía dominical de don Norberto en Catedral. Ante eso se me ocurre sugerir un ejercicio que podría devolverle amenidad a nuestras intenciones: asumirlas ahora al revés, como despropósitos de Año Nuevo.
Empezaríamos por proponernos como norma inviolable el hacer caso omiso a los sospechosismos que tanto abundan en las redes sociales e inclusive en algunos medios llamados de comunicación y atenernos exclusivamente a los hechos debidamente probados y comprobados. ¡Sopas! Tengamos consciencia plena que esto conlleva la voluntad de renunciar a una serie de conjeturas absolutamente divertidas sobre el comportamiento de funcionarios y políticos mexicanos, para empezar. Un ejemplo es la insidia con que se pone en duda la armonía conyugal que reina en la residencia de Los Pinos. O los chismes acerca de las negociaciones secretas entre Gobernación y «El Bronco». O peor: entre la Santa Sede y el PRI, para arreglar a modo la visita inminente de Francisco. ¡Diablos!
No podremos ya dar por hecho, y menos twittear, que el Presidente Peña Nieto tiene las aviesas intenciones de privatizar el Sector Salud ni que Manlio Fabio Beltrones está dedicado en cuerpo y alma a la construcción obsesiva de su propia candidatura para el 2018. Tampoco asumir como buena la versión de que el PRD finta por la derecha y simula una alianza con el PAN sólo para darle celos a Andrés Manuel, con quién sueña reconciliarse, mientras inventan que el toletero de Macuspana dispone a su antojo de candidaturas y prerrogativas económicas de Morena por 395 millones este año y recibe sin remordimiento parte de las canonjías que el despreciable Estado mexicano reparte a manos llenas entre diputados federales y locales, incluidos por supuesto los de su partido. ¡Pamplinas!
Igualmente habremos de desechar por baladíes las reiteradas acusaciones contra Ricardo Anaya Cortés por solapar la corrupción en el PAN, a pesar de que nos digan, con evidente dolo, que los panistas han hecho de la delegación Benito Juárez no su bastión, sino su guarida, y que no paran de enriquecerse a golpes de extorsiones, moches y mordidas, similar patraña que se urde contra el también panista ex Gobernador y maletero sonorense Guillermo Padrés, a quien le inventan más transas que a «Chucho el roto».
Deberemos descalificar todas las consejas acerca de la red de complicidades que dicen tejió Joaquín «El Chapo» Guzmán para escapar del Penal del Altiplano y no poner oídos a las falacias que involucran en esa corrupción al chino de Bucareli y al mismísimo Jefe del Ejecutivo. Ya estuvo bueno de oír una interminable retahíla de falsedades acerca de las debilidades humanas de nuestros gobernantes y las palmípedas aves que los acompañan. Lo de la «casa blanca», asumámoslo, es puro mitote.
Lo mismo ocurre con nuestros legisladores, la mayoría de los cuales fueron elegidos libremente por el pueblo, a los que se les atribuyen falsamente costumbres poco éticas, como el exigir sumas millonarias a alcaldes y gobernadores a cambio de la asignación de contratos. O inventarles cuentos como los de los regalazos, sueldazos y aguinaldazos que dizque reciben los senadores, diputados y asambleístas. No podemos aceptar ni por asomo el infundio de que pudieran ellos repartirse un botín. ¡Cuál botín, por Dios!
Otro: Desconfiar de entrada de todo tipo de investigaciones no gubernamentales, que seguramente llegarán a conclusiones culposas contra las autoridades civiles y militares encargadas de la seguridad nacional. Hemos de dudar de las opiniones de los analistas independientes, que invariablemente resultan radicalmente críticas de gobernantes y partidos políticos de todo signo. No pongamos oídos a la intriga en la que quieren involucrarnos e ignorar sin más las supuestas “investigaciones periodísticas” de los informadores autollamados independientes. Lo mismo debe ocurrir con los dizque defensores de los derechos humanos, los famosos activistas, que encuentran muertos hasta debajo de su cama y no requieren de un ábaco siquiera para multiplicar, duplicar y quintuplicar ipso facto el número de muertos y desaparecidos en nuestra amada comarca. ¡Mitoteros!
Propongámonos asimismo confiar a pie juntillas en las cifras oficiales sobre la situación económica del país, para de manera automática desconfiar de los analistas izquierdosos que en su delirio populista tratan de confundirnos con conjeturas absolutamente descabelladas sobre un futuro atroz para las finanzas nacionales. Veámosle el lado positivo a la devaluación del peso frente al dólar, por ejemplo, sobre todo si tenemos bastantes billetes verdes abajo del colchón. Las predicciones catastrofistas de uno que otro semanario amarillo y algún noticiero radiofónico no merecen ni siquiera nuestro desprecio. ¡Patrañas! Severo mentís –un latigazo– fue para ellos la noticia de que en este mes de enero bajará por primera vez en la historia el precio de las gasolinas… aunque sea un tres por ciento.
En suma, hagámonos el despropósito de ser políticamente incorrectos –e inoportunos– para lo cual tendremos que evitar todas las tentaciones acerca de conjuras, confabulaciones y complós. Ya estuvo bueno. No podemos empezar así otro año. ¡Rebelémonos ya contra las falsas mentiras! Válgame.
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