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Martín Moreno-Durán

04/11/2015 - 12:01 am

Censura: política de Estado

+Ley Fayad confirma intención dictatorial +Activistas, ciudadanos, columnistas: o callan o mueren             Iniciativa de senador del PRI que propone encarcelar a quienes publiquen en internet memes, tuits, videos, audios y mensajes de manera “indebida”, incluyendo actividades como el periodismo digital, publicidad, opiniones o mensajes vertidos en redes sociales.             Activistas-ciudadanos asesinados tras protestar, públicamente […]

+Ley Fayad confirma intención dictatorial

+Activistas, ciudadanos, columnistas: o callan o mueren

            Iniciativa de senador del PRI que propone encarcelar a quienes publiquen en internet memes, tuits, videos, audios y mensajes de manera “indebida”, incluyendo actividades como el periodismo digital, publicidad, opiniones o mensajes vertidos en redes sociales.

            Activistas-ciudadanos asesinados tras protestar, públicamente o mediante redes sociales, por malos gobiernos.

            Columnistas críticos silenciados en periódicos.

            No, señores: no son coincidencias ni, mucho menos, casos aislados.

            Son eslabones – cada uno con sus diferentes perfiles y circunstancias- que integran una cadena que, durante décadas, ha sido piedra angular para lograr la sobrevivencia del priismo: la censura. El silencio. El callar voces críticas. El imponer la disciplina partidista entre la sociedad mexicana.

La maldita censura.

*****

            “Si quieren quemo la iniciativa”, dice el senador Omar Fayad apabullado – vaya paradoja-, por las mismas redes sociales que quiere censurar, y – también hay que decirlo-, por algunas plumas que aún sobreviven en México bajo la cada  vez más escasa libertad de expresión en periódicos y revistas –con sus conocidas excepciones-, contrastando con la libertad que gozan la mayoría de diarios digitales. Sí, como SinEmbargoMX.

            Pero el punto no es que el esposo de la actriz Victoria Ruffo pretenda ahora quemar o deshacerse de ese bodrio llamado Ley Federal para Prevenir y Sancionar los Delitos Informáticos. No es por ahí. Nada de que la rompo y se acabó el escándalo. No.

            Lo grave, es que la bestia ya volvió a enseñar los colmillos.

            Por segunda ocasión en el sexenio peñista se amenaza con censurar al Internet, como si estuviéramos en China o en Corea del Norte. Amagos de censura que, hasta hoy, no han prosperado por el inmediato rechazo que generaron, pero que están ahí, acechantes, dolosos.

            Hoy es Omar Fayad. Mañana será otro personero del PRI. El nombre es lo de menos. Lo de fondo es la intención. El embate. La puñalada con filo de mordaza.

            Y no nos dejemos engañar:

            Si algunas plumas oficialistas intentan suavizar el bodrio de Fayad, diciendo que no debemos oponernos a delitos cibernéticos, a ellos basta con darles una respuesta: ese tipo de delitos YA ESTÁN TIPIFICADOS en la ley. Por supuesto que nadie se opone a que se castigue a pederastas en la red, a tratantes de personas, a delincuentes. ¡Nadie pide que sean perdonados!

            Pero una cosa es castigar a quienes utilizan TW, FB y otras vías para delinquir, y otra cosa, muy diferente, es colgarse de una acción en contra de la delincuencia cibernética para promover, bajo ese disfraz, la censura y la mordaza contra el periodismo digital y plataformas similares.

            La maldita censura.

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            José Luis Rodríguez Muñiz tenía 31 años de edad. Estudiante de la Universidad Autónoma de Ciudad Juárez. Había publicado en su página en FB fuertes críticas en contra del gobernador priista, César Duarte, contra el Alcalde Enrique Serrano, la Senadora Lilia Merodio y el ex Presidente municipal Héctor Teto Murguía. Tan sólo doce horas después de subir su video, fue ejecutado.

            Rodolfo Zapata Carrillo, de 39 años de edad, era un activista-ciudadano que encabezaba marchas de protesta por la inseguridad en Coatzacoalcos, Veracruz, dónde vivía. “Fájese los pantalones”, le pidió en una reunión pública al Alcalde, Joaquín Caballero, exhibiendo el vacío de autoridad. Aplaudido por los habitantes, asesinado horas después por sicarios en la ciudad.

            José Luis y Rodolfo cayeron bajo las balas de la intolerancia. Del ajuste de cuentas. De la violencia desenfrenada. Que no nos vayan a salir ahora con que fueron “crímenes pasionales” o que también estaban ligados al narco.

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            “El que escribe, muere…”, nos dice el admirado Roberto Saviano, periodista amenazado de muerte por la mafia napolitana tras la publicación de su libro Gomorra. En mi libro Abuso del poder en México, capítulo “Narcopoder”, utilizo la frase como punto de partida para revelar la violencia que vive el periodismo en México, con nombres y apellidos, no como simples cifras frías y archivadas.

            Hoy por hoy, en nuestro país –tengo los elementos suficientes para confirmarlo-, hay una embestida del gobierno peñista en contra de las plumas críticas, incómodas o que no convienen a sus propósitos políticos.

            Con el regreso del PRI, regresó la censura a México.

            Esa es una realidad irrebatible. ¿Quién la puede negar?

Y en esa censura hay cómplices también innegables: algunos medios informativos. Periódicos que a cambio de favores gubernamentales, ofrecen cabezas de periodistas críticos. Directivos periodísticos –no precisamente periodistas-, que le sirven (y se sirven) al poder político, censurando, amordazando, desplazando o eliminando espacios críticos al gobierno, en un atentado contra una libertad de expresión reducida a intercambios de favores entre los poderes políticos y periodísticos.

            Pero quienes censuran deben saber, desde ahora, algo fundamental: si creen que pueden andar censurando o amordazando en medios sin que jamás se haga público o se conozcan sus canalladas, están más que equivocados. Todo, en su momento, se sabrá con nombres y apellidos. Todo, en su momento, se conocerá, con lugares y fechas. Todo, en su momento, se revelará. De eso que no se tenga duda.

            La maldita censura.

*****

            La censura hacia plumas críticas al gobierno. El amordazamiento a periodistas que buscan la libertad de expresión. El silenciar voces que cuestionan. El intentar callar realidades oficiales, son ya deportes nacionales tras el regreso del PRI a Los Pinos. En esto no hay casualidades.

       La censura, desde el gobierno de Peña Nieto, se ha erigido en una política de Estado, sin duda alguna. En una herramienta de sobrevivencia política para el PRI. En una espada que pende sobre los cuellos de periodistas críticos.

            Ejemplos sobran. Todos los conocemos.

            Nada es casualidad.

            La maldita censura.

              TW: @_martinmoreno

                       FB / Martin Moreno

Martín Moreno-Durán
Periodista. Escritor. Conductor radiofónico. Autor de los libros: Por la mano del padre. Paulette, lo que no se dijo. Abuso del poder en México. Los demonios del sindicalismo mexicano. El Derrumbe Retrato de un México fallido. El Caso Wallace. 1/Julio/2018: Cambio Radical o Dictadura Perfecta, y de la novela Días de ira.
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