La derrota de Trump

23/10/2015 - 12:02 am

Si la batalla de Donlad Trump es contra los mexicanos, su lucha está perdida; no hay barrio de restaurantes en una ciudad importante de Estados Unidos que no tenga en cada cuadra un local de comida mexicana, desde la más barata y sencilla hasta la más cara y sofisticada. El tequila, el mezcal y la cerveza Corona se han impuesto en el gusto de los americanos y el segundo idioma de Estados Unidos es el español aunque muchos, como al señor con nombre de torre, no les guste

De acuerdo con datos del PWE Research Center, el programa más importante de estudios de migración en Estados Unidos, México se mantuvo como el primer origen de los migrantes en los estados del sur, California, Nuevo México, Arizona y Texas desde los años 20 del siglo pasado hasta la década de los ochenta. El resto de Estados Unidos recibía migrantes de otras latitudes, al oeste llegaron los Chinos y al centro y este de Estados Unidos migrantes de Alemania, Rusia o Reino Unido, entre otros, como es el acaso de la familia de Trump. Recibir migrantes de todo el mundo ha sido la gran estrategia y la gran virtud de Estados Unidos. En los años ochenta vino el gran vuelco: por más de tres décadas la mayoría de los estados de la unión americana han recibido principalmente migrantes mexicanos, salvo cinco estados del noreste, dos del centro norte en la frontera con Canadá y Florida, por supuesto, el resto ha recibido más migrantes mexicanos que de cualquier otra nacionalidad.

Pero la batalla de Trump es por la candidatura republicana y para ello el discurso le ha declarado la guerra a los mexicanos, pues ese discurso funciona de maravilla para los conservadores: la preferencia entre los republicanos no ha dejado de crecer un solo día desde que se postuló como precandidato. Una elección primaria o interna de un partido de oposición se gana radicalizando, no conciliando. Su discurso está lleno de contradicciones, su vida misma nada tiene que ver con esa batalla por la legalidad en migración (sus dos esposas eran inmigrantes sin papeles y se “legalizaron” por la vía del matrimonio), pero eso no importa, no ahora.

Lo que hay detrás de Donald Trump es una estrategia que nos puede parecer aberrante e insoportable, pero perfecta de cara a su objetivo. La duda es cuál será el efecto de esta polarización en la campaña presidencial, porque a estas alturas se ve cada día más difícil que alguien le gane en las primarias republicanas.

De lo que sí estoy cierto es que Donald Trump nunca volverá a cenar tranquilo en un restaurante de Nueva York. Si atendemos al dicho de que nuca te pelees con el mesero o el cocinero porque nunca más sabrás que es lo que comes, el precandidato republicano tiene un problema: es más fácil encontrar una doncella en un burdel que un restaurante en Manhattan que no tenga meseros o cocineros mexicanos. La derrota de Trump es cultural.

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