Jorge Zepeda Patterson
20/09/2015 - 12:01 am
Si yo fuera Peña Nieto
¿Se ha preguntado usted qué haría si fuera Peña Nieto? Yo sí y con harta frecuencia: motivos hay. Lo primero que haría sería peinarme distinto, aunque reconozco que la cosa podría ser aún peor si pienso en Donald Trump. Sin embargo, entiendo que eso no es lo importante. La mayoría de los mexicanos señala que su principal […]
¿Se ha preguntado usted qué haría si fuera Peña Nieto? Yo sí y con harta frecuencia: motivos hay. Lo primero que haría sería peinarme distinto, aunque reconozco que la cosa podría ser aún peor si pienso en Donald Trump. Sin embargo, entiendo que eso no es lo importante.
La mayoría de los mexicanos señala que su principal preocupación está relacionada con su situación económica, con la inseguridad o con la corrupción. Así que comenzaría por esta última. Estoy convencido de que la corrupción tiene que ver mucho con los dos primeros fenómenos: la impunidad está en la base de la fractura de nuestro sistema policíaco y de justicia que explica la fuerza del crimen organizado; y los abusos económicos, los monopolios y la incapacidad de generar una economía competitiva también obedecen en gran medida a la corrupción en todas sus modalidades.
Así que si fuera Peña Nieto comenzaría por atacar la corrupción, aunque eso le costara la chamba a mi cuate Virgilio Andrade, secretario de la Función Pública, oficina responsable de asegurar la honestidad de la administración pública. Sustituiría todo ese aparato por una Comisión Internacional Contra la Corrupción, como hicieron en Guatemala. Allá le entregaron parte del control a la ONU, le dieron dientes y facultades judiciales a los resultados de las investigaciones de la comisión y allí tienen: el presidente Otto Pérez tuvo que hacerse a un lado para responder a las acusación de fraude y abuso de funciones.
Imagínense en México una Comisión Plenipotenciaria integrada por organismos internacionales y algunos notables: el juez Baltazar Garzón, el ex secretario general de la ONU Kofi Annan, nuestro ministro en la Corte Interamericana Emilio Álvarez Icaza, algún premio nobel, e incluso un par de miembros de la oposición como Cuauhtémoc Cárdenas y Manuel Clouthier. Con un elenco como ese nadie pondría en duda que sus resoluciones y propuestas no estarían al servicio de mi gobierno. Es más, para hacerlo más atractivo al gran público (se trata de que la comisión goce de gran legitimidad entre las masas), incorporaría a personajes como el director de cine Alejandro González Iñárritu o la escritora Elena Poniatowska o al actor Héctor Suárez, conocidos por su independencia crítica (y por qué no, a Carmen Aristegui, si me perdona).
Esta Junta designaría a los directores operativos y plantearía la agenda de trabajo. Como en Guatemala, el Congreso aseguraría un presupuesto abultado para que la comisión tuviera oficinas y personal altamente profesionalizado. Fiscales e investigadores, muchos de ellos extranjeros. Las resoluciones tendrían valor probatorio en los tribunales. Este organismo definiría proyectos de ley para asegurar la rendición de cuentas, la transparencia y la supervisión de los dineros y los asuntos públicos; se aseguraría de que la aplicación de esas leyes fuera estricta y rigurosa.
¿Qué pasaría si existiera una comisión como esa? Seguramente me daría muchos dolores de cabeza (permítame seguir siendo Peña Nieto un momento más); perdería medio gabinete y una docena de gobernadores terminaría tras las rejas. Con toda probabilidad mi propio partido se me echaría encima. Pero estoy seguro que después de esos sustos, las cosas comenzarían a marchar mejor. Los políticos somos corruptos pero no somos imbéciles (bueno, no todos). Tan pronto como se riegue la noción de que la impunidad ha terminado, todos se la pensarán dos veces para enriquecerse con cargo al erario o la obra pública.
Desde luego entrañaría riesgos, pero haría historia: el primer presidente que atacó la corrupción a fondo. El mundo entero reconocería la voluntad política de su servidor, la valentía, la honestidad. Habría de nuevo titulares de la prensa extranjera como “El salvador de México”, “El hombre que cambió el ADN de un pueblo”. Claro, si yo fuera Peña Nieto y pusiera en marcha este brillante plan, sólo tendría un problema: cómo hacerlo sin terminar yo en la cárcel.
PS: Espero que estas notas no sean plagiadas y distorsionadas por algún asesor presidencial. En tal caso, no les extrañe oír el anuncio de la creación de una Comisión Plenipotenciaria en contra de la Corrupción, formada por El Piojo Herrera, El Niño Verde, Carlos Salinas, Humberto Moreira, Carmen Salinas, José Luis Soberanes, el Cardenal Juan Sandoval Íguiñez, y los comentaristas de televisión que usted está pensando.
@jorgezepedap
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