Un año después, podemos resumir todo el caso Ayotzinapa así: la buena, es que los estudiantes no fueron asesinados como dijo la PGR; la mala, es que nunca sabremos qué pasó.
La verdad histórica era posible cuando la historia se escribía en el escritorio del Presidente o de algún secretario. La historia era entonces una ciencia al servicio de la política que podía cambiar al son que le tocara el poder en turno. Pero cuando al Procurador Murillo Karam se le ocurrió decir que las conclusiones de la investigación de la PGR era la verdad histórica, él mismo se echó el lazo al cuello, lo tensó y se subió al banquito. Lo demás fue cuestión de tiempo.
El Informe de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) no sirve para saber qué pasó, pero sí para saber qué no paso. Hay mucho enojo en la PGR porque dicen que al experto le bastaron 20 minutos para desarmar los que ellos armaron en cientos de horas de trabajo, un argumento bastante infantil, pues no se trata de quién trabajo más sino de si lo hicieron bien o no. De hecho, antes aún que la CIDH ya científicos de la UNAM habían puesto el dedo en la llaga y cuestionado la hipótesis de la incineración en el basurero de Cocula.
Como siempre, las investigaciones vuelven al principio. Cuando se habló de que el problema de fondo era tráfico de drogas, se desacreditó de inmediato la hipótesis argumentando que se quería criminalizar a los jóvenes. Finalmente estamos volviendo a ella un año después. La otra cosa que quedó clara es que en el suceso no solo participaron las Policías Municipales de Iguala y Cocula sino que estatales, ministeriales, federales y miembros del Ejército estuvieron involucrados, cosa que también se dijo hace un año pero que por un extraño arreglo cupular dejaron fuera de la investigación a estas corporaciones estatales y federales.
Lo que no acabo de entender es qué festejamos, ¿por qué tanto júbilo por el hecho de que la verdad histórica de Murillo Karam haya resultado una pifia? En el fondo lo que estamos festinando es la incapacidad de nuestras instituciones, la renuncia a tener una procuración de justicia mínimamente creíble. El informe de los expertos es no esclarece la Verdad, solo esclarece la No-Verdad.
De lo que podemos estar seguros es que no sabremos que pasó, o peor aún, que nunca estaremos de acuerdo en qué fue lo que pasó. Lo que sigue es la especulación pura, la desconfianza y la fanfarronería. Nada que no hayamos visto antes en las investigaciones de los asesinatos del cardenal Posadas o de Luis Donaldo Colosio. Lo que sigue es la construcción de una verdad histérica donde los únicos que ganan son los grupos de interés.