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Tomás Calvillo Unna

19/08/2015 - 12:02 am

¿Por dónde?

Hay que reflexionar y revisar la relación entre velocidad, densidad y procesos de tomas de decisiones; y en estos últimos ver sus capas, dimensiones y alcances. Pareciera que nos enfrentamos a una paradoja, por un lado la revolución tecnológica informática aparenta dar mayor fuerza de participación a las sociedades pero por otro lado, éstas se […]

Hay que reflexionar y revisar la relación entre velocidad, densidad y procesos de tomas de decisiones; y en estos últimos ver sus capas, dimensiones y alcances. Pareciera que nos enfrentamos a una paradoja, por un lado la revolución tecnológica informática aparenta dar mayor fuerza de participación a las sociedades pero por otro lado, éstas se muestran fragmentadas e ineficaces con carencia de poder real para impedir todo tipo de desmanes y arbitrariedades que diversos grupos de poder político económico y criminal ejercen día a día.

La precipitación y la explosión informática se convierten en una densa capa cultural cotidiana que atajan al pensamiento libertario en sus posibilidades de fortalecer la condición humana como eje primario de organización social.

La realidad virtual gana terreno velozmente y la expansión del dolor se convierte en una trágica normalidad, donde los intentos por resolver los orígenes mismos de la multiplicación de la violencia y la impunidad, se reducen a la esfera de lo testimonial. La incapacidad organizativa de los ciudadanos esta revestida de alta dosis reactiva que no logra zafarse de formas políticas caducas. La imaginación política y la expansión de redes solidarias más consistentes y permanentes capaces de trascender diferencias ideológicas  y de intereses, se muestran débiles ante la dimensión de los retos inmediatos y de largo plazo que enfrentamos en la arena de la política.

A los partidos poco se les puede exigir; están atrapados en la inercia de una maquinaria vetusta que sobrevive en el estado nación en mutación y en un reacomodo económico avasallador dependiente de grandes corporativos que a su vez enfrentan diversos retos ante su incapacidad de sustituir los deberes sociales y jurídicos de los estados nacionales y las desastrosas consecuencias ecológicas derivadas del concepto “crecimiento” que orienta el sentido mismo de la ganancia.

Las academias, en particular las involucradas en las ciencias sociales, están atrapadas en su imaginario y análisis circunscritos a los territorios del poder, ya sea para perfeccionarlo o cuestionarlo, dejando de lado la condición presente que ha evidente  un cambio civilizatorio de proporciones inimaginadas, que obligarían sin renunciar a sus tareas, a replantearse de raíz el quehacer y destino de las comunidades y sociedades contemporáneas.

En el fondo es un problema filosófico científico cuyos parámetros requieren replantear a fondo modos de pensar, analizar y entender la condición humana en este contexto histórico donde los conceptos tradicionales de tiempo y espacio ya no están, al menos no en la forma en que la organización política y social en que todavía vivimos la conoció, y de la cual derivan las rupturas de todo tipo y las desarticulaciones incluso en los mismos discursos.

Sin duda urge desprenderse de la dinámica reactiva que no deja de alimentar la sensación de impotencia y construir en su lugar comunidad a partir de las relaciones interpersonales y locales dándole un uso más consistente y metódico a las redes para unificar criterios en forma colectiva y constructiva.

Para ello es necesario revalorar los intercambios cercanos e inmediatos y subrayar el valor de la amistad, la compañía y el acompañamiento, así como las formas solidarias de trueque y socialización de conocimientos y habilidades y sobre todo ahondar y enriquecer lo que podemos nombrar como: cultura de la interioridad.

En el fondo la guerra de este tiempo tiene que ver con el territorio de la mente, ahí es donde abrevan los poderes de hoy en día y ahí están nuestras posibilidades y potencial libertario y comunitario. Recuperar nuestra interioridad es un acto revolucionario para los que les guste ese léxico y también una apreciación profunda de la tradición  al evitar perder las huellas de nuestro origen.

Mientras la política y los que la ejercen sigan ignorando todo ello, el desgarramiento social que vivimos será mayor.

en Sinembargo al Aire

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