El león cree que todos son de su condición

26/06/2015 - 12:01 am

El Presidente Peña Nieto, y su séquito de asesores, insisten en decir que la corrupción es inherente al ser mexicano. Primero, durante la entrevista colectiva que le hicieron en el aniversario del Fondo de Cultura Económica, definió la corrupción como un asunto cultural. Y sin duda lo es, en tanto se trata de una práctica tolerada y de una ausencia de cultura de la legalidad, pero eso no quiere decir que sea un sello distintivo de la forma de ser mexicanos, quizá de un grupo, pero definitivamente no se todos. Ahora dice combatir para la corrupción hay que domar la condición humana, es decir que el ser  humano es esencialmente corrupto y por tanto hay que domar esa fiera que tirará el zarpazo al primer peso que vea sobre la mesa.

Es preocupante la visión del Presidente y sus colaboradores. No se con quien se juntan, o más bien, comienzo a tener claro cómo ven a sus amigos y colaboradores: como una bestias corruptas hasta la médula que hay que domar, y que viven y han vivido en la cultura de la corrupción. Quizá el león cree que todos son de su condición, pero la mayoría de los mexicanos, me atrevo a afirmarlo, no necesitamos ser domados: no tomamos lo que no es nuestro, no exigimos dinero por no entorpecer el trabajo de los demás, ni nos enriquecemos del dinero público. Somos muchos, muchísimos más los que pagamos impuestos que los evasores, el problema es que entre estos últimos están los grandes contribuyentes. Encarcelar a algunos corruptos sirve para asustar a las fieras; está en la lógica del domador, del que piensa que la corrupción es una respuesta pavloviana, un reflejo condicionado, pero eso no erradica la corrupción, con suerte la inhibe un poco.

La corrupción es un delito, y debe tratarse como tal. Nadie diría que los mexicanos traemos el instinto asesino en la sangre, y sin embargo tenemos uno de los índices de muertes violentas más altos del mundo. No he leído ni escuchado a nadie tratando de explicar el secuestro como un asunto cultural, que hemos aprendido de padres a hijos, y que eso de privar a alguien de su libertad para luego exigir rescate tiene sus raíces en la mezcla racial. Nadie habla de domar la condición humana de los asesinos ni de cambiar la cultura de los secuestradores.

El combate no es contra la condición humana o la cultura del agandaye; es contra los grupos de delincuencia organizada que se roban el dinero público; contra las asociaciones delictuosas de empresarios y funcionarios. Seguir viendo a los corruptos, sean políticos, funcionarios, policías o empresarios, como simples vivales y no como delincuentes comunes es consentir el problema. En México tenemos un profundo problema de cultura de la legalidad y un altísimo indice de impunidad. Es eso lo que hay que combatir, ahí, y no en contralorías o auditorías, es donde hay que poner el esfuerzo, la inteligencia y el presupuesto.

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