Octavio Paz escribió: «El invento del maíz por los mexicanos, sólo es comparable con el invento del fuego por el hombre”. Sin duda es así, el maíz llevó alrededor de 9 mil años de cultura agrícola para desarrollarse hasta llegar al estado en que lo conocemos, partiendo de una minúscula mazorca con unos cuantos granos hasta convertirse en el cereal con mayor producción en el mundo. Lo que Paz escribió no fue una exageración, el maíz es considerado la mayor creación agrícola en la historia de la humanidad. La intención de patentar el maíz por parte de Monsanto y las compañías que promueven los transgénicos sería similar a la idea de patentar el fuego.
En su libro Seeds of Deception, Jeffrey M. Smith, narra como un consultor contratado por Monsanto realizó un taller con los directivos de la empresa planteándoles la pregunta sobre cuál era su visión para esa empresa en el futuro. Los directivos coincidieron en que todas las semillas estuvieran patentadas. Esta visión supone establecer la prohibición de que los agricultores intercambien las semillas, la práctica ancestral que llevó al desarrollo del maíz y de todos los cultivos. Estando patentada la semilla, el agricultor ya no podrá sembrar la semilla producto de su tierra sin pagar regalías a la empresa propietaria de la patente. Este hecho es ya una realidad en varias naciones y con varios cultivos.
Un ejemplo es el caso de la colza en Canadá. Los agricultores estaban habituados a seleccionar las mejores semillas de colza en cada cosecha para sembrarlas en el siguiente periodo. Sin embargo, esta situación cambió radicalmente con la introducción de la colza transgénica de Monsanto que ahora domina alrededor del 80% de este cultivo que es utilizado para la obtención de aceite comestible. Las áreas de cultivo de colza en Canadá son grandes planicies donde corren fuertes vientos, lo que propicia que las muy pequeñas semillas de colza puedan desplazarse de un área de cultivo a otra. Agricultores de colza no transgénica pueden y han sido contaminados, sin saberlo, por colza transgénica. Este es un hecho que muy fácilmente puede ocurrir con los sembradíos de maíz ya que su polen puede volar cientos de metros de un cultivo.
Esta contaminación permite cumplir con las visiones de los directivos de Monsanto: apoderarse de las semillas, como veremos en el caso de la colza y que seguramente pasaría en México si se permite la siembra comercial de maíz. El caso más conocido y ejemplar de esta práctica es la del agricultor de colza canadiense Percy Schmeiser que fue demandado en 1998 por Monsanto. La mayor empresa de semillas y agroquímicos del mundo demandó a este agricultor después de encontrar que las semillas de colza que tenía contenían los genes patentados por su empresa. Schmeiser nunca había comprado la semilla transgénica de colza de Monsanto, ni tampoco había utilizado el herbicida Roudup de esa empresa para la cual es resistente esa semilla transgénica.
La contaminación de la colza de Schmeiser pudo haberse dado tanto por semillas esparcidas por el viento desde cultivos vecinos de colza transgénica como por semillas de este tipo que pudieron haber caído en el camino que pasa a un lado de sus tierras. Monsanto lanzó a sus abogados a combatir al agricultor canadiense demandando el pago de un millón de dólares. Schmeiser enfrentó los juicios con el apoyo de una red ciudadana en Canadá y Estados Unidos. Los juicios se extendieron desde 1998 hasta 2014. La Suprema Corte de Canadá al final le dio la razón a Monsanto, aunque exentó del pagó de la demanda y de los gastos del juicio a Schmeiser.
Paul Venditti, coordinador de la campaña de ingeniería genética de Canadá, al conocer el fallo, declaró: «Éste es un día triste para los agricultores de todo el mundo. La colza de Monsanto ha estado contaminando con transgénicos los campos del oeste de Canadá durante años y no hay manera de controlar su contaminación. Por desgracia, la Corte ha estimado que Monsanto puede seguir contaminando los campos de los agricultores y amenazándoles después con pleitos costosos si no pagan su patente. Los agricultores deberían tener el derecho de mantener sus campos libres de ingeniería genética, pero la Corte ha estimado que es mejor dejar esa decisión en manos de Monsanto. Esta empresa ha introducido un cultivo incontrolable sin tener que hacerse cargo de responsabilidad civil alguna hacia los agricultores o el público. Este fallo ignora la gran contaminación provocada por Monsanto. La decisión de la Corte hace a los agricultores responsables de la contaminación genética de Monsanto, lo que significa que Monsanto puede llegar a los campos de los agricultores y robar sus beneficios y sustentos»,
Monsanto ha establecido un cuerpo de cientos de abogados para llevar a cabo estos juicios que ponen en juego el futuro de la agricultura mundial y de la biodiversidad de cultivos. Esta estrategia está llevando a los agricultores de las naciones donde se permite la siembra de transgénicos a no estar dispuestos a almacenar y seleccionar sus propias semillas ya que podrían contener genes patentados por estas compañías, genes imposibles de advertir a simple vista. De esta manera, el sueño de la industria de semillas se está cumpliendo en algunas naciones, los agricultores tienen que comprar las semillas antes de cada siembra, lo cual está reduciendo de golpe la diversidad de cultivos y aumentando la vulnerabilidad de la humanidad a hambrunas. A menor variedad de cultivos la vulnerabilidad aumenta a los efectos de plagas y de cambios climáticos.
En el caso del maíz, México es centro de origen de este cultivo. Tenemos variedades que están adaptadas a diferentes climas y a diferentes alturas. Es conocido el hecho de que si en México no se han dado hambrunas como las sufridas en otras regiones del mundo es porque existe la cultura del maíz y la milpa. El riesgo de que la contaminación por transgénicos de las variedades criollas de maíz pueda alterar sus características es alta, así como el hecho de que el alto consumo de maíz en nuestra dieta puede significar un riesgo a la salud si los transgénicos se vuelven dominantes en nuestra alimentación.
Lo que está claro es, además de estos riesgos, que la siembra comercial de maíz transgénico busca en México la contaminación en el propio centro de origen de las mayor parte de variedades de este cultivo, busca apropiarse del maíz y expropiar a los campesinos sus semillas, obligarlos a pagar regalías cada vez que siembren y aniquilar la tradición milenaria de nuestra cultura agraria de seleccionar, guardar e intercambiar las semillas que está en el origen de ese invento que Octavio Paz comparó al del juego.
Monsanto y la industria de los cultivos transgénicos enfrenta resistencias: se prohíbe la siembra de sus semillas en varias naciones del mundo, se prohíbe su comercialización en otros, en un gran número se obliga a informar al consumidor si los alimentos o bebidas los contienen como uno de sus ingredientes. El golpe reciente más fuerte a sus intereses es la declaración de la Organización Mundial de la Salud que cataloga como posible cancerígeno al glifosato base de su herbicida RoudUp Ready al cual son resistentes la mayor parte de los cultivos transgénicos de esta empresa. Las semillas son vendidas en paquete con el herbicida, en eso consiste el negocio.
En México, la autorización para la siembra comercial de maíz transgénico se encuentra detenida por una serie de acciones colectivas promovidas por pequeños agricultores, investigadores y organizaciones civiles. Las trasnacionales, apoyadas por las secretarias de agricultura y medio ambiente del gobierno federal, están impugnando las resoluciones de los jueces.
Si uno desea tomar posición al respecto hay una iniciativa en línea para firmar en contra de la autorización de la siembra comercial de maíz transgénico en México promovida, entre otros, por el pintor Francisco Toledo y la Unión de Científicos Comprometidos con la Sociedad. Actualmente hay más de 80 mil firmas recolectadas, se puede firmar AQUÍ.