Frivolidad en tiempos de cólera

10/04/2015 - 12:04 am

El país está crispado. Hay un enojo producto de la frustración de expectativas, de la incapacidad de nuestros gobiernos para darnos seguridad, por la falta de oportunidades económicas, por la corrupción de todos los niveles de gobierno, comenzando por la Presidencia. Lo único que le sobra a este país es razones para la cólera. Creíamos que el presidente lo había entendido así. Él mismo dijo que ya había entendido cuando le dijeron que no entendía que no entendía, pero al parecer no todos sus funcionarios  entienden lo mismo que  él, o a lo mejor de plano somos nosotros los que ya no entendemos nada. Lo que está claro es que lo que no ha entendido la familia y los funcionarios cercanos al presidente es que están hiper vigilados y que cada acto de frivolidad, exceso o prepotencia tendrá en estos momentos mucho mayor repercusión que la que tenía hace un año.

La renuncia de David Korenfeld por usar un helicóptero oficial para uso personal no tiene justificación, pero hace unos meses en los días de la restauración de la “Presidencia Imperial” prácticamente habría pasado desapercibido; hoy no. No, es por supuesto, el único funcionario que ha abusado del presupuesto público para beneficio personal (porque a estas alturas no hay duda de qué fue lo que sucedió y el mal chiste de la enfermedad de la rodilla solo sirvió para agravar la situación), tampoco es este el único sexenio donde ha habido excesos (los hijos de Martha Sahagún eran famosos por el uso de aviones y casas de la presidencia para hacer fiestas que pagamos nosotros) pero el contexto es muy importante.

A la tontería de Korenfeld le siguieron dos que involucraron directamente a la familia del presidente: la primera dama de compras con sus hijas en Beverly Hills y la llegada de una hija del presidente en helicóptero a la Universidad Anáhuac. Tres actos de frivolidad antes de que el gallo cantara el fin de las vacaciones. El hilo no solo se rompió por lo más delgado, sino por donde había un delito que perseguir. Ir de compras a tiendas  caras como a  las que fue la primera dama no es delito, es solo de una torpeza política difícil del imaginar; llegar a clases en helicóptero (cosa que la universidad no debería de permitir) acepta como excusa (mala, pero excusa al fin) una cuestión de seguridad de la hija del presidente.  Que un funcionario de segundo nivel uses un helicóptero como transporte personal no tiene  salida posible.

La renuncia del director de Conagua baja la presión pero no resuelve el problema de fondo: en tiempos de cólera de la frivolidad, los excesos y la falta de sensibilidad política de la familia y de los funcionarios golpean directamente a la de por si desgastada institución presidencial.

O no han entendido que no han entendido, o el cinismo se llegó para quedarse.

en Sinembargo al Aire

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