Arnoldo Cuellar
09/04/2015 - 12:00 am
¿Por qué Benitez sí y Korenfeld no?
Un Enrique Peña Nieto que apenas iniciaba su mandato, pleno de expectativas y dueño del poder, no lo dudó dos veces: veinte días después de que la hija de un alto funcionario del gobierno federal cometió el desliz de presumir influencias y prepotencia para una simpleza, obtener lugar en un restaurante, su padre era cesado. […]
Un Enrique Peña Nieto que apenas iniciaba su mandato, pleno de expectativas y dueño del poder, no lo dudó dos veces: veinte días después de que la hija de un alto funcionario del gobierno federal cometió el desliz de presumir influencias y prepotencia para una simpleza, obtener lugar en un restaurante, su padre era cesado.
Los hechos, el caso mediático bautizado #LadyProfeco, que originaron en menos de 3 semanas uno de los primeros cambios de la recién estrenada administración federal priista, transcurrieron entre el 26 de abril y el 15 de mayo de 2013.
Gracias a ellos perdió el cargo de Procurador Federal del Consumidor un miembro destacado de la clase política mexiquense y exProcurador General de la República, Humberto Benítez Treviño.
En esas fechas, Peña Nieto se disponía a usar el inmenso margen de maniobra que le había otorgado el Pacto por México, firmado con los dos principales partidos de oposición, para perseguir la más ambiciosa agenda de reformas que había visto el país desde que inició el siglo, reformas que ni siquiera la alternancia política había traído consigo y que constituían la carta de presentación de la renovada “eficiencia para gobernar” del renacido PRI.
En esas condiciones, cuando apenas se planteaba que la popularidad del presidente, lastrada por los escándalos del manejo financiero de su elección, tenía todo para crecer como la espuma e inaugurar lo que poco después sería llamado el mexican moment, no tembló la mano: nadie podía atentar contra la imagen del presidente, ni siquiera el desliz de una niña mimada, el cual fue castigado sin contemplaciones con la destitución de un funcionario que, por sí mismo, no cometió ninguna falta.
Hoy, dos años después de aquella escena, el director general de Conagua, otro conspicuo integrante de la horda dorada mexiquense, ex alcalde de Huixquilucan y exSecretario de Agua y Obra Pública del Edomex, David Korenfeld Federman, se encuentra en una situación más complicada que la de Benitez Treviño.
Esta vez no fueron familiares del funcionario quienes cometieron un desliz, sino directamente el propio servidor público, al ser sorprendido utilizando las costosas horas de vuelo de un helicóptero propiedad de la Comisión Nacional del Agua, en tiempos en que han sido dictadas normas de austeridad, para fines personalísimos: el inicio de un viaje de vacaciones a un lujoso centro de esparcimiento de Colorado.
El escándalo ocurre, además, cuando la imagen del gobierno federal y de su titular, el presidente Enrique Peña Nieto, ha pasado del eufórico “momento mexicano”, al bochornoso expediente de ser catalogado como un país con un deficiente estado de derecho, con violaciones sistemáticas de los derechos humanos y con una clase política que ejerce cotidianamente prácticas corruptas desde sus más altos niveles.
De acuerdo a la lógica seguida en el asunto de #LadyProfeco, el caso del helicópterogate en la Conagua no debería dar lugar a dudas, menos aun cuando ha sido reactivada la Secretaría de la Función Pública, a raíz del escándalo de las casas que la Constructora Higa ha vendido a altos funcionarios del gobierno federal y a la propia esposa del presidente.
Korenfeld, responsable no de una falta menor, ni de un desliz, sino de un acto de lesa política, de una actitud de prepotencia y estulticia, de un nulo entendimiento del momento que vive el país y el gobierno del que forma parte y de absoluta falta de solidaridad con un Presidente de la República que sigue emproblemado por su imagen, debería dejar el cargo a la brevedad.
No parece, sin embargo, que vaya a ser así, por varias cuestiones.
Una de ellas es que el titular de Conagua es cercano al presidente en biografía y trayectoria, a diferencia de Benitez Treviño, quien pertenecía a una generación anterior.
Otra situación a su favor es la impasse de la polémica iniciativa para una nueva Ley General de Aguas, de contenido claramente privatizador, que resulta además complementaria de las reformas energéticas del año pasado, por su vinculación directa a nuevas técnicas de explotación de hidrocarburos, como en el caso del fracking o facturación hidráulica del subsuelo para la producción de petróleo y gas.
La salida de Korenfeld podría interpretarse como una complicación adicional para aprobar una reforma sin la cual podría dificultar aún más la atracción e inversiones extranjeras en materia de explotación petrolera al país, una de las grandes apuestas de la reforma energética.
Finalmente, y quizás el factor más importante, la defensa de la posición del director de Conagua frente al embate de una opinión pública harta de los abusos de los funcionarios públicos, radica justo en la debilidad política de Enrique Peña Nieto, acorralado hoy más que nunca por sus propios errores, su incapacidad para cambiar el guión que quiso para su gobierno y su baja popularidad.
Como lo subrayó el estratega del peñanietismo, el jefe de la Oficina de la presidencia Aurelio Nuño Mayer, en una entrevista al periódico El País justo en medio de la crisis de Ayotzinapa y la Casa Blanca: “…no vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”.
En esa lógica, Virgilio Andrade tendrá en sus manos la poco honrosa tarea de hurgar leyes y reglamentos hasta encontrar la sanción exacta y ponderada que amerita la falta menor de haber usado de forma personal un helicóptero oficial probablemente por una hora de vuelo o menos.
El presidente Peña Nieto no puede darse el lujo de ceder otra pieza y menos si se trata de un amigo. Podría ser el inicio de un efecto dominó y eso nadie en el gobierno lo quiere, aunque la plaza pública esté ardiendo. De todos modos ya se sabe que no se gobierna para ella sino para un hipotético futuro que cada vez se aleja más.
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