Tomás Calvillo Unna
25/03/2015 - 12:03 am
México como Constitución
El tiempo se acorta para todos, las razones profundas de nuestro paso se disipan en la agitación continua de una cotidianidad convertida en una disputa por los bienes, por su acumulación y distribución. El planeta, ésta maravilla llamada tierra, se experimenta con crueldad; y una ignorancia que se esconde bajo la bandera del conocimiento tecnológico, […]
El tiempo se acorta para todos, las razones profundas de nuestro paso se disipan en la agitación continua de una cotidianidad convertida en una disputa por los bienes, por su acumulación y distribución.
El planeta, ésta maravilla llamada tierra, se experimenta con crueldad; y una ignorancia que se esconde bajo la bandera del conocimiento tecnológico, pretende ahondar en su destrucción.
Lo saben los poderosos, éste crecimiento económico industrial está llegando a sus límites, los excesos se han convertido en el motor de un consumo que se presenta como inagotable; una ilusión descabellada que invade cada rincón del imaginario de millones.
La degradación de la conciencia es una de sus consecuencias, se aprecia en la política, en el lenguaje que se usa, en los insultos que se propagan, en las inercias de un cinismo que impera en gobernantes y se disemina por doquier.
No se le puede nombrar a esto democracia, es un insulto a su mismo sentido. Hay muchos que hacen su mejor esfuerzo, pero saben que están atrapados, la maquinaria del poder cercena la dignidad y el pensamiento.
Los cambios que se aproximan son por la sobrevivencia, por ello tendrán que tocar las raíces del mismo concepto que tenemos de la Nación, por ello tendrán que plantear una refundación de la República; sin temor, con arrojo, experiencia e imaginación, escuchando ese profundo silencio de humanidad que perdura en los ciudadanos.
No es que no se pueda, es inevitable la corriente creciente de la historia; ya está aquí, al cruzar la calle, al subirse al vagón del metro, al pedalear en la avenida inundada de sol, al sentarse en el escritorio junto a ese pasillo largo e interminable…
El pretender detener esta corriente que avecina profundos cambios solo traerá más dolor.
El desafío es restaurar la transición democrática secuestrada por los partidos políticos, que dieron la espalda a la nación y se aferraron a las canonjías de un estado fracturado y acechado por diferentes partidas de bandidos. Ellos mismos se encuentran en una desolación política profunda, cortaron sus raíces que inspiraban su quehacer.
Olvidaron que la política además de gravitar en la lógica del poder, es el idioma, el sabio idioma para que las sociedades encuentren el único orden posible: el de la libertad, igualdad y justicia, viejas palabras que pretenden ignorar y que habrán de encarnar en la transformación que emerge.
En realidad, la política también es un asunto que explica nuestra razón de ser y expresa las cualidades de una conciencia capaz de ver más allá de sus circunstancias.
No son más las elecciones el tema para renovar la representación de la nación, éstas ya se vaciaron, lo que surge es la paulatina organización social para acceder a un nuevo constituyente, éste en su complejidad y diversidad puede ser el gran referente que convoque a redefinir México.
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