Adela Navarro Bello
18/03/2015 - 12:01 am
La mordaza del estado, un atentado contra la sociedad
Salman Rushdie, Roberto Saviano, Julio Scherer, Jesús Blancornelas, Charlie Hebdo, lamentablemente estos no son los únicos nombres que se vienen a la mente cuando de censura a la libre expresión se trata. Ahora a la lista se suma la periodista mexicana Carmen Aristegui Flores. Si bien es cierto que todos y cada uno de ellos […]
Salman Rushdie, Roberto Saviano, Julio Scherer, Jesús Blancornelas, Charlie Hebdo, lamentablemente estos no son los únicos nombres que se vienen a la mente cuando de censura a la libre expresión se trata. Ahora a la lista se suma la periodista mexicana Carmen Aristegui Flores.
Si bien es cierto que todos y cada uno de ellos han ejercido su libertad de expresión sea en un libro, un diario, un semanario o una radiodifusora, lo han hecho en momentos clave: cuando la sociedad reclama su derecho a saber, cuando requiere de información certera de lo que sucede a su alrededor, y el estado -aunque a veces son extremistas religiosos y del crimen organizado- al sentirse exhibido ejerce su poder, sea con presiones políticas, comerciales, o con violencia e impunidad, para acallar a quienes, con su oficio, se han ganado la credibilidad de los ciudadanos a quienes les han dado voz cuando la autoridad no los quiere oír.
Los casos horrorizan. Salman Rushdie fue amenazado por fundamentalistas islámicos y debe vivir escondido para salvaguardar su integridad física; Roberto Saviano no da un paso sin ser escoltado por policías de su República Italiana luego que en su novela Gomorra exhibió con sumo detalle las operaciones de la Camorra, la mafia napolitana. Julio Scherer vivió con espías primero de la Dirección Federal de Seguridad y luego del CISEN, siguiéndole los pasos en tiempos de Luis Echeverría; Jesús Blancornelas fue despedido de cuatro periódicos en Sonora y Baja California, el gobierno le quitó un diario y pretendió encarcelarlo, mientras el cártel Arellano Félix intentó acabar con su vida cuando en una emboscada le asestaron cuatro balazos a los que sobrevivió en 1997. Ya en fechas recientes la historia más cruenta es la de Charlie Hebdo donde 11 personas fueron ejecutadas por yihadistas, 9 caricaturistas incluido el director del semanario francés, y dos Policías cayeron ante las balas de dos hombres que en nombre de Alá cometieron la masacre.
Carmen Aristegui Flores ha sido despedida en dos ocasiones de MVS. La primera cuando reportó, cuestionó y lanzó preguntas al aire sobre el entonces Presidente de la República, Felipe Calderón Hinojosa, luego que el aguerrido diputado de izquierda Gerardo Fernández Noroña colocó una manta en el recinto legislativo en donde escribió con letras grandes y harto visibles: “¿Tú dejarías conducir a un borracho tu auto? ¿No, verdad? ¿Y por qué lo dejas conducir este país?”.
Ahora le han cerrado el micrófono a Aristegui argumentando un abuso de confianza sobre la marca MVS, pero a todas luces como consecuencia del periodismo de investigación que ella y su equipo de reporteros –de hecho fueron los primeros en ser cesados- han realizado sobre los excesos, el tráfico de influencia y la presunta corrupción –que ninguna autoridad oficial investiga de forma y fondo- del círculo de cercanos al Presidente de la República, Enrique Peña Nieto. Particularmente Aristegui es quien primero expuso la llamada Casa Blanca que la primera dama Angélica Rivera, compró en más de 5 millones de dólares a una filial de Grupo Higa, la principal constructora en los gobierno que ha encabezado Enrique Peña Nieto, empresa que no solo financió la casa a Rivera, sino la construyó, la decoró y la protegió. Y que además, también financió una residencia al Secretario de Hacienda y Crédito Público, Luis Videgaray, y al propio Presidente de la República, en la etapa de transición.
Es evidente que la pérdida de confianza que alegaron inicialmente en MVS no parece ser un argumento convincente, pues como dijo la propio periodista Aristegui, se nota que la empresa actuó “con anticipación, recursos y poder”, para sacarla del aire.
Pero con Carmen Aristegui pasará lo mismo que ha sucedido con los casos de censura aquí expuestos. El suyo será un periodismo que trascienda a este Gobierno y a esa compañía mediática. El apoyo social es el recurso más grande que periodista alguno puede tener. Cerca de la sociedad, lejos del Gobierno, es la premisa que garantiza la libertad de expresión.
En todos los casos que he mencionado, el atentado a la libertad de expresión se convirtió en el motor de un arrollador apoyo social que dio pie al desarrollo de los periodistas y escritores libres, y a la creación de espacios independientes para el ejercicio del periodismo que cuando se ejerce anteponiendo un compromiso con la verdad se convierte en un puente para la democracia.
Con Salman Rushdie y después de la publicación de Los Versos Satánicos, ciertamente su vida no fue fácil. Una orden para asesinarlo fue pronunciada de Medio Oriente a Occidente, mientras una recompensa de tres millones de dólares para quien lo hiciera también fue emitida. El Gobierno Británico ofreció protección a Rushdie y le ha dado no solo respaldo sino seguridad física. Pero la amenaza islámico tuvo como resultado una venta, tan solo en 1989, de casi cuatro millones de ejemplares de Los Versos Satánicos, el efecto de la censura fue el contrario: la novela se leyó como nunca lo hubiera imaginado el autor.
El caso de Roberto Saviano es similar. Él publicó la novela Gomorra, donde recrea los lazos de corrupción e impunidad de los mafiosos de la Camorra en la periferia de Nápoles con la élite política y empresarial de Italia para dar lugar a una actividad criminal perfectamente organizada.
Como resultado de esta suerte de denuncia Saviano fue amenazado por los criminales y el Estado Italiano debió asignarle escoltas para su protección física. Cuando el mundo supo de la amenaza hacia el escritor, vaya, el atentado a su libertad de expresión, los lectores le apoyaron. Su libro Gomorra ha sido publicado en 52 países y ha vendido en Italia y el mundo más de 12 millones de ejemplares.
Cuando en 1976 el Gobierno de la República, aun en manos de Luis Echeverría, urdió un plan para sacar al periodista más crítico del sistema y de su administración, Julio Scherer García, de la dirección del diario Excélsior, no midió las consecuencias de su acto de censura a la libertad de expresión. La persecución política hacia el periodista y el ataque a la libre expresión y la libre prensa, fueron contraproducentes para el Gobierno Mexicano.
José Pages Llergo dio protección y asilo periodístico a Scherer y su grupo de periodistas, de donde Julio Scherer, Vicente Leñero y Enrique Maza, dieron vida a la revista Proceso –también con el respaldo de José Pagés Llergo, quien ya conocía demasiado bien lo que era la censura que trajo como consecuencia la fundación de Siempre!-y donde encontraron espacio otras voces críticas que salieron de Excélsior
Octavio Paz, que encabezaba la revista Plural en Excélsior –periódico que dejó a la salida de Scherer- creó la revista Vuelta. Los intelectuales que no comulgaban con la línea de Paz, hicieron la revista Nexos. Otro grupo de periodistas que salieron del diario, crearon y circularon el Unomásuno.
El Gobierno de Luis Echeverría había pretendido callar la voz de Julio Scherer, y lo que hizo fue podarla. Además de lograr, como protesta a la represión, la creación de otros medios.
Jesús Blancornelas inició en el periodismo deportivo en su natal San Luis Potosí; de ahí saltó al Esto donde su línea editorial no embonó el periodismo acercado al corporativismo deportivo nacional; vendría entonces a Baja California donde transcurrió por varios diarios, de los cuales fue separado de la redacción por su posición de periodista de investigación y crítico del sistema de Gobierno. Primero en El Mexicano, luego en La Voz de la Frontera, hasta caer en el Novedades de dónde salió como Director cuando el gobernador en turno, el priísta Milton Castellanos Everardo pidió su cabeza editorial al Consejo de Administración del diario, integrado por acaudalados empresarios de Mexicali, la capital de Baja California.
A Blancornelas no solo lo sacaron de la dirección de El Novedades, sino del Estado de Baja California. Santiago Healy, padre, le daría trabajo como director del periódico El Imparcial en Sonora, pero la línea crítica del periodista solo sería apoyada un año. También de ahí lo corrieron a Blancornelas por su periodismo crítico y de investigación. De ahí migró un tiempo a El Noticias en Tijuana, de donde cansado –obvio- ante tanto despido e incomprensión por parte de los corporativos mediáticos de la época, en 1976 encuentra y consolida un equipo de periodistas independientes y entre todos, poniendo sus dineros –Blancornelas vendió la casa familiar para aventurarse en edificar un periódico propiedad de periodistas- circularon el vespertino ABC. Solo tres años les duraría la empresa.
Era 1979 y el Gobernador de Baja California, el priísta Roberto de la Madrid Romandía, no soportaba la crítica desde ABC sobre sus excesos con el presupuesto de los bajacalifornianos, las canonjías de su amigo y compadre el Presidente de la República, José López Portillo. El priísta optó por desaparecer ABC. Por medio del sindicato que manejaba la prensa de ABC, el Gobernador del Estado estalló primero una huelga y después la persecución judicial de Jesús Blancornelas, quien otra vez tuvo que abandonar el Estado. En esta ocasión Amnistía Internacional le mantuvo asilado en los Estados Unidos, en California, desde donde el periodista, junto a su compañero en ABC, Héctor Félix Miranda, crearían con otro equipo de reporteros de investigación, el semanario ZETA –el próximo 11 de abril cumplirá 35 años de trabajo periodístico-.
Ahí no acabaron los problemas de Jesús. Una vez que logró imponerse con el apoyo de la sociedad lectora de Baja California, que ejerció su derecho a saber y apoyó la prensa libre de Blancornelas, éste se enfrentaría a otro enemigo público no menos peligroso. El narcotráfico que con impunidad –ayudado por el Gobierno de Baja California- encabezaban los hermanos Arellano Félix en este estado. En 1997, luego de publicar reportajes exhibiendo la forma de corromper de los hermanos Benjamín y Ramón Arellano, Blancornelas fue emboscado. 10 sicarios intentaron quitarle la vida para callar al periodista. Cuatro disparos impactaron en su cuerpo que convaleció en un hospital de Tijuana hasta recuperar la vida no sin secuelas físicas.
Análisis posteriores a la persecución que el Gobierno de la República –Ernesto Zedillo Ponce de León- inició de los hermanos Arellano, consideraron que su impunidad acabó en dos capítulos: por la ejecución del Cardenal Juan Jesús Posadas y Ocampo, por el atentado a Jesús Blancornelas.
El periodista sobrevivió, siguió editando su semanario ZETA hasta poco antes de su muerte en 2006, y escribió entre 1997 y 2005, ocho libros. La censura de la cual fue objeto, primero por parte del Gobierno, después por parte del narcotráfico, lo hizo crecer y consolidar su compromiso con en el periodismo de investigación, lejos del gobierno, cerca de la sociedad.
La revista satírica francesa, Charlie Hebdo (El Semanario de Carlitos), estaba vendiendo 60 mil ejemplares la semana antes del sangriento atentado por parte de grupos del Estado Islámico quienes ejecutaron al director y a ocho caricaturistas más; después del intento de censura por parte de los radicales, el tiraje del semanario alcanzó los 7 millones de ejemplares. En febrero todavía los lectores respondían obligando a la revista parisina a publicar 2.5 millones de ejemplares por semana. Una vez más, el intento de censura reforzó el interés por la lectura.
Carmen Aristegui es de esas periodistas. Como Julio, como Jesús. Libre, crítica, independiente, con la investigación periodística como eje rector de su vida profesional. Con el compromiso férreo hacia los millones de mexicanos que a diario la escuchaban en su matutino MVS.
Y al igual que aquellos periodistas y escritores, Carmen Aristegui no cuenta con la venia del grupo en el poder, pero tiene el apoyo, la solidaridad y la audiencia de millones de mexicanos que con este acto de censura impulsarán el crecimiento del periodismo crítico que realiza la conductora mexicana.
Cuando el Estado reprime, el narcotráfico ataca, o la religión llama a la tortura y el homicidio para intimidar, los ciudadanos de México y del mundo se alzan ante la opresión y exigen su derecho a saber y a expresarse sin temor a represalias, ni atentados contra su integridad física y, mucho menos, contra su inteligencia. Ahí están los casos recientes y pasados. La vida de Carmen Aristegui en el periodismo mexicano será muy larga. Su público seguramente no la dejará sola y en vez de silencio lo que el gobierno de Peña Nieto logrará en contubernio con MVS será el nacimiento de un espacio que de seguro será más crítico, libre, independiente, verosímil para una sociedad que necesita estar informada y está en su derecho.
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