En Ciudad Juárez, entre 2010 y 2012, establecimos una mesa de diálogos cívico-militares que permitió a ciudadanos y la Secretaría de la Defensa Nacional buscar juntos la paz en la región. Se pudo trabajar conjuntamente con absoluto respeto a las responsabilidades de cada quien y los resultados fueron excelentes.
Las quejas de la ciudadanía por abusos del Ejército disminuyeron, pasando de más de mil en 2009 a menos de diez en 2012; se cambió al comandante de la quinta Zona Militar y en general la práctica cotidiana castrense. Sí existieron militares que abusaron de su poder pero se les enjuició ante la Justicia Civil antes de las reformas legales ahora vigentes.
Señor, le comento lo anterior porque me sorprende la actitud de la Sedena en el caso Tlataya y en la tragedia de Iguala; aquí donde fue el infierno hemos constatado que el Ejército se fortalece cuando castiga a los elementos que manchan el honor de su institución con conductas malas o hasta delictivas. Considerando esto, ¿por qué no investigar a fondo la conducta de los mandos militares en turno los días 26 y 27 de septiembre en Iguala?
Los mexicanos no podemos creer que permanecieron ignorantes de los hechos violentos, mortales y horrorosos que ahí sucedieron. Hubo uso público de armas de fuego reservadas para ustedes; homicidios, lesionados y hospitalizados, desaparición forzada de personas y posible incineración de cuerpos durante casi 24 horas.
¿Cómo es posible entonces que los mandos militares no se hubieran enterado ni actuado?
En todo caso es la conducta personal de dos mandos y de algunos elementos de tropa, no de toda la institución; son sólo un general y un coronel.
México necesita una respuesta.
Gracias.