Tomás Calvillo Unna
04/02/2015 - 12:01 am
Las dos elecciones por venir
La maquinaria electoral está echada a andar en medio de una desarticulación profunda del quehacer político republicano. Serán las primeras elecciones que se lleven a cabo sin ánimo democrático ni inspiración política alguna y en una atmosfera de desconfianza generalizada, ya no por la inequidad o los fraudes posibles sino por el descrédito de los […]
La maquinaria electoral está echada a andar en medio de una desarticulación profunda del quehacer político republicano. Serán las primeras elecciones que se lleven a cabo sin ánimo democrático ni inspiración política alguna y en una atmosfera de desconfianza generalizada, ya no por la inequidad o los fraudes posibles sino por el descrédito de los actores políticos.
Los partidos han erosionado la representación nacional y franjas importantes de los mismo se han aliado a estructuras criminales.
El caso de Iguala, ciertamente emblemático por los trágicos sucesos de septiembre 26 del año pasado, no es un caso aislado, y nos mostró los circuitos territoriales del crimen, que las elecciones han reforzado con el apoyo y complacencia de los partidos políticos.
La pérdida de la paz social, de la seguridad de los ciudadanos, que ha redundado en lo que los expertos llaman una crisis profunda de los derechos humanos, es consecuencia de esas redes que se han tejido en los últimos años entre el poder político y el del crimen.
Ante ese panorama, crece el rechazo a lo que se considera no un régimen democrático, sino un sistema caracterizado por la partidocracia convertida en agencia de negocios privados y de gestoría de intereses clientelares y cómplice de la violencia.
En estas condiciones ante el acelerado desgaste de la clase política y el vaciamiento de su discurso convertido en una banal propaganda y el surgimiento del amorfo INE, que resultó de las negociaciones que realizaron principalmente el PAN y el PRI, a espaldas de los ciudadanos, las opciones de rechazo al proceso electoral crecen.
Un rechazo que puede trascender la coyuntura electoral y convertirse en una plataforma ciudadana, que se sume a otros ejes políticos y sociales que desde abajo están comenzando a construir opciones reales para reencontrar los caminos perdidos de la nación.
Dos opciones se vislumbran ante el proceso electoral: el ejercicio del voto nulo acompañado de una presión política para que se contabilice y la abstención activa que da la espalda al proceso electoral por considerar que la maquinaria del mismo está contaminada de raíz y solo sirve para seguir alimentando los circuitos de la ilegalidad. Las dos no son antagónicas y pueden compartir sus acciones sumadas a planteamientos nacionales que apunten hacia un nuevo constituyente.
Los problemas nacionales no son para menos, se va a requerir de experiencia y gran energía, del encuentro de al menos tres generaciones de mexicanos que estén dispuestos a sacar de la sombras a este país.
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