Jorge Zepeda Patterson
25/01/2015 - 12:00 am
Verde, el color de pesadilla
El Partido Verde es la estafa política perfecta. Una empresa familiar de marketing y lobby capaz de recibir cientos de millones de pesos fingiendo, sin mucho esfuerzo, que es un partido político. Todos saben que se trata de una impostura, pero las reglas del sistema lo vuelven absolutamente invulnerable. Contra el Niño Verde no hay […]
El Partido Verde es la estafa política perfecta. Una empresa familiar de marketing y lobby capaz de recibir cientos de millones de pesos fingiendo, sin mucho esfuerzo, que es un partido político. Todos saben que se trata de una impostura, pero las reglas del sistema lo vuelven absolutamente invulnerable. Contra el Niño Verde no hay defensa.
La apropiación del color verde y la palabra ecología le ofrecen a este membrete, en automático, entre 3 y 5 por ciento de los votos por parte de electores jóvenes poco politizados; con 28 diputados y siete senadores con frecuencia se convierte en fiel de la balanza en votaciones decisivas y, por consiguiente, en la niña de los ojos que cortejan los partidos mayores.
A diferencia del resto de los partidos empeñados siempre en ampliar su base social y territorial, al verde no le interesa mayor cosa expandir su membresía. En cierta forma prefieren no tenerla porque eso a la larga pondría en riesgo el control del partido a cargo del Niño Verde y su padre. Eximidos de esa tarea, no hay mucho trabajo que hacer. Les basta con convertir al PVEM en una marca . No se trata de hacer política, basta hacer top of mind entre los electores, un eslogan recordable. Lo demás vendrá por añadidura: prerrogativas, curules y escaños, alianzas electorales y posiciones de poder. Por eso es que hacen un círculo vicioso perfecto y absolutamente invulnerable a cualquier intento de la sociedad para interrumpirlo: usan los cuantiosos recursos que reciben en la producción de campañas callejeras y pegajosas, eso y su membrete verde-ecológico les da votos; los votos le proporciona un número de diputados y senadores que los demás partidos están dispuestos a comprar a través de alianzas y canonjías. Y con esos recursos y canonjías hacen campañas masivas. Y el círculo comienza de nuevo. Claro, en el proceso los dirigentes se enriquecen obscenamente.
Pero no basta. La familia González y sus amigos encontraron otros filones de explotación de su mina de oro. Ofrecen el membrete de su organización a candidatos de otros partidos en alianzas mercantiles, basadas en la mejor oferta y la conveniencia política, al margen de cualquier consideración sobre programa, plataforma electoral o ideología. Sólo en 1994, tres años después de su creación, lanzaron candidato presidencial propio: Jorge González Torres, obviamente. Después han preferido arropar a un candidato de otro partido, luego de la negociación respectiva. En 2000 a Vicente Fox, en 2006 a Roberto Madrazo, en 2012 a Enrique Peña Nieto. O sea, al PAN o al PRI, dependiendo de la correlación de fuerzas que perciban y las ofertas que reciban. No es pues un partido que permita que las convicciones políticas, si las tuvieran, entorpezcan una negociación favorable.
La clientela a quien ofrecer el uso del membrete no se restringe a otros institutos políticos. En los últimos años el PVEM es el principal vehículo para dar acceso y posicionar a la llamada telebancada. Es el caso de los senadores Ninfa Salinas Sada, hija de Ricardo Salinas Pliego, Luis Armando Melgar, ex director de Canal 40, Carlos Puente, ex directivo; todos ellos vinculados a la televisora del Ajusco. Entre ambas cámaras se estima que la telebancada asciende a 16 legisladores, una cifra superior a la de algunos partidos políticos.
En el Partido Verde la selección de candidatos no tiene nada que ver con plataformas ideológicas o trayectoria política. El criterio de reclutamiento tiene más que ver con la agenda social del Niño Verde y otros juniors, y con las virtudes fotogénicas del candidato. Ser bonito o ser famoso independientemente de las capacidades intelectuales o morales.
Son las encuestas las que definen las “demandas” políticas del partido. Reivindicaciones aisladas y populacheras al margen de cualquier agenda ecológica o a favor de la vida. Tal es el caso de su petición de la pena de muerte, que convirtieron en una cruzada mediática. Un objetivo irreal e impracticable a sabiendas, pero útil para atraer votos. Sin importar el hecho de la aberración que significa que un partido “verde” apueste por la muerte, único caso en el mundo.
En suma, el Partido Verde Ecologista de México es como su actual líder, Jorge Emilio González Martínez, impresentable. Es una anomalía absurda, onerosa e inútil para el tejido social y político. Explicable sólo en el contexto de irracionalidades de la vida política y de los políticos. En efecto, en tales asuntos, moral es un árbol que da moras.
@jorgezepedap
más leídas
más leídas
entrevistas
entrevistas
destacadas
destacadas
sofá
sofá