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Adela Navarro Bello

03/12/2014 - 12:01 am

Los Manifestantes

Los manifestantes solo encuentran eco en sus voces. Los manifestantes a pesar de contarse en cientos de miles en toda la República, están solos. No los escucha el gobierno, no los atienden las televisoras, los ignoran en su mayoría. Los manifestantes están solos con su pena, su frustración y su denuncia. Los manifestantes se saben […]

Los manifestantes solo encuentran eco en sus voces. Los manifestantes a pesar de contarse en cientos de miles en toda la República, están solos. No los escucha el gobierno, no los atienden las televisoras, los ignoran en su mayoría. Los manifestantes están solos con su pena, su frustración y su denuncia.

Los manifestantes se saben solos por eso se manifiestan. Denuncian la injusticia, la inequidad, la falta de seguridad y la ausencia de certeza jurídica. Los manifestantes encontraron en la desaparición de los 43 normalistas el 26 de septiembre de 2014 en Iguala, Guerrero, un estandarte para manifestarse. Para exigir justicia y denunciar incapacidad gubernamental.

Ninguna manifestación pública debería ser ignorada por las autoridades de cualquier orden de gobierno. Las concentraciones sociales, las pequeñas, las masivas, no deben ser desdeñadas por los gobernantes que se deben al pueblo y al voto de la mayoría, pero a los manifestantes del 20 de noviembre y a los del 1 de diciembre, la autoridad los ha ignorado.

La reunión masiva de mexicanos ha tenido eco en sus propias voces. De boca en boca, de red social en red social se ha construido una infraestructura digital y social de denuncia, reproche y repudio a la figura presidencial que vive en un mundo institucional alejado de la sociedad. Particularmente de los Manifestantes.

La presidencia de la república que el día de hoy y con un alto nivel de desaprobación encabeza Enrique Peña Nieto, reacciona sobre los manifestantes como aquella de Carlos Salinas de Gortari y en referencia a los perredistas: ni los ve ni los oye.

En esa condición los manifestantes han encontrado apoyo en otros como ellos. A los padres de los 43 normalistas desaparecidos que se han convertido en epitome de todas las tragedias y todas las injusticias en México, se han sumado los maestros inconformes, los ciudadanos desatendidos, los padres de niños maltratados, los choferes abusados, los estudiantes limitados y, especialmente, familias mexicanas que engrosan el nivel de la indignación.

Asistí por la vía de la búsqueda de la información a las marchas en todo el país y algunas en el extranjero, físicamente a la de Tijuana que es mi tierra natal y de residencia. No he visto concentraciones más pacíficas y duras. Las personas enarbolando banderas de luto, los jóvenes contando hasta el 43 para culminar con un fuerte ¡Justicia!, las señoras repudiando a Peña, los niños pidiendo que el presidente deje de serlo, los hombres sosteniendo enormes mantas que urgen por justicia en Ayotzinapa. Megáfonos, matracas, trompetas, antorchas, monigotes con la figura del presidente Peña para ser quemados hasta ser reducidos a cenizas que todo mundo ve.

Los cantos de batalla solicitando la renuncia del presidente fueron estridentes en Distrito Federal, en Jalisco y en Tabasco, en Chiapas y Sonora, en Baja California y en Baja California Sur, en decenas de estados de la República Mexicana y en países como Francia, Estados Unidos, Inglaterra, Holanda, entre muchos.

Los manifestantes reponen el vacío que les hacen en México los “grandes” medios de comunicación, con las letras y las palabras que les dedican en editoriales, columnas y posicionamientos en el extranjero. Los manifestantes se ven reflejados en medios independientes mexicanos, pocos pero valerosos.

La unión de la sociedad no debería ser desdeñada por la clase que encabeza los poderes del Estado Mexicano. Pero ni el Poder Judicial ni el Legislativo y por supuesto menos el Ejecutivo, son considerados y tomados en cuenta. Cosa contraria, ahora los diputados y las diputadas intentan regular la garantía individual y el derecho humanos de los mexicanos a la movilidad y la concentración masiva, aprobando una moción en la Cámara baja para regular las manifestaciones. Resulta que los legisladores le temen a aquello que no ven en las televisoras ni leen en diarios defeños. Resulta entonces que sí escuchan los gritos de denuncia pero no los atienden, y la manera de responder es aprovecharse de la presencia de grupúsculos subversivos para pretender controlar a la inmensa mayoría.

Miles de personas no pueden ser ignoradas. Aun cuando no hay una cifra exacta de los mexicanos que se manifestaron el lunes 1 de diciembre de 2014, justo el día que Enrique Peña Nieto cumple dos años de haber asumido la presidencia de la República, periodo en el cual la violencia y la inseguridad han superado sus acciones reformistas, e impiden el avance que él mismo espero, los mexicanos tomaron las calles.

En el Distrito Federal donde se presentó la mayor de las manifestaciones, la marcha compacta, ya en su concentración final para la escucha de denuncias y posicionamientos, ocupó el Paseo de la Reforma desde la glorieta del Angel de la Independencia hasta la glorieta de Colón, esa distancia resulta en 1,507.26 metros lineales; el contingente se concentró en ambos sentidos de tránsito, considerando que cada uno de los sentidos mide nueve metros de ancho, los manifestantes ocuparon los 18 metros de ancho. La simple multiplicación de ancho por largo para determinar metros cuadrados da un total de 27 mil 126 metros cuadrados, y si contemplamos que una persona ocupa un espacio de .36 metros cuadrados hombro con hombro en una manifestación, resultan 75 mil 350 protestantes el 1 de diciembre de 2014 en la Ciudad de México.

En tránsito la marcha había llegado al Angel y las hileras de personas continuaban en Bellas Artes, monumentos separados por 2,986.27 metros lineales. Los 75 mil sin contar los tres metros en promedio por acera en el Paseo de la Reforma, que también soportaron el peso de los marchantes. Y sin contabilizar a los mexicanos que rodearon el Angel de la Independencia, la glorieta de mayor circunferencia con 200 metros.

Si consideramos un promedio bajo de mil manifestantes por estado –pues hubo entidades en que las marchas se desarrollaron en varias ciudades al mismo tiempo- sumaríamos a esos 75 mil 350 mexicanos del centro, 31 mil manifestantes más. Sin tener la cifra oficial, ni extraoficial, solo haciendo el cálculo por el espacio que ocupa una persona en una manifestación, más de cien mil mexicanos se manifestaron contra el presidente Enrique Peña Nieto el 1 de diciembre de 2014. No es cualquier cosa.

Los manifestantes están solos entre miles porque su gobierno los ignora. Los manifestantes no pararán, encuentran eco en otros países. Los manifestantes no se detendrán ante la posibilidad que el Senado de la República de la espalda al pueblo e intente regular la movilización ciudadana. Los manifestantes lo que quieren es ser escuchados, obtener justicia, mover al presidente de México para que responda a su facultad como dicta entre otras tareas el artículo 89 de la Constitución que no ha sido modificado: “la autodeterminación de los pueblos; la no intervención; la solución pacífica de controversias; la proscripción de la amenaza o el uso de la fuerza en las relaciones internacionales; la igualdad jurídica de los Estados; la cooperación internacional para el desarrollo; el respeto, la protección y promoción de los derechos humanos y la lucha por la paz y la seguridad internacionales…”.

¿No?

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